sábado, 6 de agosto de 2016

La Prueba. Parte 24. Final.

-¿Cómo sobreviviste?- Le pregunte mientras avanzábamos gateando por los ductos de ventilación que estaban arriba de los pasillos oscuros del hospital.

-Después de la ola desperté en la costa y observe como te llevaban a este feo lugar-

-¿Dónde estuviste todo este tiempo?- Hacia frío y tratábamos de avanzar lo más rápido posible pero ya estábamos tardando demasiado para salir.

-Escondido en este lugar, tratando de encontrar el momento indicado para ayudarte a escapar y que por fin se terminara esta pesadilla- Giraba en las esquinas, derecha, izquierda; parecía que estábamos dando vueltas en círculos.

-¿Sabes por dónde ir?- Comenzaba a desesperarme, no tardaba en amanecer.

-Claro que sí, ya pronto esto acabara- Su tono era serio, bastante serio para la ocasión.

-¿Podrías dejar de decir que esto se va a acabar? He estado demasiado tiempo esperando ese verdadero momento y siempre pasa algo-

-Tranquilo compañero, ya casi llegamos-

Mientras avanzábamos sentí como comenzaban a temblar el ducto por donde veníamos y como iba perdiendo la vista, trataba de hablar pero solo veía como se iba alejando mi amigo y por un momento todo cambió. Ya no estaba en el ducto, ya no estaba cansado, ya no estaba en la oscuridad; ahora regresaba a mi cuarto, acostado en mi cama con el Sol pegándome en el rostro. Todo era tan tranquilo, todo era tan hermoso; ya no recordaba hace mucho tiempo que era sentir esa sensación.

Parpadee un par de veces y a la segunda vez regresé al ducto, todo había sido una alucinación; un sueño despierto.

-¿Estás bien?- Levante la vista y ahí estaba Marco, mirándome de reojo.

-Sí, solo me maree un poco- Y continuamos.

Gateamos unos metros más hasta que se detuvo y quitando un pasador abrió una ventanilla que nos llevaba a la parte superior de un cuarto de aseo. Se acomodó y se soltó cayendo de pie sobre el suelo, trate de hacer lo mismo pero no logre tener la fuerza en las piernas para aguantar el impacto y termine con la espalda en el piso.

-Llegamos a casa, ahora esperaremos a que abran el hospital para salir vestidos de enfermeros y por fin ser libres-

-¿Cuánto falta para eso?- Me levantaba lentamente mientras volvía a sentir como el cuarto comenzaba a temblar igual que como pasó en el ducto.

-Poco, muy poco-

-No me siento muy bien- Todo se movía en todas direcciones y solo observaba como Marco se acercaba a un estante mientras aparecía y desaparecía de mi vista modificada.

-No entiendo porque, aun no pasa nada. Debes aguantar, ya falta poco para que se acabe-

-Deja de decir eso y ayúdame, no puedo ver bien, tomo está temblando ¿Qué vas a tomar del estante? Dame la mano, no puedo estar de pie-

-Esto se va a acabar ahora, por fin seré libre- Y tomaba algo del estante, era un arma y en cuanto me apunto con ella, como pude me avente sobre su cuerpo. Forcejeamos por unos momentos hasta que hubo dos estallidos en la habitación.

Mi vista se recuperó después de eso y mientras me levantaba del suelo pude ver sus ojos perdidos, vacíos; su boca estaba abierta y sus labios resecos. Debajo de él ya había un charco de sangre que crecía por el orificio que tenía en su pecho.

Me senté recargado con mi espalda en la pared más próxima mientras enfrente de mi veía su cuerpo muerto.

No se cuento tiempo pasó pero nunca me había dado cuenta de que había una puerta cerca de su cuerpo. Me levante con mis manos manchadas del líquido rojo y tome la perilla, la gire y abrí la puerta.

Un destello de luz me deslumbró la vista al principio pero momentos después pude observar que había alguien parado frente a mí, vi sus pies y sus piernas; era una mujer.

-Se acabó- Era la misma voz que nos había dado la bienvenida a ese centro de control, la que hablaba por el teléfono, por las bocinas y en mi cabeza.

-¿En verdad?-

-En verdad, eres el único con vida- Era seria su voz e invisible de la cintura para arriba.

-¿Ya puedo ir a casa?-

-Sí, ya puedes irte con tu premio a casa-

-¿Y qué me gané?-

-¿Ya no recuerdas?- Y por primera vez sentí su mano en mi hombro, eran dedos largos y fríos; era el tacto de una mujer fuerte y aterradora.

-Por algo pregunto señorita-

-Dime Amanda, ya no tenemos que tener formalidades, querido-

-Amanda, bien. ¿Qué me gané Amanda?-

-Todas tus respuestas ¿recuerdas?-

-¿Respuestas?- Sentí como se acercaba a mí y su rostro gélido casi rozaba el mío. Su respirar era tranquilo y su olor era desagradable, a algo muerto.

-Tu siempre pediste que se murieran ellos ¿recuerdas? Cuando estaba con el ataque en la computadora frente a ti, cuando le disparo, cuando estabas en el cuarto viendo por las pantallas, cuando ibas caminando por la playa, cuando estabas en el hospital; siempre quisiste la muerte de ellos y ahora la tienes, es tu mejor premio; el mejor de todos, tus deseos se hicieron realidad ¿Miento?- Su voz era fría, su voz era malvada; estaba maldita.

-No, no mientes- Todo era verdad, nadie es tan santo como pretende.

-Bien, ahora una cosa más antes de que te vayas-

-Dime Amanda- Era extraña la sensación ahora, de cansancio, mareo, la vista se volvía a nublar y un zumbido en mis oídos.

-Hubo dos disparos y tu compañero solo tiene uno ¿Dónde está el segundo?-

-Jamás íbamos a salir, ¿verdad?- apenas sonreía por la ironía de la vida.

-No eres tan tonto como pensaba- Se alejaba de nuevo de mí y me daba un beso en la mejilla con esos labios congelados –Siempre fuiste mi favorito para llegar al final, pero jamás me imagine que llegaran tan lejos; en verdad que sobrevivieron a todas las pruebas pero…-

Y la interrumpí  tomándola del brazo con la fuerza que restante ya que ahora me tocaba a mí decirlo.

-Pero todo ha llegado a su fin, ahora lo sé- La solté y me desvanecí en sus pies como un muñeco de trapos o mejor dicho, como a un títere al que al fin le cortaron los hilos y se volvía libre; libertad que ahora le costaba su movimiento, su vida y su respirar; sus sueños y sus anhelos; libertad que ahora obtenía a costa de todo.


-Ahora soy libre, ya se acabó-