viernes, 25 de octubre de 2013

Mi Arnold.

Hoy no hay música mientras escribo, hoy no tengo que inspirarme en algo que ya se veía venir y de lo que estábamos o pensábamos estar preparados; nunca estás listo para estas situaciones.

Hace 14 años llegaste a mi vida, hace catorce años te vi por primera vez correr entre los muebles de casa de mis abuelos como el cachorrito que eras. Ese día me entere que eras hijo de Shuster, el perro de mi abuelo, y que querían que fueras nuestra mascota que al final de cuentas fuiste más que eso, mucho más.

En el camino pensamos en un nombre; se me ocurrió Arnold en alusión a la caricatura del niño cara de balón de aquellos tiempos que tanto nos encantaba a mi hermana y a mí. Ese fue tu nombre en vida y ese será tu único nombre con el que siempre te recordare.

Llegaste en una caja de cartón y jugamos en el pasillo del departamento que fue tu hogar. Hoy me entero que esa noche no dejabas de llorar y David, un vecino, nos dijo que era porque tenías frío y que te pusiéramos un peluche para que no lloraras. Ese remedio fue la solución.

Yo iba en el Kinder y soñaba que al salir te viera con mi mamá esperándome; paso una vez y creía haberlo olvidado. Pero imagino mi rostro y alegría.

Fuiste un perro “puto”, te orinabas en los sillones y en donde fuera; un día te dejamos en la cocina y cuando nos fuimos aprovechaste para salir y poner tu hogar de cabeza; en otra ocasión paso lo mismo y mi madre enojada salió contigo y te dejo en la calle, yo corrí a mi ventana y veía como te ibas alejando, envuelto en llanto mi mamá te llamo y regresaste al departamento.

La primera vez que te dejamos en casa de mis abuelos porque nosotros nos íbamos de viaje, recuerdo haber llorado mucho y haberte dado tu bendición para que no te pasara nada y me esperaras. Regresábamos y te veíamos desde abajo como te asomabas y brincoteabas por la azotea, eras por quien primero preguntaba y corría a abrazarte mientras escuchaba a mis abuelos decir que habías estado llorando porque nos extrañabas. Una vez te caíste desde ese techo hasta el suelo, pero un árbol amortiguo la caída y no te pasó nada.

Tuviste una enfermedad que fue causada por una bacteria, te causaba convulsiones y la primera vez que te vi así no sabía qué hacer y recuerdo que me metieron a bañar y yo rogaba a Dios que no te llevara, después mi mamá me enseño que ya estabas bien. Era cuestión de hablarte para calmarte.

Cuando estabas en la cocina y yo tenía algún problema, iba contigo y me desahogaba mientras estaba sentado en un banquito y tú te subías en mis piernas como si me dijeras que todo estaría bien; yo seguía llorando y te abrazaba.

Jugábamos en el piso, en la cocina, en una esquina donde no te dejaba salir con mi espalda, con los cojines, con tu hot-dog y tus pelotas. Te saque a caminar y te llevaba a la veterinaria para que te pusieran guapo.

Siempre miedoso a los cohetes y a los rayos en la hora que fueran. Fiestas patrias y año nuevo eran una pesadilla para ti.

Creciste al igual que yo y siempre te ame.

Nos mudamos y te seguí sacando a caminar pero ya estabas viejo, ya no veías bien y escuchabas muy poco pero a pesar de eso te me acercabas cuando estaba cerca de ti y de una u otra manera evitabas pisar las coladeras.

En estos últimos días, ya era inevitable lo que tenía que suceder, por lo que tanto lloraba y por lo que jamás quería pasar. Ya todos lo presentíamos y ya teníamos un día fijo.

Hoy, 25 de octubre de 2013 iba a ser tu último viernes con nosotros ya que el sábado a las dos íbamos a ir al veterinario a que dieras el último aliento.

Me negaba a esa travesía y a pesar de ser una persona que cree muy poco en Dios, rogaba que no pasara eso y te adelantaras; Dios escucho.

Fue entre las 6 y las 9 de la mañana que pasó. Mi madre te encontró tranquilo y en paz. Yo me entere no hace mucho.

No sé cómo explicarte ni como decirte otra cosa que no sea gracias. Gracias por haber sido mi perro, mi mejor amigo, mi confidente, mi guía, mi compañero, mi motivo de sonrisas, risas y llanto y sobre todo, miembro de mi familia.

Jugué futbol en la mañana y sin saber nada, quise dedicarte cada paso que diera en la cancha y me mataría ahí para dedicártelo. Ganamos Arnold, 3-2.

Llegue en la tarde noche y pregunte por ti “¿Cómo esta Arnold?” aunque ya habían sido muchas veces en el día en las que había llorado por ti, volví a hacerlo mientras me decía a mí mismo “Era por su bien”.
No hay nadie como tú.

Caminando lentamente y la ultima vez, yo cantaba “El Gato triste y azul” de Roberto Carlos y decidí que fuera tuya.

…………. “Mi perro me hacia compañía”…………………

Todos los perros van al cielo. Siempre odie esa película ya que no quería que fueras al cielo y en vez de eso, te quedaras conmigo.

Gracias Arnold y anqué hoy no me hayas esperado para despedirme siempre serás ese perro, mi mejor amigo que me apoyo y acompaño hasta el fin de su vida.

Tu vela se fue apagando y hoy diste el último soplido.


Te amo, adiós mi amigo; te fuiste al cielo.



sábado, 19 de octubre de 2013

Tu perfil en mis ojos.

¿Acaso es la crema para la piel que llevas puesta? ¿Es un perfume suave que cubre tu seductor cuello? ¿Es el olor del acondicionador de cabello que usas cuando el agua pasa por tu cuerpo y tienes los ojos cerrados? ¿Es el detergente de tu ropa que tanto deseo desgarrar o del de las sabanas que por momentos están enredándonos y en otros ya están en suelo? ¿O es acaso tu olor corporal? Tan suave, tan delicado y tan delicioso que no me canso de disfrutarlo con cada bocanada de aire que entra por mis pulmones. Sea lo que sea quiero seguir saboreándolo dentro de mi cuerpo y en mi mente que esta extasiada.

Aun es de noche y estas acostada sobre mí, acurrucada en mi pecho que crece y se hace pequeño por cada respirar, con tu mano en mi hombro y tu oreja pegada en donde mi corazón late lentamente. Tu cabello oscuro esta enredado, tus ojos cerrados descansan y por tu mente pasan miles de imágenes que se vuelven tus sueños; tu respirar es pausado y relajado y aunque no estoy sobre ti, escucho tu corazón moverse en el interior de tu cuerpo impulsando litros de sangre que pasan por cada rincón de tu organismo haciendo que puedas vivir en ese momento y yo te pueda disfrutar. De vez en cuando tu lengua sale a humedecer tus labios un poco y vuelve a donde pertenece; quisiera ser esa lengua y esos labios o por lo menos poderlos tocar con todos mis sentidos agudizados y poder sentir ese calor que emana de tu cuerpo.

No dejo de ver el techo de nuestra habitación y te empujo un poco hasta quedar libre de tus manos y de tu cuerpo y poderme levantar sin hacer mucho ruido para evitar despertarte. Al final lo logro y camino descalzo y con solo un pantalón de pijama para el baño, entro y prendo la luz cuando estoy frente al espejo.

Mis pupilas se dilatan y me hacen doblarme un poco porque la luz me afecta; parpadeo un par de veces hasta que me acostumbro. Hace frío y por el espejo veo como sale humo de mi cuerpo tocándome los brazos queriéndolo atrapar. Me lavo la cara y con una toalla me seco pasivamente y me quedo con ella un momento más presionándola contra mi rostro. Me la quito y me miro al espejo con el pecho desnudo y los vellos erizados por el frío

Estoy tranquilo, feliz y un poco cansado pero tengo un rostro calmado; sin ninguna preocupación.

Se abre poco a poco la puerta y ella entra al baño con una blusa que le queda grande y debajo de ella un pequeño bóxer, le cuesta igual de trabajo acostumbrarse a la luz pero cuando ya lo está me mira atreves del espejo con la cabeza un poco inclinada y el cabello cayéndole a un hombro y a la frente. Lanza un bostezo y se rasca los ojos con la parte exterior de sus manos; fue una escena tierna, dulce y de esos momentos que jamás cambiaría por nada ya que lo único que yo hacía era sonreír y ser víctima de sus actos que me encantaban.

Se acerco a mí y me abrazo por la espalda diciendo:

-Hace frío- Fue un susurro pero con el silencio de la noche cómplice de nosotros sonó como si hablara en su tono normal.

Acaricie su mano y sin dejarla de ver en el espejo le dije:

-Lo sé, pero ahora ya no tanto-

Me di la vuelta y la bese tiernamente con mi mano debajo de su oreja y mis dedos entrelazados en su cabello oscuro. Sentí su calor, el palpitar de su corazón, sus manos en mis hombros y la suavidad de su piel.

La lluvia comenzaba a caer y solo se escuchaba el golpeteo de las gotas con la ventana hasta que cayó un rayo del cielo y sus manos me tomaron con más fuerza; no sé si habrá sido por ese momento o porque en ese mismo instante nuestras lenguas se comenzaban a tocar.

De pronto se fue la luz y aunque ya estaba en la oscuridad por tener los ojos cerrados ya no se pasaba luz por mis parpados y en esa oscuridad estábamos los dos juntos, como desde el principio.


Estuve de nuevo en la oscuridad y sin tener frío.