Una mujer muy arreglada viaja de pie en el transporte
público, viendo a la gente que esta sentada y observando lo que hay más allá de
la ventana; un mundo andante que no se detiene ante nada, en el que todos sus
habitantes se mueven y tienen algo mejor que hacer.
Mastica su chicle cuando siente una fría brisa que adormece
su piel y la hace brincar en sensación. Ubica la fuente y trata de cerrarla
alargando su brazo y con sus dedos empujar la ventana abierta; su posición es
incomoda y su fuerza empleada es insuficiente. Lo trata una y hasta dos veces
pero su esfuerzo es en vano hasta que un hombre mejor ubicado y con mayor
fuerza se estira y cierra la puerta de un jalón. Ella se quita un audífono, lo
observa y le agradece con una sonrisa incluida; él no pide más y solo asiente
con la cabeza mientras siguen con su viaje.
Horas antes y en un lugar muy diferente hay un estudiante
que camina hacía un camión en un pueblo lleno de vacas, burros y perros
callejeros. Él camina escuchando su música cuando ve un par de perros que le
llaman de inmediato la atención, más uno que el otro.
Uno esta sentado y el otro esta acostado en el frío piso de
una mañana congestionada de autos que tratan de ir de prisa a sus destinos. El
que esta sentado observa carro por carro con la lengua por fuera y el que esta
acostado juega con un tenis blanco, el cual se ve por su aspecto que ha sido víctima
de las fauces del can por más de una vez; él lo disfruta sin dudar y sin
importarle solo que, cuando ve al estudiante se sienta en sus dos patas y
suelta el tenis.
Los dos se observan y aunque nada a su alrededor se detienen
ellos están quietos tratando de entender la situación e imaginando mundos
diferentes.
Las horas pasan y millones de cosas ocurren a nuestro
alrededor, hay que poner atención a los detalles, a las personas, a los
animales y sobre todo; a nosotros mismos.
Hoy es un día normal para uno, pero un día extraordinario
para otro.
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