viernes, 15 de mayo de 2015

Media Naranja. Parte 8

Los días pasaban y la gente se iba relajando, todo volvía a la normalidad poco apoco aunque seguían sonando en los periódicos y en los radios las noticias que habían azotado al lugar y promesas de responsabilizar a las personas acreedoras de estos actos.

Todo ya estaba listo y ya se había cumplido un mes del atentado a la universidad y dado que eso era lo que ahora importaba en los noticieros ¿Quién iba a cubrir la noticia de desapariciones de personas? Y por esa razón, nosotros les íbamos a llevar la noticia; íbamos a ser los reporteros, camarógrafos y comentaristas de estos actos.

Para nosotros fue un mes de mucho trabajo, diario hacíamos una noticia nueva, diario dormíamos un promedio de tres horas y nos veíamos demacrados, pero lo valía; el informar a la gente siempre lo vale.

La jornada era despertar, ir a trabajar, hacer una investigación rápida, eliminar la información, salir del trabajo, ir a entrevistar a nuestro protagonista llevándolo a una bonita localidad y ahí hacerle unas preguntas, una serie de pruebas físicas y psicológicas y al final le dábamos como recompensa una estancia permanente en un lugar paradisiaco. Nosotros regresábamos a nuestros hogares hambrientos, cansados pero, con una gran sonrisa en nuestro rostro.

Ya teníamos los treinta y un videos en sobres separados y hoy era la noche de hacer entrega de nuestro trabajo a unas oficinas de un periódico local.

Caminábamos  por la acerca con tranquilidad y con una caja llena de sobres con los videos hasta que llegamos a las oficinas.

Entramos y con la excusa de dejar un paquete para un reportero nos permitió pasar la oficinista con rostro tan cansado como el de nosotros y el policía de una edad avanzada a las oficinas. Era un lugar lleno de escritorios, computadores y papeles por todos lados. El reloj marcaba las once de la noche y había muy pocas personas aun laborando.

Se respiraba un ambiente de café y cigarros y se escuchaban solamente los golpes de los dedos con los teclados de la poca gente que había.

Dejamos el paquete e un escritorio y nos fuimos de ahí; era un lugar viciado, oscuro y por eso incómodo. Nos despedimos de la secretaria y del policía y seguimos nuestro rumbo por la acera.

Teníamos el presentimiento de que iban a ser unas próximas horas muy agitadas.

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