-Te amo. En serio lo hago, no dejo de pensar en ti, no dejo
de sentir tu respirar, no dejo de ver tu sonrisa en mi mente, no dejo de sentir
tu mano en la mía, no de dejo de sentir tu calor, no dejo de pensar solamente
en ti. Es que te amo y te amo demasiado y no puedo parar de hacerlo-
-Por favor no me hagas daño, no… no sé qué decirte pero por
favor no me hagas daño- Lloriqueaba mientras estaba aferrado a la silla de
madera donde se encontraba su hermoso cuerpo. –Soy tuyo, solamente tuyo pero
por favor no me hagas daño-
-No mi amor, no te voy a hacer daño, jamás. Yo solamente te
quiero a mi lado, quiero que compartamos una vida los dos solos, quiero que estés
a mi lado hasta el final de los tiempos, quiero sentirte hasta el fondo de mi
ser y te des cuenta de todo mi amor que tengo para ti. Mira ven, dame tu mano y
siénteme- Mientras le tomaba su mano temblorosa, fría y sudada y la pasaba
primeramente por mi rostro y la bajaba poco a poco –Siénteme, anda, no pares
amor mío. Estas mejillas y estos labios son solo tuyos y los puedes besar hasta
el final. Ahora siente estos senos que cubren mi corazón que late solo por ti; estrújalos
y siéntelos firmemente. No pares querido, que rico se siente-
-Muy ricos pero por favor ¿Dónde estamos? ¿A dónde me has traído?
¿Qué quieres de mí? Tengo mucho miedo Andrea- Decía no en gritos pero si
tratando de que su voz fuera firme.
-No pares de decir mi nombre amor mío, me encanta cuando lo
dices. Oh por Dios, creo que voy a tener un orgasmo; oh mi amor siénteme- Cerré
mis ojos con fuerza y mientras mis piernas temblaban me recargaba en su cuerpo
y colocaba su mano en mi entre pierna para que experimentara mi placer por él.
Así estuve no sé si unos segundos o minutos pero fue
inmenso, placentero, magnifico y él me lo había provocado, con solo decir mi
nombre. Era perfecto.
Me erguí de nuevo y su cuerpo ya no temblaba pero seguía
igual de rojo y pálido. No alejaba su mirada de mí, esa mirada que me mostro en
el instituto cuando me ayudo a levantarme del piso cuando me caí y todos esos inútiles
se reían. Esa mirada que me daba cuando expuse en esa estúpida clase, esa
mirada cuando me abrió la puerta de la cafetería para que pasara primero. Esos
ojos cafés que tengo coloreados en cada centímetro de mi habitación, esos ojos
que le lloraban en la mañana y que yo quería ser esa mano que se les
restregaba.
-Creo que me tengo que ir, deben estar preocupados en mi
casa- Se levantaba de su lugar lentamente tratando de evadir mi mirada cuando
lo senté con fuerza de nuevo y me coloque en sus piernas con las mías alrededor
de su cadera. Los dos sentados, lo abrace con fuerza mi pase mis labios y
lengua por su cuello mientras le decía:
-No te vayas querido, no es momento, jamás te iras, eres
solo mío- Lo besaba y lamía por su cuello cuando lo empecé a morder con fuerza
y como respuesta sentí sus manos, esas fuertes manos tratando de separarnos y
escuche un grito ahogado salir de su dulce, sexy y deliciosa boca.
Me empezó a golpear la espalda con sus puños hasta que cedí
y me separe de él. Su cuello sangraba, no en cantidad pero si en una cantidad considerable
y, no dejaba de ver el suelo y con su mano tratar de parar el fluido.
-Mírame mi amor, mírame hasta el amanecer, hasta el
anochecer, hasta el final de nuestras vidas- Comentaba mientras con mis manos
giraba su cabeza y aunque se opusiera, no tenía la suficiente fuerza para
evitarlo.
-No llores mi amor, no lo hagas- Acerque mi boca hacía esas
lagrimas y con mi lengua se las recogí – Que delicioso querido mío, que exquisito
sabor-
-¿Quién eres? ¿Qué eres?- Decía en un susurro aquel hombre
que me miraba con furia pero con dolor, con mucho dolor.
Le solté el rostro y me pare enfrente de él, debajo de ese único
foco que alumbraba la habitación oscura. Tome la parte alta de mi blusa y la comencé
a desabrochar lentamente hasta no dejar un solo botón puesto y me la quite; seguí
con el corpiño que tenía un clip en la parte de enfrente y liberándome de la
opresión lo deje caer a sus pies. Estaba semidesnuda frente aquel muchacho que
me había enamorado cuando me había preguntado si estaba bien, que como había estado
mi día, que de donde era, que como me llamaba y que si necesitaba algo que él
me ayudaba. Mis senos libres y duros estaban a centímetro de él pero no los
miraba; solo al suelo tratando de encontrar algo.
-Mírame- Le dije suavemente.
-No- Contesto en seco.
-Mírame- Aumente mi tono de voz.
-No- él también lo hizo.
Me acerque a él y tome su nuca con mi mano enterrando mis
uñas en su cráneo y le giraba poco a poco la cabeza hasta que no pudo evitarlo.
-Tócame- No pudo decir nada, estaba concentrado en el dolor
de su cabeza que comenzaba, al igual que su cuello, a sangrar.
Levanto su mano temblorosa y la coloco en uno de mis senos tomándolo
con poca fuerza.
-Más fuerte mi amor, como debes saberlo- Y obediente trato
de hacerlo más fuerte.
-Así mi amor, así me gusta pero no debes tocar eso; quiero
que sientas algo más. Quiero que sientas algo más profundo, algo dentro de mí-
Se quedó pasmado unos momentos cuando quito su mano de mi seno
y la empezó a dirigir a mí vientre tratando de llevar a mi sexo.
-No amor mío, no me refiero a eso- Se detuvo y alzo su
mirada.
Alce mi vista al foco y se empezó a escuchar un crujido de
huesos y un conjunto de sonidos dentro de mi cuerpo cuando escucho solo su
grito de temor.
-¡¿Qué es eso?! ¡¿Qué eres?! ¡Suéltame! ¡Suéltame ya!- Entre
mis senos perfectos se había hecho un agujero, mi piel se había abierto, mi
caja torácica se había dividido y mis órganos estaban expuestos.
-Mete la mano y siénteme amor mío, siente este corazón que
late por ti, siente todo este amor que se muere por ti-
-¡No, jamás! ¡Suéltame ya!- E inevitablemente le apreté con más
fuerza el cráneo hasta que se quebró y grito de dolor pero no podía moverse.
Los minutos pasaron y solo se escuchaban sus gritos en la habitación
hasta que pudo abrir sus ojos rojos y respirar un poco. Ya no tenía fuerza,
estaba acabado; sus ojos que apenas podían estar abiertos lo delataban
El movimiento de su brazo era lento y se detuvo en la entrada
de agujero que no sangraba.
-Siénteme toda tuya mi amor- Se volvió a mover su mano adentrándose
en mí, se escuchaba húmedo y se sentía maravilloso hasta que con su dedo
alcanzo a llegar a mi corazón.
-No siento que lata- Dijo en un susurro.
-Oh mi amor, claro que lo hace y por eso nuestros corazones
deben estar juntos, así como nuestras vidas- Lo solté de la cabeza y de un
movimiento clave mi mano en su pecho destrozando todos los órganos y huesos que
había en mi paso hasta llegar al corazón. Un corazón latente que tome con mi
mano y lo saque arrancándolo de su cuerpo.
Mi mano roja, su corazón escurriendo aun latiendo, su mirada
en mí y su boca semi-abierta. Mire su corazón con fijación y le di un beso.
Cerré los ojos y lo metí en mi cuerpo dejándolo a lado mío y saque la mano
cerrando el orificio.
Volví a abrirlos y me encontré con sus ojos, nos mirábamos con
fijación y amor.
-Ahora estamos juntos mi amor, solos los dos-
Y sin importar que su cuerpo estuviera escurriendo sangre
por su nuca, por su cuello y en mayoría por su pecho lo abrece y me senté sobre
él mancando mis senos con su sangre y envolviéndolo con mis piernas.
Sentí como su cabeza se apoyó en mi hombro, lo que me
provoco un suspiro y que lo apretara con un mayor fuerza. Cerré los ojos y con
una sonrisa en mi rostro, me quede su lado y él al mío.
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