miércoles, 30 de marzo de 2016

La Prueba. Parte 8



“Bienvenidos muchachos a la prueba final para poder terminar con sus estudios. En ella serán expuestos a sus límites físicos y mentales  en donde solo uno de ustedes saldrá acreditado, mientras que los dos restantes pueden que no salgan tan bien. Serán evaluados con cada acción, con cada pensamiento, con cada respuesta enviada y en todo momento”

Los tres nos vimos a los rostros intrigados y tratando de entender las cosas.

“Su tiempo se agota así como sus recursos y cada prueba será cada día más difícil; así que descansen estén muy atentos porque no todos pensamos igual”

“¿A qué se refiere con eso?” Pregunto Juan mientras Marco y yo nos mirábamos a los ojos. 

“En sus maletas encontraran objetos que quizás los ayuden a sobre llevar esta situación en la que se encuentran. Mucha suerte y éxito, que el mejor no necesite suerte y sea solo éxito” Y dejo de hablar la voz femenina mientras en las pantallas se mostraba el video una y otra vez.

Guardamos silencio los tres hasta que le pregunte a Marco:

“¿Qué nos metiste en el cuello?” y de inmediato él contestó:

“No fui yo, yo no lo hice. Sino ¿Por qué yo mismo me lo metería?”

“Para que pensáramos que no lo hiciste tu” Dijo Juan.

“Mejor tú no te metas en esto, estabas inconsciente hace un momento” 

“¿Y eso qué? Más bien, gracias a tu porquería estaba inconsciente” 

“¡Que no fui yo!” De nuevo la intensidad de Marco salía al aire. 

Molesto Juan se fue a donde estaba su maleta y comenzó a sacar todo lo que había.

“Debe haber algo aquí que nos ayude, algo de comida o agua o algo” Decía mientras sacaba cuerdas y demás objetos hasta que de pronto se detuvo; metí sus manos hasta el fondo y de reojo miró a Marco que lo observaba molesto y rápidamente saco una pistola para apuntarle a Marco. 

Los dos nos asustamos siendo yo el primero en gritar mientras me quitaba de su mira:

“¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes eso? ¿Qué haces?”

“Te voy a preguntar una vez más Marco ¿qué nos hiciste?”

Marco estaba congelado de miedo y no sabía que decir, mientras se palidecía y tragaba saliva. Voltee a ver a Marco y le grite:

“¡Carajo Marco, contesta!” 

Me volteo a ver reaccionando y dijo en voz baja y tartamudeando: 

“En serio, no fui yo” y cuando termino de hablar el video de las pantallas cambio, ahora era el de Marco sobre Juan asfixiándolo y yo tratando de quitarlo.

Los tres lo vimos una y otra vez pero solo fuimos dos al final, ya que Juan reacciono con ira tomándonos distraídos y jalando el gatillo. 

No sabemos si fue un rayo o un disparo, pero se escuchó un estruendo y se vio flash de luz.   

Un anti-héroe más. Parte 11



Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez policías tras más policías entraban por la puerta con sus armas desenfundadas y dispuestos a disparar a morir pero inexpertos y sorprendidos por las habilidades de la persona que estaba frente a ellos. 

Con los dedos de las manos acomodados en forma de una pistola disparaba rayos por mi dedo que se estrellaban en los chalecos, cascos y barreras de plástico que traían los policías y ante esto caían inconscientes al suelo, uno tras otro. 

Dejaron de salir policías por un momento y se volvió a cerrar la puerta de golpe; pero antes de que diera el primer paso; del techo empezó a caer agua en forma de lluvia sobre toda la habitación mojándome y a los policías que ya hacían en el suelo. 

Adrenalina, pura adrenalina corría por mi cuerpo que expresaba una sonrisa infame y sin precedentes.

Dejo de llover hasta que el agua ya cubría mis pies y algo en el ambiente había cambiado, se sentía diferente por alguna razón y de pronto; un dolor inmenso comenzó a crecer por mi cuerpo, tal que me tiro al suelo de inmediato dejando medio cuerpo bajo el agua y la otra mitad sobre la superficie. 

Respiraba con dificultad, sentí como si mis ojos se me fueran a salir de la cara y toda la piel me empezó a arder. Era como si mi cuerpo empezara a ser aplastado por completo dejándome inmóvil.

La puerta se volvió a abrir y aparecieron un par de hombres con bata blanca y otro par de policías. 
Estos últimos comenzaron a sacar arrastrando a sus compañeros y los primeros se me acercaron agachándose sobre mí. Con lo poco que podía ver y sentir que no fuera el dolor, sacaron inyecciones y comenzaron a extraerme sangre del cuerpo. 

“Bababababababasssssssttttttaaaaa” trataba de decir pero hasta los dientes me dolían. 

“Ahhhhhhhh…dedededededededejeeeennnnmmmmeeeee” el dolor comenzó a ser motivación para poder querer levantarme y aunque el nivel del agua ya había desaparecido; aún estaba inmóvil. 

Ya no había policías en el cuarto y solo quedaba un doctor conmigo haciendo su labor. 

Se levantó y comenzó a irse pero un golpe de fuerza comenzó a aparecer en mis músculos levantándome del suelo lentamente y por ende; la puerta por donde entraba y salía gente se cerró súbitamente asustando al último doctor y haciendo que tirara sus muestras, corriera a la puerta y golpeándola mientras gritaba por ayuda y que lo dejaran salir. 

Ya de pie con toda la fuerza que tenía y goteando agua levante la vista y vi al señor que me observaba temeroso apoyado contra la puerta y casi sentado diciendo:

“Por favor, no me hagas daño. Solo seguí órdenes” Ya casi estaba en llanto. 

“¿De quién?” 

“Me mataran si te digo”

“Te matare si no me dices ahora”

“Se llama Oscar, es director de investigación de energías nucleares a nivel nacional”

“¿Dónde estoy?”

“En el centro central de investigación y pruebas”

“¡¿Dondé?!”

“¡En Arizona, en el desierto de Arizona!” 

Arizona, malditos bastardos. Bueno, espero que… que todos se vayan al demonio.

“¿Sabes algo?” le pregunte.

“¿Qué?” contesto temeroso.

“Te mentí” y cerrando los ojos con fuerza expulse toda la fuerza que tenía lanzando un grito final. Al principio fue increíble pero fue cuestión de segundos en lo que un cansancio me invadió al igual que un zumbido en los oídos. 

Calor, frío, fuerza, cansancio; todo… todo fue al mismo tiempo. 


Deje de sentir casi de inmediato la presión que me lastimaba y segundos después una brisa embriagante. Abrí los ojos y ya estaba bajo el Sol despiadado del desierto, ni una pared, ni una puerta, ni una persona; solo ruinas.

sábado, 19 de marzo de 2016

La prueba. Parte 7

Tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac.

Solo eran miradas directas a los ojos, solo era el respirar por nuestras bocas por el exhaustivo esfuerzo por quitarlo de encima del compañero que poco a poco habría los ojos y recuperaba su color de piel; así como su respirar y la conciencia.

“¿Qué opciones te daba la pregunta?” Le pregunte temiendo que Juan nos escuchara y se enterara de lo que había sucedido.

“¿No es obvio?” Contesto enojado, no; no era enojo, era frustración.

“Pero te debieron de dar más opciones ¿Cuáles eran?”

“No tengo porque contestarte porque pudiste ser tu”

“¿Pude ser yo? ¿Yo era una opción a morir?”

Tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac.

Siguieron pasando los minutos entre nuestras miradas hasta que Marco me preguntó:

“¿Y cuáles eran las tuyas? No hiciste nada al principio”

Baje la mirada tratando de asimilar lo que me había dicho antes y ante la nueva pregunta solo pude contestarle:

“Los planes cambiaron cuanto te aventaste sobre él”

“¿Entonces tú lo ibas a matar?” “No” “¿Lo ibas a ayudar?” “No” “¿Entonces qué opciones tenías?” Y antes de mi respuesta Juan cobró por completo su atención y trato de levantarse de su lugar pero ante su fatiga no tenía fuerza, así que lo ayude a sentarse recargándolo contra la pared.

“¿Qué pasó?” Preguntó con dificultad mientras se tocaba la cabeza ante una jaqueca que seguramente tenia.

Marco y yo nos cruzamos miradas hasta que él contestó:

“Te desmayaste en el examen. Debió ser por la cosa que tienes en el cuello” Dijo señalando el aparato que ahora no prendía.

“¿Qué cosa en mi cuello?” Y se tocó el cuello con delicadeza notando el pequeño recuadro que tenía dentro de su piel.

“¡¿Qué cajas es esto?!” Su alteración fue notoria.

“No lo sabemos pero, no es algo bueno porque… todos lo tenemos” Y de inmediato Marco se llevó la mano al cuello y se dio cuenta que era verdad por el gesto de terror que demostró su rostro “Nos lo debieron de poner cuando dormíamos y eso también ellos nos lo provocaron” La situación no podía estar peor.

“¿Quiénes “ellos”?” Y a esa pregunta, aún no había respuesta pero sabíamos que éramos vigilados, acechados como presas de cacería o siendo objetos de alguna prueba o examen… prueba.

“Llegamos aquí a hacer una prueba, a probar todo lo que aprendimos en nuestras carreras” Continué mientras los otros dos seguían preocupados por sus cuellos “Esta es la prueba y sabíamos que no iba a ser cualquier prueba ¿Por qué solo nosotros? ¿Por qué nadie más? ¿Qué nos hace tan especiales para estar aquí?... ¿Qué debemos de probar al final?” Y sonó el teléfono de nuevo al mismo tiempo que se prendían las computadoras por si solas y mostrando en la pantalla un video de vigilancia en donde nos mostraba a Juan y a mi acostados en el piso y a Marco encima de nosotros por tiempos colocándonos algo, las cosas en el cuello.

El teléfono dejo de sonar y la voz de la mujer del otro lado de la línea empezó a sonar en la habitación por medio de las bocinas de las computadoras diciendo:


jueves, 17 de marzo de 2016

Un anti-héroe más. Parte 10



Horas, fueron horas las que estuve sentado en el suelo sin hacer nada que no fuera ver al vacío que había entre mi rostro y la pared blanca frente a mí. 

No dije una sola palabra, no moví un solo musculo y no creo siquiera haber parpadeado, estaba solo sentado viendo a la nada; esperando y sintiendo como la cólera crecía en mi interior y como me convertía en algo que nunca había sentido hasta ahora. En un ser maligno y sin ética o lógica, un ser instintivo; todo un animal encerrado en una jaula. 

Tenía una puerta en cada uno de mis costados a no más de dos metros de distancia y fue una de ellas que se abrió lentamente, dejando entrar a un hombre mayor con traje color negro. 

“No vengo armado, no vengo a hacerte nada, no vengo a causarte daño y no vengo a cuestionarte. Solo estoy aquí para ayudarte, hijo. ¿Necesitas ayuda?” Decía enseñando las manos abiertas frente a él. 

“¿Ayuda? ¿Me va a ayudar?” Susurre sin dejar viendo el borde de entre la pared y el suelo. 

“Claro que si hijo, solo necesito que te levantes de tu lugar, me des la mano y confíes en mí; todo va a estar bien” Seguía acercándose lentamente. 

“¿Confiar? ¿Quién es usted?” seguí susurrando.

“Soy un doctor, soy tu nuevo doctor, la persona en quien más puedes confiar ahora en adelante. Dame la mano hijo” Ya estaba a un lado mío con su mano extendida para ayudarme a levantarme; la vi como un mono ve una banana, temeroso y desconfiado pero, al final, la tome y le pare del suelo.

“¿Va a ser mi nuevo doctor entonces?” Le pregunte mirándolo a los ojos. 

“Si hijo, vas a estar bien; sé que es difícil entenderlo pero va a ser para tu bien. Todo ahora estará bien” Me decía mientras me tomaba de los hombros, como un abuelo toma a su nieto perdido ante la vida, desconcertado y con dudas de que hacer o quien ser.

“Sera difícil, será difícil, será difícil” Repetía mientras veía a mi alrededor e iba subiendo mis manos lentamente hasta su rostro y al llegar a sus mejillas arrugadas, mis ojos se volvieron a centrar en los suyos “No, lo siento; pero no va a ser difícil para mí, pero para usted si” Le dije maliciosamente y apretando su rostro con mis manos. 

“Hijo, espera” Decía primero “¡No, espera” “ayuda, ayúdenme!” terminó por decir antes de que con mis manos apretara su rostro con fuerza y transmitiera una corriente eléctrica por todo su cuerpo haciendo cenizas su interior. 

Fue cuestión de segundos hasta que lo solté y ya hacía sobre el suelo solo un cuerpo que salía humo de todos sus orificios corporales. 

Levante la mirada viendo a una cámara de una esquina y grite:

“¡Vamos, póngame a prueba; quiero averiguar de lo que soy capaz!”. 

Y la puerta que ahora estaba a mis espaldas se abrió de golpe.