Tome un extremo de la mesa en donde se encontraba acostada y
la empuje cerrando el frío cajón.
-Todo fue tu culpa y ahora pagaras por el precio de tus
actos. Se acabó el juego- Simplemente no dije nada en ese momento.
Me tomó del brazo y me jalo afuera del cuarto. Caminamos por
un pasillo oscuro hasta una puerta de emergencia en donde me saco y en donde ya
había una camioneta blanca con las puertas traseras abiertas esperándonos.
Nos subimos y un par de policías cerraron las puertas,
después la camioneta arranco de inmediato y no se detuvo hasta una hora mas
tarde.
El viaje fue en silencio y en la oscuridad de la caja del móvil,
un viaje del que estaba seguro que no era para prisión.
La van se detuvo y se abrieron las puertas descubriendo un bosque
en medio de la carretera en el que me bajaron y guiaron dos policías de cada
lado adentrándome en esté hasta llegar a una casa abandonada.
En el interior del hogar había solamente una silla de metal
empotrada en el piso, una cubeta y una mesa de madera podrida. Además de un
olor a mierda sofocante y una ventana a espaldas de la silla por donde entraba
la única luz que iluminaba el lugar.
Y así como en la casita en donde me encontraron, me sentaron
en la silla y esposaron brazos y piernas a la silla dejándome, de nuevo, inmóvil
aunque con una gran diferencia; ahora no me iba a morir de hambre sino de los
golpes que me propinaban a diario dos oficiales diferentes.
Pasaban los días y los policías que primero me alimentaban
con comida barata, me soltaban de la silla y después me golpeaban por dos horas
hasta dejarme inconsciente.
Todos hacían preguntas, todos gritaban y todos expresaban su
odio hacia mi silencio profundo. Ni una sola palabra salió de mí en todo el
día.
Por las noches frías pensaba en lo que había hecho en mi
vida, en lo divertido que me la había pasado y sobre todo, en ella; en cómo
había empezado y en cómo había terminado. Por ahora no podía hacer algo más,
estaba solo y no faltaba mucho para el acto final; solo había que esperar un
poco más.
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