Un error y me costó más
de lo que pude pensar. Dudas, inseguridad, pena, vergüenza y odio. Pero eso
sucede cuando todos nos equivocamos ¿no? Es un efecto que nos produce una baja
en la autoestima y que nos dejemos derrumbar, porque eso queremos; estar en el
suelo por esos momentos saboreando nuestro noble fracaso. ¿Nos levantamos? Solo
pocos, los que queremos y los que no nos dejamos.
Pensamos en el hubiera, el hubiera nunca ha existido, es un
mito, una mala leyenda con la que engañamos a nuestra mente pensando en una
realidad alternativa cuando estamos en el proceso de nuestra falla.
“Ojala no hubiera escogido la galleta” un pensamiento que pensé
en mi momento de decadencia pero seguido por un “qué bueno que escogí la
galleta” ¿qué pasó ahí?
El momento en el que nos caemos es cuando usamos el hubiera;
el momento del enojo, el cual utilizamos un pensamiento que involucre al mal
que nos afecto en su contra; el momento de levantarnos, cuando aceptamos lo que
está hecho y lo que está pasando.
No estoy de pie, ni acostado; solo sentado esperando que
todo se mejore por sí solo. Lo hecho, hecho esta y no hay nada que podamos
hacer con eso.
Estoy en un momento de aceptación, el momento en el que nos
levantamos y dejamos que todo fluya. Al principio de este texto estaba hecho pedazos,
pero ahora a casi su final, me pude levantar.
No esperen nada de mí, porque no quiero decepcionarlos y eso
me dolería más a mí por ser un perfeccionista excéntrico. Me maldigo por eso.
Tenga un buen día y como una nota final, no tengo ni la más
remota idea de lo que escribí aunque tiene un cierto sentido ahora que lo
vuelvo a leer.
1 comentario:
Maldita I-B-E-R-O
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