martes, 29 de diciembre de 2015

Media Naranja. Parte 18

Tome un extremo de la mesa en donde se encontraba acostada y la empuje cerrando el frío cajón.

-Todo fue tu culpa y ahora pagaras por el precio de tus actos. Se acabó el juego- Simplemente no dije nada en ese momento.

Me tomó del brazo y me jalo afuera del cuarto. Caminamos por un pasillo oscuro hasta una puerta de emergencia en donde me saco y en donde ya había una camioneta blanca con las puertas traseras abiertas esperándonos.

Nos subimos y un par de policías cerraron las puertas, después la camioneta arranco de inmediato y no se detuvo hasta una hora mas tarde.

El viaje fue en silencio y en la oscuridad de la caja del móvil, un viaje del que estaba seguro que no era para prisión.

La van se detuvo y se abrieron las puertas descubriendo un bosque en medio de la carretera en el que me bajaron y guiaron dos policías de cada lado adentrándome en esté hasta llegar a una casa abandonada.

En el interior del hogar había solamente una silla de metal empotrada en el piso, una cubeta y una mesa de madera podrida. Además de un olor a mierda sofocante y una ventana a espaldas de la silla por donde entraba la única luz que iluminaba el lugar.

Y así como en la casita en donde me encontraron, me sentaron en la silla y esposaron brazos y piernas a la silla dejándome, de nuevo, inmóvil aunque con una gran diferencia; ahora no me iba a morir de hambre sino de los golpes que me propinaban a diario dos oficiales diferentes.

Pasaban los días y los policías que primero me alimentaban con comida barata, me soltaban de la silla y después me golpeaban por dos horas hasta dejarme inconsciente.

Todos hacían preguntas, todos gritaban y todos expresaban su odio hacia mi silencio profundo. Ni una sola palabra salió de mí en todo el día.


Por las noches frías pensaba en lo que había hecho en mi vida, en lo divertido que me la había pasado y sobre todo, en ella; en cómo había empezado y en cómo había terminado. Por ahora no podía hacer algo más, estaba solo y no faltaba mucho para el acto final; solo había que esperar un poco más.  

jueves, 17 de diciembre de 2015

Media Naranja. Parte 17


Estaba en el hospital en una cama de emergencias con mis brazos y piernas esposadas. Una aguja perforaba mi brazo izquierdo y me introducía un líquido transparente al cuerpo.

Los ruidos los escuchaban huecos, veía a la gente pasar lentamente dejando una estela de su presencia, percibía las sabanas que me cubrían con gran sensibilidad, tenía un sabor a metal en la boca y olía un aroma frutal en el aire. Sin duda estaba drogado.

La gente iba y venía, se me quedaban viendo los doctores y los policías que llegaban cerrando las cortinas y me escupían, gritaban y algunos hasta me golpeaban; yo no sentía nada, solo observaba como se los llevaban sus compañeros entre empujones y gritos.

Poco a poco se fue bajando esa extraña sensación de elevación mientras mis ojos se postraban en la lámpara que estaba encima de mí y la cama poco a poco se iba colocando de una manera en la que me quedara sentado.

Baje la mirada y estaba el “licenciado”, aquel hombre con el que me había topado en la jefatura cuando me arrestaron junto con… no lograba recordar con quien estaba esa vez, creo que estaba solo.

-¿Me recuerdas?- me pregunto aquel hombre parado en un extremo de la cama, con su traje café y sus brazos apoyados en mis piernas esposadas.

-Si- Iba recobrando cada vez más la vista a su normalidad y percibía que algo en él había cambiado, tenía ahora una cortada en el perfil izquierdo del rostro que iba de su ceja hasta su mentón.  

-Yo también te recuerdo y muy bien- Nunca sonrío, solo presentaba seriedad.

-Bien, muy bien- Solo dije eso mientras trataba de mover mi brazo para tocarme el rostro pero, era imposible.

-No quiero que te escapes esta vez- Se iba moviendo hacía un lado de la cama hasta que se sentó en ella, a un lado mío.

-No pensaba huir esta vez- No tenía a donde huir.

-Excelente- Traía con él un sobre del que saco un par de fotografías que después me extendió a lo largo de mi regazo preguntando -¿La conoces?-

Eran las fotos de una mujer amarrada en una silla de madera con la cabeza colgando hacía el frente, con un hoyo en la frente y otros en su cuerpo. Toda la escena estaba cubierta de sangre y era en una habitación de madera con mucha luz.

Mire la foto con atención, totalmente concentrado. Había algo en esa fotografía que me parecía conocido, había algo en esa mujer que me resultaba familiar pero, no lograba saber que era; ¿acaso era una amiga o una familiar o una víctima o una simplemente una mujer con la que me había cruzado en algún momento? No lo sabía y el “licenciado” se había dado cuenta de mi extrañeza.

-¿No? ¿Nada?- Me preguntó con sarcasmo en su tono.

-Para su fortuna, no, nada me parece familiar en esa fotografía- Todo me parecía familiar pero ¿qué?

Se me quedó viendo el hombre sentado a un lado mío por un momento hasta que se levantó y comentó:

-El doctor me advirtió que ibas a tener pérdida de memoria, que ibas a tener un trauma psicológico por lo vivido y que ibas a necesitar tiempo para recordar pero tu mi amigo, tú no tienes tiempo- Terminó de hablar y saco de su bolcillo una llave que fue utilizando para liberarme de mis opresores y al terminar con los cuatro dijo:

-Acompáñame, quiero que veas algo- Me tomo del brazo con fuerza y me levantó de la cama de un jalón haciéndome caer al suelo por la poca fuerza de mis piernas que las sentía adormiladas y tontas.

No dejo de jalarme arrastrándome en el suelo y chocando con todos los muebles.

Como pude me puse de pie y trataba de caminar pero tropezada constantemente y me tenía que apoyar con lo que podía.

Todos en el pasillo se me quedaban viendo con horror y odio, algunos me gritaban y otros se me acercaban lo suficiente como para susurrarme palabras altisonantes y golpearme.

Por fin llegamos a un cuarto frio con muchas gavetas en la pared y enfrente de una se detuvo y preguntó mientras me veía recargado en la pared sin aliento:

-¿Listo?-

-¿Para qué?- No sabía qué me iba a enseñar o que quería que contestara, ¿a qué le tenía que estar listo?

Tomo la manija de la gaveta y la jalo con fuerza haciendo surgir una nube de hielo y cuando esta se disipo apareció un cuerpo acostado cubierto por una manta delgada en una repisa de metal.

Me acerque al cuerpo lentamente apoyándome aun en las demás gavetas que contenían personas congeladas.

Llegue a un lado del cuerpo y con mi mano tome un borde de la manta y la jale con delicadeza descubriendo el rostro del frío cuerpo.

Era el de la mujer de las fotografías, solo que estaba más limpio. Sin nada de sangre, con el cabello peinado, con los labios pálidos al igual que su tono de piel, con los ojos cerrados y con un orificio en la frente.

La mire con… amor, cariño, paciencia y tranquilidad; ahora ella parecía estar tranquila.

Levante mi mano y suavemente la quise llevar a su mejilla para tocarla cuando él dijo:

-Dicen que sufrió mucho al morir- Y fue cuando recordé todo… absolutamente todo.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Media Naranja. Parte 16


-¿Hay alguien ahí? ¿Hola? ¿Señor?- Preguntaba la viejecita mientras entraba temerosa a la casa después de un mes de silencio en el hogar donde solo había un par de cuerpos, uno sin vida y el otro a punto de estarlo.

-¡Oh, por Jesus Redentor!- Se llevaba sus manos arrugadas a la boca tratando de admitir la fea escena que estaba enfrente de ella y cuando reaccionó – ¡Viejo, llama a una ambulancia; pronto!-

-No, espere un momento; por favor no- Mi fuerza era mínima y mi voz era solo un susurro pero mi mente sabía que si iba a una clínica o a un hospital me iban a localizar y todo habría acabado porque no llegaría a mi celda; no lo iban a permitir.

La vieja no alcanzo a escuchar cuando hable, ya que salió rápidamente por la puerta al momento.

Durante todo ese mes que estuve sentado frente a ella no deje de verla, no deje de hablarle y de contarle mis más grandes secretos; no deje de decirle cuanto la amaba y cuanto me hacía feliz; pero sobre todo, no dejaba de pedirle que me viera, que se moviera, que dejara de asustarme, que despertara y que me regalara una sonrisa.

Yo sabía que ella estaba viva y fue por eso que como un golpe de energía me altere al ver como se la llevaban en una ambulancia con una sábana encima, incluso cuando entraron a la casa y la intentaron tocar, la euforia estallo en mi cuerpo en forma de gritos y esfuerzos por soltarme.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Media Naranja. Parte 15


-Alza la cara, te quiero ver a los ojos; quiero que me mires y observes a quien le estoy apuntando con un arma- Se calló por un momento –Tú me quitaste todo, toda mi vida; a mi esposa y a mi hija, y ahora, yo te quitare lo único que tienes en esta vida-

Levante el rostro y vi a un hombre apoyado en una muleta, sin pierna izquierda, con los ojos fijos en mí y con un arma apuntándole a mi novia que tenía la boca encintada e igual que yo, estaba sentada en una silla de madera con piernas y brazos amarrados.

Sus ojos no decían miedo, su pulso estaba tranquilo, su mandíbula firme y su respiración era calmada. Sostenía el arma con seguridad y estaba decidido a disparar, los dos lo sabíamos y por ahora éramos sus víctimas.

-Yo mate a tu esposa, a tu hija y te quite tu pierna; no tienes por qué apuntarle a ella- Si dejaba de verlo a los ojos perdía la batalla con él y la perdía a ella.

-No te olvides de mi mano- Alzo su brazo izquierdo que afirmaba su comentario.

-Y tu brazo, claro; el brazo con el que te divertías- Yo y mis estúpidas bromas, fue inevitable; era algo instintivo.

-Sí, mi estúpido brazo- Y jaló del gatillo perforando un costado de la dama que ahora se retorcía del dolor y que su cuerpo comenzaba a propagar sangre por sus prendas y escurrir por la silla hasta llegar al suelo de madera.

-Una bala, con una bala la lastime ¿qué harán dos?- Su tono era serio y realista, lo iba a hacer.

-No, esp...- Una segunda bala entro por su pierna atravesando la silla e incrustándose en el piso.

Todo estaba sucediendo tan rápido y no podía pensar en qué hacer. Ella estaba perdiendo mucha sangre y yo estaba inmovilizado, observando como todo salía de control y como ella comenzaba a llorar; nunca la había visto llorar.

-Que sencillo es quitar una vida, que sencillo es activar una bomba en una universidad y destruir un edificio de policía. Que sencillo es quemar un autobús con gente y matar decenas de personas presentándolas en un noticiero- No cambiaba su tono de voz. –Que fácil era ser el mejor en su trabajo, pasar encubierto y al ser encontrado; desaparecer hasta que, por casualidad te encontré, los vi y espere hasta hoy-

-Tienes razón, que fácil fue y también será fácil quitarte la vida a ti cuando te tenga en mis manos- La furia, el coraje y la adrenalina corrían ahora por mis venas y activaban mis músculos que trataban de quedar libres para brincar sobre él.

-Pero primero, debes cargarla a ella en su lecho de muerte- Ya había bajado el arma cuando la volvió a subir una tercera bala se incrusto en su ser, una tercera bala que entro por su pecho haciendo que ella abriera los ojos por un instante y después su cabeza callera hacia adelante súbitamente quedando colgada de su cuello.

No la dejaba de ver, no podía creerlo, no podía ser posible que…

-Observa cómo se va de este mundo y te deja solo, así como me has dejado a mí- Soltó el arma dejándola caer sobre el charco de sangre y con su paso lento se fue de lugar desapareciendo a mis espaldas.

Las horas pasaron al igual que  los días. El silencio en la mañana, el ruido de la tarde y la novela en la noche se escuchó día tras día y yo seguía ahí; viéndola, amarrado y sin decir nada, solo, esperando a que algo sucediera; a que despertara. Ella seguía conmigo, yo lo sabía.


-Oye...-nada-oye…-una nada-¡Oye!-nada-…despierta-nada-una sonrisa…-nada pasaba. 

viernes, 4 de diciembre de 2015

Un día normal.


Una mujer muy arreglada viaja de pie en el transporte público, viendo a la gente que esta sentada y observando lo que hay más allá de la ventana; un mundo andante que no se detiene ante nada, en el que todos sus habitantes se mueven y tienen algo mejor que hacer.

Mastica su chicle cuando siente una fría brisa que adormece su piel y la hace brincar en sensación. Ubica la fuente y trata de cerrarla alargando su brazo y con sus dedos empujar la ventana abierta; su posición es incomoda y su fuerza empleada es insuficiente. Lo trata una y hasta dos veces pero su esfuerzo es en vano hasta que un hombre mejor ubicado y con mayor fuerza se estira y cierra la puerta de un jalón. Ella se quita un audífono, lo observa y le agradece con una sonrisa incluida; él no pide más y solo asiente con la cabeza mientras siguen con su viaje.

Horas antes y en un lugar muy diferente hay un estudiante que camina hacía un camión en un pueblo lleno de vacas, burros y perros callejeros. Él camina escuchando su música cuando ve un par de perros que le llaman de inmediato la atención, más uno que el otro.

Uno esta sentado y el otro esta acostado en el frío piso de una mañana congestionada de autos que tratan de ir de prisa a sus destinos. El que esta sentado observa carro por carro con la lengua por fuera y el que esta acostado juega con un tenis blanco, el cual se ve por su aspecto que ha sido víctima de las fauces del can por más de una vez; él lo disfruta sin dudar y sin importarle solo que, cuando ve al estudiante se sienta en sus dos patas y suelta el tenis.

Los dos se observan y aunque nada a su alrededor se detienen ellos están quietos tratando de entender la situación e imaginando mundos diferentes.

Las horas pasan y millones de cosas ocurren a nuestro alrededor, hay que poner atención a los detalles, a las personas, a los animales y sobre todo; a nosotros mismos.

Hoy es un día normal para uno, pero un día extraordinario para otro.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Media Naranja. Parte 14


La mañana siguiente fue la mejor que jamás pude haberme imaginado, rodeado en sabanas, con el sol entrando por las ventanas y durmiendo en mi pecho mi pareja tranquilamente mientras yo pasaba mi mano por su cabello y con la otra estábamos tomados.

No me atrevía a moverla para no despertarla pero fue ella quien giro su rostro y apoyo su mentón en la entrada de mi estómago.

-Buenos días amado mío- Dijo con una voz suave y una sonrisa en el rostro.

-Buenos días hermosa mía- Le conteste mientras ahora acariciaba su mejilla con mis dedos.

Se acostó más cómoda a un lado mío y nos quedamos viendo directo a los ojos toda la mañana hasta que el hambre empezó a retumbar en nuestras entrañas y nos levantamos.

Aun la casa estaba destrozada pero no nos importaba. Ya nada nos importaba.

Nos vestimos con nuestras ropas que descansaban en el piso y salimos por primera vez tomados de la mano y como pareja a desayunar a un mercado cercano.

Saludábamos a todos los que pasaban a nuestro lado y ellos nos contestaban con una sonrisa igual de grande que la nosotros traíamos.

Cuando regresamos a casa nos dedicamos a tirar todas las cosas rotas y a arreglar todo lo posible que fue casi nada. Al final, solo quedaba una mecedora y una mesita; increíblemente todo se había perdido gracias al huracán del día anterior.

Cuando vimos la casa vacía y limpia ya era de noche y la gente comenzaba a ir a la misa dominical ya que se empezaba a escuchar bullicio en la calle.

-Tenemos que ir- Me dijo con un poco de decepción en su tono de voz.

-No vamos a ir, quiero quedarme contigo y hacerte el amor toda la noche- Le dije mientras le daba la vuelta, la tomaba de la cadera y la besaba en los labios.

Y así fue, toda la noche nos entregamos uno al otro y ninguna parte de la casa quedo a salvo de nuestras pasiones, de nuestro amor y de nuestra necesidad de estar uno con el otro.


Era lunes por la mañana y salía temprano al trabajo, al campo que ahora iba a ver diferente; a donde ahora todo lo iba a ver diferente.

Era aun de noche, no había nadie en la calle cuando la había dejado dormida en la cama cuando salí de la casa con todas mis cosas; cuando le di la espalda a la calle y estaba cerrando el enrejado color naranja sentí una mano en mi hombro y escuche un comentario antes de que algo me golpeara la cabeza y cayera desmayado en el suelo frío del pueblo.

-No te muevas-

domingo, 15 de noviembre de 2015

Media Naranja. Parte 13

-Aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido, aburrido…- Decía “mi dama” cada que pasaba una persona enfrente de nuestra casa mientras ella se encontraba sentada en una mecedora que habíamos comprado hace unos días para el pórtico.

Yo iba llegado del campo de otro “aburrido” día de lo mismo que ayer y el día anterior y que el anterior y que la semana pasada y que el mes pasado.

-¿Qué tal día?- Le pregunte mientras la veía meciéndose en la silla.

-Pudo estar peor; aburrido, aburrido, aburrido- Me decía mientras veía a tres niños que caminaban por la acera de enfrente.

-Eso es cierto-

-Sí, aburrido- Ahora no solo era con las personas, sino hasta con el perro que se detuvo enfrente de nosotros para vernos con sus ojos oscuros y después yéndose con su andar chueco de perro falco de pueblo aburrido.

Abrí la puerta de la casa y la encontré desordenada, como si un huracán hubiera pasado dentro y hubiera volteado la mesa y los sillones, si hubiera sacado todos los sartenes, platos y vasos de la cocina y los hubiera estrellado contra la pared y el piso y si hubiera tomado una lata de pintura y se hubiera puesto a rayar la pared y los muebles.

La voltee a ver mientras ella ahora se mecía en la silla con su mirada puesta en mí y con el mentón bajo aun diciendo “aburrida, aburrida, aburrida”. No parpadeaba y no parecía que respirara.

La deje de ver y empecé a voltear a toda la calle para ver si había algo extraño, si alguien nos estuviera viendo o si alguien hubiera escuchado algo pero no, todo estaba “normal, común y corriente. Como ayer, la semana pasada y el mes pasado”.

No le dije nada y me adentre más al “hogar” mientras escuchaba como mis zapatos de casquillo pisaban pedazos de vidrio roto, de porcelana rota, madera quebrada y hasta patee un sartén doblado noventa grados de tanto que lo habían estrellado contra la pared que ahora tenía un hoyo y ladrillo se desboronaba.  

Llegue a la cocina y la situación no era diferente. La estufa hecha pedazos, los anaqueles doblados, sin puertas, ni vidrios y mucho menos con lago adentro. Abrí el refrigerador y lo único que había eran dos botellas de nuestras bebidas favoritas, unos refrescos de uva sin gas; lo interesante de esa imagen era que el refrigerador estaba sin las rejillas, sin la luz prendida y mucho menos sin enfriar ya que estaba descompuesto pero; estaba limpio, muy limpio y con las bebidas paradas junto en medio de esté y frías, como nos gustaban.

Cerré la puerta de este y al momento de que choco contra el cuerpo está se derrumbó en el piso dejando el refrigerador con la puerta abierta permanentemente.

Me dirigí a la habitación y aunque no teníamos muchas cosas ahí parecía que todo se hubiera venido para abajo pero con la cama en perfectas condiciones.

Pase al baño y era el único lugar que estaba como lo había dejado en la mañana. Hice lo que tenía que hacer en él, tome los refrescos y me salí de la casa para ver el jardín de atrás; también estaba como lo habíamos dejado, eso era el único que iba rumbo a la perfección.

Me fui a la entrada de la casa y la vi, continuando con su discurso y movimiento. Le di su botella, la tomo y me senté en el escalón de la entrada viendo igual a la gente pasar.

 Pasaron unos segundos cuando me había sentado cuando se calló y dijo:

-Gracias, mi amor- Yo no dude y le conteste:

-De nada, querida; gracias a ti- Y esa respuesta ni yo me la esperaba pero era cierto, hoy se había convertido en algo más que “mi dama”.

Nos quedamos sentados en silencio todo el día bebiendo nuestras botellas hasta acabárnoslas. Las horas pasaron al igual que la luz de Sol y la luz de la Luna comenzó a iluminarnos.

Me levante con las piernas adormiladas y ella de su mecedora. Nos metimos a la casa y con el crujir del piso llegamos a la habitación en donde me quite la ropa hasta estar en ropa interior y me metí al baño para bañarme.

Mientras estaba recargado en silencio en la pared con los ojos cerrados sintiendo como el agua fresca pasaba por mi cuerpo escuche como la puerta del baño se abrió y luego se cerró, como el cancel de la regadera se abría y cerraba y como unas manos pasaban por mi espalda suavemente tocando cada uno de mis músculos y heridas ganadas a lo largo de mi vida.


Me di la vuelta, abrí los ojos y ahí estaba ella. Totalmente desnuda, comenzándose a mojar y viéndome fijamente. Nuestros cuerpos se juntaron con un beso y un abrazo de pasión y momentos después nos hicimos uno desde ese momento hasta el final de nuestra vida.

De blanco.

No sé cómo te conocí y cuando fue que te vi por primera vez. Tal vez nos habíamos encontrado en una fiesta o en un museo o en un bar o en la calle caminando en dirección contraria y nos pasamos desapercibidas aunque nuestras miradas se encontraron por unos segundos, no lo sé; pero hoy, hoy estas parada a un lado mío recitando un discurso que habla de nuestro compromiso y de que hoy somos uno ante nuestros amigos, amigas, familiares y ante toda la sociedad.

Paso el tiempo y había algo que tenía que decirte, algo que quería compartir contigo y algo que no sabías. Que la familia se queda junta y que todo empieza por algún lado.

No sé quién dio el primer paso, no se quien dijo la primera palabra y no sé de qué hablamos esa primera vez, pero si se cómo entraste a mi vida y sé aún mejor como es que quiero que te quedes en ella.

No es la primera vez que te veo a los ojos brillantes de alegría, que escucho tu voz quebrada de la emoción, que toco tu piel temblante de los nervios y que siento a una gran mujer detrás de ese vestido blanco.

Hoy es un gran día, pero no fue el primero ni será el último de esta alegría. ¿Se puede ser más feliz? Siempre; cada mañana, cada tarde y cada noche. Cada que siento tu piel, que te escucho hablar, que percibo tu aroma y cada que veo tus ojos mirarme.

Ayer fue con un beso, un abrazo y un baile al son de la música. Hoy será con un “buenos días”.


La vida nos da puertas, hay que saberlas abrir con la llave correcta.

Para Virginia y Sol. 

sábado, 7 de noviembre de 2015

Media Naranja. Parte 12

Los días pasaban y lo único que sabían era había sido una fuga de gas y un chispazo producido por un fumador empedernido que se había salido al callejón que estaba a un lado de la jefatura de policía y que cuando prendió su cigarrillo fue cuestión de segundos que el gas hiciera combustión con el calor de esté y las llamas se expandieran con rapidez al tanque de gas en donde había una “supuestamente” una fuga.

El edificio se elevó por los cielos al tener todo el sótano explotando provocando bajas de vidas y bastantes heridos con quemaduras de todos los grados y lesiones de diversas índoles.

Nadie se percató de nuestro escape ya que todos corrían, empujaban y gritaban en una situación en donde debes escuchas a las personas de protección civil; pero ellos eran los primeros que estaban causando las revueltas. No sabemos si fuimos los únicos en escapar pero sí que fuimos los únicos boceados de “se buscan” por todos los noticieros dos días después del incidente.

No estoy seguro del dato, pero creo que actualmente en menos de dos días puedes llegar hasta China en avión pero claro que no nos íbamos a ir al continente asiático; no nos gusta la comida cruda. Así que nos fuimos directamente a una casa que teníamos en un pueblo cercano, claro; con identidades diferentes y obviamente pasando desapercibidos por todos; un pueblo de esos en donde no hay señal telefónica y solo se ve el canal de más baja calidad a nivel nacional y que cuando empieza la novela de las 8, pasas por fuera de todas las casas con sus puertas abiertas y todas están viendo lo mismo en una orquesta perfecta.  

No se nos fue señalados como autores de la explosión pero ¿Quién pensaría en una bomba con un cronometro en un bote de basura en el callejón, justo donde se salía a fumar el oficial y justamente del otro lado de la pared en donde estaba, a unos cuantos metros hacia abajo, el tanque de gas con la “supuesta” fuga? Creo que a nadie, pero aun así. Estábamos siendo buscados por todo el país.

Yo me dedicaba a ser agricultor y mi compañera a hacer sastrería; trabajos comunes de pueblo. Teníamos un buen fondo de ahorro con nuestras identidades falsas, entonces no sufríamos ni nos acomplejaba el hecho de no tener trabajos dadas nuestras capacidades; lo veíamos como una etapa nueva, una experiencia de vida.

Nuestra casa era de fachada naranja de un piso con piso de concreto, paredes de ladrillo y techo de la lámina con madera. Teníamos una cocina de un tamaño decente con todo funcional; una sala con una mesa redonda para cuatro y con una televisión con caja en la parte de atrás sobre un mueble de madera. Una habitación con un colchón matrimonial, dos buros, una silla de madera, un pequeño closet y un baño completo que si estaba grande, y era lo que más nos gustaba.

En la parte de atrás de la casa había un jardín al que nos estábamos empeñando a dejarlo muy bonito, así que los fines de semana; de sábado por la mañana a domingo por la noche lo trabajábamos. Lo que más odiábamos era ir a misa de las ocho de la noche los domingos, pero era algo que todos hacían en el pueblo y no queríamos empezar a levantar sospechas. Es increíble cómo la gente es devota a algo que en verdad cree.

Teníamos dos vecinos de cada lado de la casa. De un lado una pareja de viejitos que nunca había salido del pueblo y del otro, una familia con dos adultos y dos niños pequeños; un niño y una niña de no más de 8 y 10 años respectivamente.

A veces, cuando salíamos a la misa nos los encontrábamos y platicábamos de cosas como el clima, el campo, las plantas y demás cosas. Y a la pareja de señores mayores, a veces mi… “esposa” les llevaba comida o se quedaba a platicar con la señora acerca de la novela, cosa que ella aborrecía pero lo hacía porque le causaba alegría como la viejita se emocionaba al platicar del capítulo del día pasado y yo con el señor nos sentábamos en unas mecedoras que tenía en su pórtico; él tomando una caguama y yo solo dándole sorbos a una cerveza; pero era para darle gusto. Era con la única persona con la que podía hablar acerca de la política del pueblo y de las noticias que ocurrían en el país y no de deportes, mujeres y… más mujeres; temas que no me disgustaban pero que diario no puedes estar comentando.


Vivíamos bien, pero solo era temporal.

jueves, 29 de octubre de 2015

Media Naranja. Parte 11

-¿Cómo te han tratado?-

-Bastante bien querido, me dieron a escoger la comida de ahorita-

-En serio, que rico; y ¿qué pediste?-

-Pues una tarta de fresa, helado de vainilla, chocolates, pan con mantequilla, fruta; mucha fruta y una fuente de chocolate que ya no debe tardar en llegar.- Me contestaba mientras se llevaba otro chocolate a la boca con sus delgados dedos.

-Esperemos que no se tarden-

-Oye y ¿crees que nos estén viendo?- Me preguntaba mientras observábamos el vidrio oscuro que estaba enfrente de nosotros y ella saludaba con la mano.

-Más les vale- Le contestaba mientras mordía con alegoría la hamburguesa.

A los pocos minutos llego una fuente encendida, empujada por un policía, que derramaba chocolate con varillas de madera de bombón y fruta.

Dejaron la fuente cerca de la mesa de metal en donde estábamos comiendo y cuando salía el oficial entro el señor “licenciado” con una silla que la coloco enfrente de nosotros y pregunto:

-¿Todo muy bien?-

-Sí, muchas gracias. Todo está para chuparse los dedos aunque se tardaron demasiado- Le contestaba mientras me metía los dedos a la boca saboreando la salsa de jitomate que se le había escurrido a la hamburguesa.

-No fue excelente encontrar una fuente de chocolate adecuada para su novia pero que bueno que todo esta bien, ahora ¿qué va a pasar dentro de quince minutos?- De un tono gentil cambio a uno autoritario o eso intentaba hacer.

-Dentro de quince minutos van a ser las siete, tontito- Contestaba mi “novia”.

-¿Y qué va a pasar a las siete?- No se había reído ni un poco.

-Antes de contestarle quisiera preguntarle algo ¿encontraron algo?- Le pregunte.

-Disculpe ¿en dónde teníamos que buscar algo?-

-Pues supongo que se tardaron porque entraron a nuestras vidas, a nuestros hogares, hablaron con nuestros vecinos, vieron nuestros números de cuenta, olieron nuestra basura, metieron la mano en nuestros refrigeradores y hasta durmieron en nuestras camas para encontrar que iba a pasar a las siete o para saber si quiera quienes somos nosotros y… ¿encontraron algo?- Deje la hamburguesa en el plato y me lleve las manos al mentón mientras le explicaba.

-No sé a qué se refiere- Trato de sonar desinteresado.

-Pues entonces es una lástima porque si lo hubieran hecho, aunque sea una de esas cosas que acaba de decir mi esposo, hubieran encontrado que iba a pasar a las siete; que es, dentro de cinco minutos- Contestaba mi ahora “esposa”.

Sin decir una palabra se levantó de su lugar, tomo la silla y se fue arrastrándola cerrando la puerta de metal con fuerza.

No pasaron ni dos segundos cuando con voz enfadada y en tono de reclamación dejaba su rebanada de tarta en el plato

-Novia, esposa y ni siquiera me has besado, ni una vez ¿qué te crees?-

-¿Quieres que te bese?- Ahora la veía a ella con mis manos en el mentón.

-Pues, sí. Sabes que…-dudo unos momentos mirando su plato con comida y en un momento se erguía en su silla y decía con seguridad –Si, si quiero que me beses y como nunca lo has hecho con alguna de tus otras novias-

 Ese último comentario me saco una sonrisa pero ella estaba segura de lo que decía.

-Con cinco minutos bastan- Fue lo último que dije antes de abrir los brazos, tomarla del rostro tiernamente con mis manos y acercarme a velozmente mientras que ella abría los ojos y se tensaba su cuerpo por la sorpresa.

Fue un beso de cinco minutos en la oscuridad de nuestros parpados, en el encuentro de nuestros labios, en el tacto de su rostro en mis manos y de mi cadera en las suyas.

Fueron 300 segundos donde reinaba el silencio. Ni un segundo antes ni un segundo después se sintió una vibración debajo de nosotros seguida por una explosión en la cercanía.

Los primeros segundos fueron de silencio, los siguientes fueron gritos de dolor y agonía, sirenas y alarmas por todos lados y nosotros; abríamos los ojos lentamente mientras nuestros labios seguían juntos hasta unos momentos después.

-Vámonos- Dije con voz calmada y con los ojos enfocados en los suyos; aun sintiendo ese estruendo que había sucedido, del que nadie esperaba y del que nadie nunca está preparado para las consecuencias.

domingo, 25 de octubre de 2015

Media Naranja. Parte 10

Ya habían pasado más de 3 meses desde los anteriores atentados y la paz había regresado. Los niños habían regresado a los parques, los padres habían vuelto a sus aburridos trabajos, las madres habían regresado a sus clases de baile en donde se regocijaban con el sexy profesor y los noticieros daban la noticia día tras día de nuestra captura y del proceso judicial que llevábamos; de como el astuto y profesional proceso de justicia había dado con la pareja acreedora de los hechos que hasta ahora habían matado a más de 200 personas en solo dos acciones y que se había “atrincherado” en un departamento en la ciudad donde ya no tenían nada que comer y se tuvieron que entregar a las autoridades.

La verdad es que se tardaron un mes en encontrarnos desayunando en el departamento de aquella mujer. Fue un domingo por la mañana cuando estábamos sentados en la barra de la cocina desayunando un rico jugo de naranja con unos huevos con cubiertos con mole y unas tortillas asadas; mientras escuchábamos música clásica de jazz. Llegaron azotando la puerta y gritando leperada y media pero eso sí; jamás nos tocaron y cuando los veíamos bajaban la mirada temerosamente aquellos policías de fuerzas especiales.

-Eran siete los policías los que nos apuntaban con sus armas largas mientras nosotros seguíamos comiendo y todo paso tan cómicamente que es inevitable no reírse.- Le decía al “licenciado” que no dejaba de verme con una mirada de intento de seriedad.

-Imaginen la escena, una pareja desayunando tranquilamente en la cocina con música de jazz de fondo cuando de pronto, ¡Boom!- Golpeando la mesa con mis puños haciendo que los policías que me cuidaban brincaran del susto –Tiran la puerta unos policías que hacían más ruido afuera del departamento que adentro. Entraron gritando animadamente “¡quietos!, ¡manos arriba hijos de su tal para cual!”- Ahora mis manos se posicionaron como si sostuvieran un arma, cerrando un ojo y yo les apuntaba a los policías que se ponían nerviosos ante el peligro invisible y al final apuntándole a aquel hombre de traje viejo que me miraba sin parpadear. Pasaron unos segundos y con una sonrisa en mi rostro tire del gatillo y con mi boca hice un gesto de explosión.

Regrese las manos a la orilla de la mesa de metal de aquel cuarto gris con una lámpara colgante y un vidrio grande en vez de pared.

-De pronto se hizo el silencio en el departamento y solo se escuchaba la música de fondo. Se les habían agotado las ganas y la ansiedad; y nosotros seguíamos desayunando tranquilamente hasta que aquella mujer los vio de frente y les ofreció una taza de café. Se levantó de la mesa y todos le apuntaron a ella, pero no se detuvo. Les dio la espalda y fue cuando se escuchó un murmullo de un policía que jamás olvidare.- Cerré los ojos y dije temerosamente tartamudeando –Quieta, por favor-
-¿Quién es ella?- La segunda pregunta del licenciado que me hacía. La primera había sido, “¿qué paso?”.

-Todo a su tiempo querido- Le conteste como una madre le contesta a su hijo cuando pregunta quién es su verdadero padre.

-Ella se levantó y fue sacando tazas de café, una por una y me las fue colocando en la mesa. Se dio la vuelta y los miró, miro como la apuntaban con sus armas y ella solamente levanto el dedo y los contó. Se quedó pensando unos instantes y después se dirigió al lava trastes y empezó a lavar una taza. “Perdón, es que faltaba una”, fue lo único que dijo cuando ya las tenía todas formadas y las empezaba a llenar con café recién hecho y solamente preparado para ellos-

-¿Qué tenía el café?- Ahora se animaba a preguntar más.

-¿Cómo que qué tenía el café? ¿Es en serio que me está preguntando eso? A ver, usted- Le dije a un policía que alzo su arma ante el movimiento de mi mano señalándolo –Tráigale una taza de café a este tipo que no sabe que tiene el café- Se quedó quieto sin hacer nada y eso me enojó -¿Qué no entiende? ¡¿Qué traiga una taza de café al licenciado?!- Solo pasaron unos segundos cuando se abrió la puerta del cuarto y un hombre entro con una taza de café de cartón. –Así me gusta, que sean útiles-

-¿En qué estaba? A si, ninguno tomo su cafecito y se quedaron parados con sus pesadas armas. Ya para terminar, nosotros terminamos nuestro desayuno; nos levantamos y me pare enfrente de uno de los oficiales con la punta del arma tocando mi frente. Levante mis manos y le dije- Repetí el movimiento sentado y viendo ahora al trajeado –Listo, ya nos puedes llevar pero ustedes lavan los platos porque no quiero regresar y verlos ahí todos sucios-

Me relaje de nuevo bajando las manos y volteando a ver a todos dije –Y eso fue todo, eso fue lo que paso-

 -¿Qué hay en el paquete número treinta y uno?- Esa era la pregunta esperada.

-Primero quiero comer y después esperaremos un poco; a las siete de la noche para ser exactos-
-¿Qué va a pasar a las siete de la noche?-

-Quisiera una hamburguesa con papas a la francesa y con una malteada de vainilla no muy espesa, por favor-

-¿Qué va a pasar a las siete de la noche?-

-Y quiero comer con ella-

-¿Porqué?-


-Porque quiero comer con ella, así de simple y así de sencillo- Me recline sobre la mesa acercándome a su rostro. –Y no se vayan a tardar porque me pongo muy impertinente su tengo hambre- 

martes, 13 de octubre de 2015

Te conocí en una oficina.

Te conocí en una oficina, te conocí debajo de una lámpara y te conocí mientras tus manos se entretenían en tu teclado.

Te vi con muecas en el rostro, con los ojos brillosos y con la boca llena.

Te hice reír en la iglesia, en la escuela y en el estadio.

Te imagine con ropa deportiva, con tu pijama y al final; vestida de blanco.

Te hable de frente, mientras veía tu rostro y tomaba tus manos.

No eres con quien me imagine, no eres con quien soñé y no eres a quien quería conocer; porque personas como tú, no hay mente que las pueda imaginar.

Viajamos al fin del mundo y al inicio del mismo, nos besamos en lo más alto y en las raíces de la naturaleza y ahora estamos viendo a nuestro alrededor pensando que hacer un domingo por la mañana.

Te espere sentado en las escaleras de un edificio rodeado de gente, te vi por el espejo acercarte con tu lento caminar y ahora nos protegemos del arroz que vuela sobre nuestras cabezas.

Se correr y se jugar futbol; pero nunca había bailado un vals.

Nos hemos dejado de hablar y no nos hemos visto por días; pero tu mirada siempre me ha acompañado, tu sonrisa pícara, tu calor latente, tu pensamiento crítico y tu humor característico.

Hoy podemos ser lo que queramos, hoy podemos hacer lo que deseemos. Hoy poder viajar al otro lado de la oficina y tomarnos de la mano, hoy podemos subir la montaña y admirar algo no tan bello como nuestro amor y hoy podemos decir; simplemente decir, acepto.

Dedicado a Gaby y Tania.


Nunca se detengan.

viernes, 9 de octubre de 2015

Mente vs Cuerpo.

Continua.

No puedo más.

Una más.

¿Cómo quieres que de una más?

Con la misma fuerza que hiciste la anterior.

No estaba tan cansado como ahora.

¿Te canso tanto una?

Fue el conjunto de las anteriores.

¿Y esa es tu excusa? ¿Haber hecho muchas? Y ¿ahora no puedes hacer una más?

Te odio.

Yo te odio más por haberte fallado.

¿A qué te refieres?

A que te venciste. A que dejaste de ser tú por alguien más.

Púdrete.

Púdrete tú primero, ingenuo.

 Ya cállate, deja de pensar en eso.

Deja de pensar que yo deje de pensar en eso; porque no está ayudando mucho amigo mío.

Haces una, dos, tres, cuatro y cinco más.

Listo.

¿Listo qué? ¿Ya te diste cuenta de lo que debiste hacer esa noche?

No lo valía, no hubiera podido, no hubiera sido yo. Así como ese día en las jardineras donde, en verdad si me falle. Hubiera pasado lo mismo. Y, además; si lo hubiera hecho la noche no hubiera transcurrido bien.

¿Y transcurrió bien, para ti? Una más.

Haces una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez más.

¿Cómo te sientes con eso?

Enojado. Debí haberlo hecho.

El hubiera no existe.

Debí haberme dejado llevar.

¿Seguro?

¿No es eso a lo que quieres llegar con esto? A que me dé cuenta que…

¿Qué me dices a mí? Soy tu mente imbécil. ¿A qué te des cuenta de que…?

De que las cosas han cambiado.

¿Y con eso te sientes?

Motivado, fuerte; no lo sé. Diferente.

¿Le hubieras roto la cara?

No, reaccione como debí haberlo hecho. El hubiera no existe. No soy tan mala persona; le hubiera arruinado su noche y la mía y…

Esa mamada. Jeje. ¡Era lo correcto!

Lo correcto era no haber nunca haber enviado ese mensaje.

Ahora, a estas alturas del partido. ¿Te arrepientes de haber regresado en ese entonces con ella?

No, jamás. Sino nunca me hubiera dado cuenta de la persona que soy.

¿Y qué persona eres? Una más.

Haces una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, dieciocho, diecinueve y veinte.

Lo sigo buscando.

Una más.

Haces una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuno, veintidós, veintitrés, veinticuatro, veinticinco, veintiséis, veintisiete, veintiocho, veintinueve y treinta.

Para.

No

¿Por qué?

Porque soy más que eso.

¿Cómo estas seguro de eso?

Porque lo siento, idiota.

Pendejo.

Puto.

Asno.

Pero no débil.

Bien dicho.

¿Ahora qué?

¿Unos diez kilómetros?

Porque no.

Haces los diez kilómetros.

Me siento mareado. Voy a vomitar.

Tengo que ir al baño.

No vas a llegar.

Demonios, te odio.

Vomitas.

Mírate en el espejo.

Te miras en el espejo.

¿Qué tengo que ver?

Tú dime.

Veo un joven que no aprende, que no sabe detenerse, por necio, por terco, por… por querer siempre más, por no darse por vencido, por querer ser más fuerte y vencerlos a todos. Y que acaba de vomitar sobre el suelo del gimnasio.

¿Y eso esta mal?

¿Qué haya vomitado en el suelo y que tengo que limpiar? Si. De todo lo demás, claro que no; me siento de maravilla.

Suficiente por hoy.

Ya lo creo.


Sonríes. 

miércoles, 7 de octubre de 2015

En las fauces del venado.

Corres a la máxima capacidad, corres hasta que las pantorrillas se vuelvan de piedra, corres hasta que la cabeza se te caiga del cuerpo y corres hasta que ya no sientes el suelo y solo vez pasar todo a tu alrededor.

Un árbol, dos árboles, tres árboles; pasto, tierra, el crujir de las hojas, el soplo del aire, el olor a tierra mojada y pisadas detrás de ti. Todo en un juego de luces y sombras en un día soleado en el bosque en el cual solo corres con tus tenis enlodados, con tu música entrando en tu cerebro, con tus pantaloncillos cortos mojados por el líquido que sale por cada uno de tus poros, con tu cabello hecho un desorden y con tu piel rasguñada por las ramas, troncos, piedras y ríos que has tenido que pasar para no detenerte y solo seguir corriendo sin razón aparente.

No has tomado agua, no has comido algún alimento y no has dejado de respirar agitadamente. Observas las plantas y los animales que te observan mientras no te detienes. Escuchas las hojas que se rompen con tu paso y el viento soplar por momentos. Sientes el calor de los rayos de luz y el agua pasar por tus piernas mientras tratas de pasar sobre ella. Y saboreas tu sudor y el aparente aire fresco que te rodea.

Corres y no te detienes porque a pesar de estar cansado quieres seguir adelante y dar todo de ti. Brincas, gateas, nadas y hasta te balanceas para no dejar de moverte.

Te topas con alguien que corre a la par de ti, que corre a tu lado por ese solitario bosque. Van los dos juntos cazando el liderato y solo sonríes porque él, al igual que tu; no se va a detener.

Empieza a tomar la delantera hasta que lo pierdes de vista, tú sabes que diste todo, que es más rápido y que actualmente es imposible alcanzarlo en esas condiciones. Pero tú te distraes por esta situación y no te das cuenta que está detenido en tu camino, que te está esperando y que te diriges directamente a él y que estas a punto de envestirlo.

Como puedes cambias el rumbo para no tocarlo pero es inevitable el no chocar con los árboles, las piedras, los arbustos y al final terminar tirado viendo al cielo en la tierra mojada bajo un haz de luz que ciega tu mirada. Y así sucede.

Sientes la tierra mojada en la espalda, el dolor de las piernas y brazos, el calor de tu frente y de tu pecho y la resequedad de tu boca; respiras lentamente y tu cuerpo se relaja. Tratas de levantarte lentamente y lo vez aun ahí parado, mirándote con desdén, con furia y con superioridad.

Los dos parados, viéndose directamente a los ojos; esos ojos negros, grandes y enfocados; esos cuernos afilados, largos y peligrosos; ese cuerpo tierno, noble y seductor y esa sensación conjunta de seducción por su apariencia y de peligro por sus objetivos.

Sabes que hacer y él también. Corren uno hacia el otro en cámara lenta para al final, cuando ya están cerca, él dando un gran santo con los cuernos de frente  y tú con un puño erguido; chocar y perderse entre el sonido de un rayo que acaba de caer en medio del bosque.

Despiertas tirado en el suelo y ya no está, pero no te importa; algo acaba de suceder que te hace dar cuenta que nunca se va a separar de tu lado, que él ahora es tu y que tú eres ahora él.

Te levantas, sonríes como nunca y sigues corriendo como nuca lo has hecho.  

domingo, 4 de octubre de 2015

De corazón.

-Te amo. En serio lo hago, no dejo de pensar en ti, no dejo de sentir tu respirar, no dejo de ver tu sonrisa en mi mente, no dejo de sentir tu mano en la mía, no de dejo de sentir tu calor, no dejo de pensar solamente en ti. Es que te amo y te amo demasiado y no puedo parar de hacerlo-

-Por favor no me hagas daño, no… no sé qué decirte pero por favor no me hagas daño- Lloriqueaba mientras estaba aferrado a la silla de madera donde se encontraba su hermoso cuerpo. –Soy tuyo, solamente tuyo pero por favor no me hagas daño-

-No mi amor, no te voy a hacer daño, jamás. Yo solamente te quiero a mi lado, quiero que compartamos una vida los dos solos, quiero que estés a mi lado hasta el final de los tiempos, quiero sentirte hasta el fondo de mi ser y te des cuenta de todo mi amor que tengo para ti. Mira ven, dame tu mano y siénteme- Mientras le tomaba su mano temblorosa, fría y sudada y la pasaba primeramente por mi rostro y la bajaba poco a poco –Siénteme, anda, no pares amor mío. Estas mejillas y estos labios son solo tuyos y los puedes besar hasta el final. Ahora siente estos senos que cubren mi corazón que late solo por ti; estrújalos y siéntelos firmemente. No pares querido, que rico se siente-

-Muy ricos pero por favor ¿Dónde estamos? ¿A dónde me has traído? ¿Qué quieres de mí? Tengo mucho miedo Andrea- Decía no en gritos pero si tratando de que su voz fuera firme.

-No pares de decir mi nombre amor mío, me encanta cuando lo dices. Oh por Dios, creo que voy a tener un orgasmo; oh mi amor siénteme- Cerré mis ojos con fuerza y mientras mis piernas temblaban me recargaba en su cuerpo y colocaba su mano en mi entre pierna para que experimentara mi placer por él.   

Así estuve no sé si unos segundos o minutos pero fue inmenso, placentero, magnifico y él me lo había provocado, con solo decir mi nombre. Era perfecto.

Me erguí de nuevo y su cuerpo ya no temblaba pero seguía igual de rojo y pálido. No alejaba su mirada de mí, esa mirada que me mostro en el instituto cuando me ayudo a levantarme del piso cuando me caí y todos esos inútiles se reían. Esa mirada que me daba cuando expuse en esa estúpida clase, esa mirada cuando me abrió la puerta de la cafetería para que pasara primero. Esos ojos cafés que tengo coloreados en cada centímetro de mi habitación, esos ojos que le lloraban en la mañana y que yo quería ser esa mano que se les restregaba.

-Creo que me tengo que ir, deben estar preocupados en mi casa- Se levantaba de su lugar lentamente tratando de evadir mi mirada cuando lo senté con fuerza de nuevo y me coloque en sus piernas con las mías alrededor de su cadera. Los dos sentados, lo abrace con fuerza mi pase mis labios y lengua por su cuello mientras le decía:

-No te vayas querido, no es momento, jamás te iras, eres solo mío- Lo besaba y lamía por su cuello cuando lo empecé a morder con fuerza y como respuesta sentí sus manos, esas fuertes manos tratando de separarnos y escuche un grito ahogado salir de su dulce, sexy y deliciosa boca.

Me empezó a golpear la espalda con sus puños hasta que cedí y me separe de él. Su cuello sangraba, no en cantidad pero si en una cantidad considerable y, no dejaba de ver el suelo y con su mano tratar de parar el fluido.

-Mírame mi amor, mírame hasta el amanecer, hasta el anochecer, hasta el final de nuestras vidas- Comentaba mientras con mis manos giraba su cabeza y aunque se opusiera, no tenía la suficiente fuerza para evitarlo.

-No llores mi amor, no lo hagas- Acerque mi boca hacía esas lagrimas y con mi lengua se las recogí – Que delicioso querido mío, que exquisito sabor-

-¿Quién eres? ¿Qué eres?- Decía en un susurro aquel hombre que me miraba con furia pero con dolor, con mucho dolor.

Le solté el rostro y me pare enfrente de él, debajo de ese único foco que alumbraba la habitación oscura. Tome la parte alta de mi blusa y la comencé a desabrochar lentamente hasta no dejar un solo botón puesto y me la quite; seguí con el corpiño que tenía un clip en la parte de enfrente y liberándome de la opresión lo deje caer a sus pies. Estaba semidesnuda frente aquel muchacho que me había enamorado cuando me había preguntado si estaba bien, que como había estado mi día, que de donde era, que como me llamaba y que si necesitaba algo que él me ayudaba. Mis senos libres y duros estaban a centímetro de él pero no los miraba; solo al suelo tratando de encontrar algo.

-Mírame- Le dije suavemente.

-No- Contesto en seco.

-Mírame- Aumente mi tono de voz.

-No- él también lo hizo.

Me acerque a él y tome su nuca con mi mano enterrando mis uñas en su cráneo y le giraba poco a poco la cabeza hasta que no pudo evitarlo.

-Tócame- No pudo decir nada, estaba concentrado en el dolor de su cabeza que comenzaba, al igual que su cuello, a sangrar.

Levanto su mano temblorosa y la coloco en uno de mis senos tomándolo con poca fuerza.

-Más fuerte mi amor, como debes saberlo- Y obediente trato de hacerlo más fuerte.

-Así mi amor, así me gusta pero no debes tocar eso; quiero que sientas algo más. Quiero que sientas algo más profundo, algo dentro de mí-

Se quedó pasmado unos momentos cuando quito su mano de mi seno y la empezó a dirigir a mí vientre tratando de llevar a mi sexo.

-No amor mío, no me refiero a eso- Se detuvo y alzo su mirada.

Alce mi vista al foco y se empezó a escuchar un crujido de huesos y un conjunto de sonidos dentro de mi cuerpo cuando escucho solo su grito de temor.

-¡¿Qué es eso?! ¡¿Qué eres?! ¡Suéltame! ¡Suéltame ya!- Entre mis senos perfectos se había hecho un agujero, mi piel se había abierto, mi caja torácica se había dividido y mis órganos estaban expuestos.

-Mete la mano y siénteme amor mío, siente este corazón que late por ti, siente todo este amor que se muere por ti-

-¡No, jamás! ¡Suéltame ya!- E inevitablemente le apreté con más fuerza el cráneo hasta que se quebró y grito de dolor pero no podía moverse.

Los minutos pasaron y solo se escuchaban sus gritos en la habitación hasta que pudo abrir sus ojos rojos y respirar un poco. Ya no tenía fuerza, estaba acabado; sus ojos que apenas podían estar abiertos lo delataban

El movimiento de su brazo era lento y se detuvo en la entrada de agujero que no sangraba.

-Siénteme toda tuya mi amor- Se volvió a mover su mano adentrándose en mí, se escuchaba húmedo y se sentía maravilloso hasta que con su dedo alcanzo a llegar a mi corazón.

-No siento que lata- Dijo en un susurro.

-Oh mi amor, claro que lo hace y por eso nuestros corazones deben estar juntos, así como nuestras vidas- Lo solté de la cabeza y de un movimiento clave mi mano en su pecho destrozando todos los órganos y huesos que había en mi paso hasta llegar al corazón. Un corazón latente que tome con mi mano y lo saque arrancándolo de su cuerpo.

Mi mano roja, su corazón escurriendo aun latiendo, su mirada en mí y su boca semi-abierta. Mire su corazón con fijación y le di un beso. Cerré los ojos y lo metí en mi cuerpo dejándolo a lado mío y saque la mano cerrando el orificio.

Volví a abrirlos y me encontré con sus ojos, nos mirábamos con fijación y amor.

-Ahora estamos juntos mi amor, solos los dos-

Y sin importar que su cuerpo estuviera escurriendo sangre por su nuca, por su cuello y en mayoría por su pecho lo abrece y me senté sobre él mancando mis senos con su sangre y envolviéndolo con mis piernas.


Sentí como su cabeza se apoyó en mi hombro, lo que me provoco un suspiro y que lo apretara con un mayor fuerza. Cerré los ojos y con una sonrisa en mi rostro, me quede su lado y él al mío.  

viernes, 2 de octubre de 2015

He regresado y tengo muchas cosas que decir.

He regresado y tengo muchas cosas que decir.

He regresado y no puedo sacarme de mi mente tu rostro.

He regresado y no puedo evitar celarme al pensar que estas con alguien más.

He regresado y no puedo pensar en esos bellos momentos que pasamos juntos.

He regresado y no puedo dejar de entristecerme porque ya no estas a mi lado.

He regresado y no puedo dejar de imaginarme un momento en el que hayamos estado de pie abrazados mientras yo te tomo de la nuca, metiendo mis dedos entre tu cabello y tu mejilla descansando en mi hombro.

He regresado y no puedo dejar de saborear cada centímetro de tu piel cuando pasaba mis labios por él.

He regresado y no puedo sacar tus ojos fijos en los míos cuando estaba arriba de ti y guardábamos silencio.

He regresado y no puedo dejar de odiarte por todo lo que me hiciste pasar.

He regresado y no puedo volverte a hablar.

He regresado y no quiero volverte a hablar.

He regresado y no dejo de impedirme volver a ver una foto tuya.

He regresado y no quiero volver a ver tu rostro.

He regresado y he entendido que tú ya no estás conmigo.

He regresado y no quiero que estés conmigo.

He regresado y tengo una nueva vida.

He regresado y soy una nueva persona.

He regresado y tengo nuevas metas.

He regresado y no me importa el pasado.

He regresado y como siempre lo he hecho; será con éxito rotundo.

He regresado y no pienso irme.

He regresado, pero nunca me fui.

He regresado y tú y yo, tenemos cosas que hablar. Tú tienes que leer y yo que escribir. Siempre ha sido así y siempre lo será.


He regresado y sonrío por eso. 

sábado, 1 de agosto de 2015

Caperucita y el Lobo.

Sus ojos, sus orejas, sus labios, su cabello, su nariz, su piel, su cuello, sus mejillas, sus cejas, sus pómulos, sus brazos, sus piernas; su no sé qué… Eran las imágenes que pasaban lentamente por la cabeza de un lobo que acostado en su habitación recordaba a  aquella caperucita que conoció en el campo o en el bosque o en las praderas o en las montañas; no importaba eso, sino ella y solo ella.

Sus audífonos ahora tocaban la canción de “Digital Love” del grupo Daft Punk del álbum Discovery y con los ojos cerrados y las piernas cruzadas sonreía al ver en la oscuridad de sus pupilas aquella vez que estuvo con ella por primera vez. Ese hola, esa plática de ciencia ficción, esa charla de lecturas, ese momento en que le enseño un juego y rozo con temor su piel; esa piel tan seductora que de tan solo recordarla, la sonrisa crece al igual que el flujo de sangre por sus órganos. Ese momento en que lo tomaron de la mano y aunque talvez haya sido sin intensión; esas cosas nunca se olvidan y el tiempo se congela cuando suceden. Y claro que el momento en que la extrañó.

¿Puedes extrañar a alguien que apenas conoces de unas horas? Demonios que sí, se contestaba a su pregunta el animal que había hablado poco esa noche y solo se concentraba en las palabras que salían de aquella humana, del conocimiento acerca de las artes que aunque tenía y aunque para el fueran nuevas; estaba dispuesto a aprender. No había nada más en la mente del lobo esa noche que no fuera saber más acerca de ella.

¿Qué hubiera pasado si esa noche…? Una pregunta inconclusa que le hizo abrir los ojos y mirar al techo blanco, dejar de mover sus pies al ritmo de la música y dar un suspiro. Sabía que las casualidades no existían pero tampoco que todos tenemos un plan ya establecido; pero era increíble cómo no se la había podido sacar de la cabeza aunque no la haya visto desde hace más de dos meses, como se sentía esa emoción de volverla a ver; como cuando era una cría y salía por primera vez a una cita, esa llama interna que no se puede controlar aunque lo intentes.

Estuvo a punto de no ir esa noche, al igual que ella. Esa noche iba a ser solo de desesteres, de pensar en otra cosa que no fueran las actividades cotidianas pero; pasó, la conoció y ahora… ¿Y ahora qué?

Nunca han dejado de hablar, nunca ha dejado de preguntar por ella aunque sea por medio de terceros, nunca la pudo sacar de su mente.

¿Un lobo enamorado de una, caperucita? A algunos les suena complicado, extraño de entender; pero para él era un sueño hecho realidad, aunque sea para él.

“There is something about us” Se dijo y escuchó al mismo tiempo.

¿Caperucita se podía enamorar del lobo? Pronto lo sabría y sabiendo que le iba a costar tiempo y paciencia; la tendría, sabía que la tendría porque lo valía.


Dejo de mirar al cielo y se recostó sobre su brazo volviendo a recordarla y ansiando volverla a ver. 
La noche pasó al igual que las canciones en sus oídos pero ella seguía ahí y no se fue hasta el momento en que la volvió a ver y nuevos recuerdos comenzaron a quedarse con él. 

viernes, 31 de julio de 2015

Solicito gente que quiera ayudar a cambiar las cosas.

Solicito gente que quiera ayudar a cambiar las cosas.

El motivo de mi mensaje es para reclutar gente interesada en la creación de una organización sin fines de lucro que apoye (no de manera económica; sino con alguien que las apoye escuchándolas, ayudándoles a encontrar trabajo, darles apoyo moral, etc.) a adolescentes embarazadas que oscilen de entre los 15 y los 21 años de edad.

Es un proyecto que apenas está naciendo pero con un gran potencial.
Para mayor información pueden enviarme un mensaje en Facebook o un correo a la cuenta: ch.cal@hotmail.com.

Gracias por su atención, buen día.
“Vida hay una y se tiene que vivir al máximo”

domingo, 26 de julio de 2015

Puedo volver a creer y estoy listo para volver a creer.

¿Por qué mi final fue diferente al de los demás? ¿Por qué no fui otro manjar en su paladar? Uno de los cientos que pasaron por su garganta alimentando a su sediento y hambriento ser. ¿Qué habrá pasado de ella si no me hubiera conocido? Y lo más importante ¿Qué habría pasado conmigo si yo no la hubiera conocido? Si no hubiera caminado por esa calle de regreso a casa, si hubiera tomado otro tren, si se me hubiera caído un cuaderno o de haber encontrado los baños cerrados. ¿Quién es ella? Y ahora ¿Quién soy yo?

Cientos de preguntas, millares de dudas y decenas de argumentos; pero mejor calló y escucho su respirar lento, siento sus brazos frágiles al abrazarme y deseo sus labios llenos de pecado.

Mi tiempo es limitado y el de ella también ha de ser, en algún momento se ha de acabar. ¿Yo por qué? ¿Por qué en esta era? ¿Qué hacías sentada en la banqueta alejada del faro de luz pero siendo aun así tu presencia reconocible? Hay respuesta a preguntas que mejor no han de ser contestadas.

Hay noches en las que, mientras estamos acostados, te abrazo por la espalda y empiezo a recorrer con mi mano tu piel desnuda y me aterro. Me preocupo por lo que hay detrás esa blanca, fría y tersa piel, y aunque pienso a veces escuchar tu corazón; a veces pienso que es solo mi imaginación o mi racionalidad al pensar que estas viva junto a mi lado y aunque no haces ningún movimiento, sé que estas despierta; esperando pacientemente a que te pregunte algo o simplemente pronuncie tu nombre por el que te haces llamar.

Eres quien me pidió que me fuera cuando te vi por primera vez, eres quien se arregla más cada día que entras por mi ventana o cuando te encuentro sentada en el mismo lugar que esa fría noche. Quien prefiere ese silencio y no come nada cuando estoy contigo.

No sé nada de ti en los días y es hasta los anocheceres cuando me envías un mensaje, me dices buenas noches y me preguntas por mi día, por las cosas que vi y viví, por los alimentos que comí y por los aromas que percibí.

Eres quien no duerme cuando yo duermo, eres quien me pregunta de la calidez de una mañana en la playa o del sentimiento que tengo hacía ti.

No sé mucho de ti, no sé nada de ti cuando tú ya lo has de saber todo de mí; pero… ahora ni nunca ha de importar; el pasado es para recordar y aprender, el presente para arriesgar y vivir y el futuro para soñar y creer y tú, me has hecho creer. Con esa mirada, con ese cabello, con esa piel y con esa sonrisa que conozco aun poco.

Te volteas y me observas mientras te veo recargado en mi mano y mi codo en la almohada. No dices nada por un momento y solo cierras con más fuerza mi mano con la tuya cuando me comentas “Dime ¿cómo es un amanecer?” no puedo impedir el sonreír y solo te contesto “Es lo más hermoso que puedes imaginarte”.

Me sueltas la mano y la pasas por detrás de mi cabeza y me jalas hacía la tuya hundiéndonos en un beso prolongado mientras te tomo por tu cadera y trato de no caerme sobre tu delicado cuerpo.


El acto termina y con nuestras frentes pegadas, los ojos cerrados y un suspiro que sale del corazón preguntas “¿Mejor que eso?” y te contesto antes de caer sobre tu encanto y pasar mi eternidad sobre él “No hay nada mejor que eso”. 

lunes, 18 de mayo de 2015

Media Naranja. Parte 9

Los pájaros cantaban, el señor Sol entraba por mi ventana y una calle silenciosa me daban los buenos días en un magnifico día con el que respondía con gran energía y alegría por mi parte.

Sin dudar tome el control de estéreo y comencé una canción que había preparado la noche anterior; un blues muy movido con una voz grave de cantante.

La escuche un minuto acostado en mi cama para después levantarme semidesnudo y dar unos pasos de baile mientras me estiraba un poco los brazos y piernas. Me prepare para darme un baño y mientras esperaba un poco y tiraba mi trusa sobre la cama cantaba feliz por la ocasión y no paraba de bailar. Uno que otro gallo salía de mi garganta a ritmo con movimientos de cadera que iban de atrás a adelante. Hace mucho no me levantaba con tanta alegría y felicidad.

Salí del baño dispuesto a secarme con el aire que iba a entrar por mi ventana al abrirla desnudo, apague el aparato de música y camine por todo el departamento escurriendo en agua. Tome ahora el control de la televisión y apareciendo las noticias de la mañana que apenas iban a empezar di vueltas sobre mi eje como una bailarina experta de ballet.

La puerta sonó y corriendo fui a abrir sin importar que estuviera con la piel al descubierto aunque ya sabía quién era quien tocaba.

-Ya casi empieza la mejor noticia que se ha presentado en este pueblo y…- Se dio cuenta de mi desnudes hasta ese momento.

-Yo estoy igual de emocionado, ya entra- La tome del brazo y la metí al lugar.

Nos sentamos en el sillón y subí el volumen del televisor.

“No puedo creer las ultimas noticias que han aparecido en los últimos días” Decía el señor serio detrás de un escritorio mientras se tapaba la cara indignado.

“Primero un camión lleno de gente inocente…”

-Hasta donde sé, si era inocente- Replicaba mientras me mofaba del hombre de traje.

“Después la universidad del estado con estudiantes con grandes futuros por delante…”

-Uno que otro huevón yo creó-

“Ahora, cuando pensábamos que las cosas ya habían pasado y que los tiempos iban a ser como la normalidad…”

-Nada va a cambiar ahora. ¡Ya dilo!- La ansiedad me ganaba y no pude evitar gritar.

“Pasaron treinta días y fueron treinta personas las secuestradas y asesinadas a sangre fría.”

-¡Qué horror!- Gritamos juntos.

“El día de ayer fue entregado un paquete en las oficinas del periódico El Mundo el cual contenía treinta y un videos, cada uno en un disco y en un sobre son la fecha del día que ocurrió el asesinato”

-Te apuesto el desayuno a que va a llorar- Me decía la mujer que estaba ansiosa a un lado mío.

-No entró, si va a llorar- Y dicho esto, el presentador se llevó una mano a sus ojos para cubrirse las lágrimas que comenzaban a salir de su rostro.

-Llorón-

“Lo siento mucho pero, es indignante lo que está pasando…”

-Y que se esperen a lo que viene en el video treinta y uno-  Dije mientras me paraba del sillón y me dirigía a la cocina a hacer un delicioso desayuno.

viernes, 15 de mayo de 2015

Media Naranja. Parte 8

Los días pasaban y la gente se iba relajando, todo volvía a la normalidad poco apoco aunque seguían sonando en los periódicos y en los radios las noticias que habían azotado al lugar y promesas de responsabilizar a las personas acreedoras de estos actos.

Todo ya estaba listo y ya se había cumplido un mes del atentado a la universidad y dado que eso era lo que ahora importaba en los noticieros ¿Quién iba a cubrir la noticia de desapariciones de personas? Y por esa razón, nosotros les íbamos a llevar la noticia; íbamos a ser los reporteros, camarógrafos y comentaristas de estos actos.

Para nosotros fue un mes de mucho trabajo, diario hacíamos una noticia nueva, diario dormíamos un promedio de tres horas y nos veíamos demacrados, pero lo valía; el informar a la gente siempre lo vale.

La jornada era despertar, ir a trabajar, hacer una investigación rápida, eliminar la información, salir del trabajo, ir a entrevistar a nuestro protagonista llevándolo a una bonita localidad y ahí hacerle unas preguntas, una serie de pruebas físicas y psicológicas y al final le dábamos como recompensa una estancia permanente en un lugar paradisiaco. Nosotros regresábamos a nuestros hogares hambrientos, cansados pero, con una gran sonrisa en nuestro rostro.

Ya teníamos los treinta y un videos en sobres separados y hoy era la noche de hacer entrega de nuestro trabajo a unas oficinas de un periódico local.

Caminábamos  por la acerca con tranquilidad y con una caja llena de sobres con los videos hasta que llegamos a las oficinas.

Entramos y con la excusa de dejar un paquete para un reportero nos permitió pasar la oficinista con rostro tan cansado como el de nosotros y el policía de una edad avanzada a las oficinas. Era un lugar lleno de escritorios, computadores y papeles por todos lados. El reloj marcaba las once de la noche y había muy pocas personas aun laborando.

Se respiraba un ambiente de café y cigarros y se escuchaban solamente los golpes de los dedos con los teclados de la poca gente que había.

Dejamos el paquete e un escritorio y nos fuimos de ahí; era un lugar viciado, oscuro y por eso incómodo. Nos despedimos de la secretaria y del policía y seguimos nuestro rumbo por la acera.

Teníamos el presentimiento de que iban a ser unas próximas horas muy agitadas.