martes, 29 de diciembre de 2015

Media Naranja. Parte 18

Tome un extremo de la mesa en donde se encontraba acostada y la empuje cerrando el frío cajón.

-Todo fue tu culpa y ahora pagaras por el precio de tus actos. Se acabó el juego- Simplemente no dije nada en ese momento.

Me tomó del brazo y me jalo afuera del cuarto. Caminamos por un pasillo oscuro hasta una puerta de emergencia en donde me saco y en donde ya había una camioneta blanca con las puertas traseras abiertas esperándonos.

Nos subimos y un par de policías cerraron las puertas, después la camioneta arranco de inmediato y no se detuvo hasta una hora mas tarde.

El viaje fue en silencio y en la oscuridad de la caja del móvil, un viaje del que estaba seguro que no era para prisión.

La van se detuvo y se abrieron las puertas descubriendo un bosque en medio de la carretera en el que me bajaron y guiaron dos policías de cada lado adentrándome en esté hasta llegar a una casa abandonada.

En el interior del hogar había solamente una silla de metal empotrada en el piso, una cubeta y una mesa de madera podrida. Además de un olor a mierda sofocante y una ventana a espaldas de la silla por donde entraba la única luz que iluminaba el lugar.

Y así como en la casita en donde me encontraron, me sentaron en la silla y esposaron brazos y piernas a la silla dejándome, de nuevo, inmóvil aunque con una gran diferencia; ahora no me iba a morir de hambre sino de los golpes que me propinaban a diario dos oficiales diferentes.

Pasaban los días y los policías que primero me alimentaban con comida barata, me soltaban de la silla y después me golpeaban por dos horas hasta dejarme inconsciente.

Todos hacían preguntas, todos gritaban y todos expresaban su odio hacia mi silencio profundo. Ni una sola palabra salió de mí en todo el día.


Por las noches frías pensaba en lo que había hecho en mi vida, en lo divertido que me la había pasado y sobre todo, en ella; en cómo había empezado y en cómo había terminado. Por ahora no podía hacer algo más, estaba solo y no faltaba mucho para el acto final; solo había que esperar un poco más.  

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