viernes, 4 de diciembre de 2015

Un día normal.


Una mujer muy arreglada viaja de pie en el transporte público, viendo a la gente que esta sentada y observando lo que hay más allá de la ventana; un mundo andante que no se detiene ante nada, en el que todos sus habitantes se mueven y tienen algo mejor que hacer.

Mastica su chicle cuando siente una fría brisa que adormece su piel y la hace brincar en sensación. Ubica la fuente y trata de cerrarla alargando su brazo y con sus dedos empujar la ventana abierta; su posición es incomoda y su fuerza empleada es insuficiente. Lo trata una y hasta dos veces pero su esfuerzo es en vano hasta que un hombre mejor ubicado y con mayor fuerza se estira y cierra la puerta de un jalón. Ella se quita un audífono, lo observa y le agradece con una sonrisa incluida; él no pide más y solo asiente con la cabeza mientras siguen con su viaje.

Horas antes y en un lugar muy diferente hay un estudiante que camina hacía un camión en un pueblo lleno de vacas, burros y perros callejeros. Él camina escuchando su música cuando ve un par de perros que le llaman de inmediato la atención, más uno que el otro.

Uno esta sentado y el otro esta acostado en el frío piso de una mañana congestionada de autos que tratan de ir de prisa a sus destinos. El que esta sentado observa carro por carro con la lengua por fuera y el que esta acostado juega con un tenis blanco, el cual se ve por su aspecto que ha sido víctima de las fauces del can por más de una vez; él lo disfruta sin dudar y sin importarle solo que, cuando ve al estudiante se sienta en sus dos patas y suelta el tenis.

Los dos se observan y aunque nada a su alrededor se detienen ellos están quietos tratando de entender la situación e imaginando mundos diferentes.

Las horas pasan y millones de cosas ocurren a nuestro alrededor, hay que poner atención a los detalles, a las personas, a los animales y sobre todo; a nosotros mismos.

Hoy es un día normal para uno, pero un día extraordinario para otro.

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