viernes, 29 de abril de 2011

El despertar del demonio

Me encontraba dormido, eran pasadas las 11 de la noche y no se oían más ruidos que el ventilador girando sobre su cuerpo casi desnudo.


Alguien empezó a caminar hacía mi cama, no se había oído mi puerta o ventana abrirse; era alguien que claramente se había transportado al interior de mi habitación.


-Mariana, ¿qué quieres?-
-Te extraño-
-No me podrías dejar dormir por lo menos un par de horas-
-No-


Entonces abrí mis ojos y la vi de pie a un costado de mis piernas que se encontraban horizontales.


Era esa típica chica con botas, un pantalón pegado a las piernas y un saco que cubría gran parte de su abdomen y pecho, pero no todo, sus prendas tenían una combinación de negro y tonos plateados por los objetos metálicos que adornaban su vestimenta; ese cabello negro lacio y esos ojos rojos que podrían hipnotizar a cualquiera que los viera, eran parte de su estilo.


-Nada más déjame concentrarme y te veo abajo-
-No te tardes-
-Nunca-


Cerré mis ojos y pegando piernas y brazos al cuerpo, respire hondamente dejando mi mente en blanco.


Como si algo me tragara, me sumergí en mi cama atravesándola y pasando por el piso de mi departamento llegue a la planta baja del edificio ya con ropa distinta y de pie, Mariana ya me esperaba ahí.


Portaba unas botas iguales a las de mi compañera, un pantalón de cuero con unas cadenas que empezaban por la cadera, un saco tipo frac negro y abierto en cuello V que hacía sobresalir mi pecho y una parte de un tatuaje que empezaba por la mano, pasando por mi brazo, pecho, espalda y una parte de mi cuello. Mis ojos de igual modo se habían tornado rojos y mi cabello adquirió un color oscuro penetrante.


-¿Qué quieres hacer?- Me preguntó de manera indiferente.
-Tú fuiste la me despertó, tú dime-
-Es que no quería estar sola- Argumentó inclinando su cabeza para dejar de verme y mejor mirar el suelo.
-Bueno, ya que me levantaste a estas horas, vamos a infundir miedo donde vive mi novia, ¿te parece?-
-¿Para qué a tú novia? ¿Qué acaso no es…?-
-No, no es como nosotros, ella es normal-
-¿Cómo porqué?-
-Me gusto-
-Je, eres un imbécil-
-Ya lo sé-
-Y bueno, ¿Dónde vive?
-Ya lo veras- Extendiendo mi mano la tomo y nos fuimos del edificio.


Ni un segundo había pasado cuando ya habíamos llegado al punto de origen. Todo estaba a oscuras en la calle, solo éramos alumbrados por un poste de luz que parpadeaba en la esquina más cercana al imponente edificio de color azul y con una placa grabada en la pared de la puerta principal, “Casa hogar para mujeres”.


-Deba ser mentira- Dijo mirándome con ojos de incredulidad y al final embozando una sonrisa sarcástica.
-No, es aquí-
-Si tú dices-
-Vamos, que no quiero encontrarla dormida-


Cuando de pronto apareció una niña con un par de jóvenes caminando hacía nuestra dirección, sabía que ella vivía en el edificio y cuando me vio, pareció gritar pero nunca se oyó nada. Nos acercamos a ella de manera furtiva y rápida, para cuando parpadeo ya estábamos enfrente de ellos.


-Parece que viste a un muerto a algo parecido- Le dije, mientras ella me examinaba con la mirada de pies a cabeza.
-Amor, los conoces- Le pregunto su novio y sin poder contestarle, respondí por ella.
-Sí, soy su ex novio, pero nunca me había visto así, nunca hubo la tanta confianza para eso. Ahora si me disculpan tengo que entrar al edificio por alguien, no vemos luego- Y volviendo a darle mi mano a mi diabólica compañera desaparecimos de ese lugar hasta estar en la recepción del inmueble.


-¿Dónde estamos?- Me preguntó Mariana.
-En la recepción de la casa-
-¿Cómo es que conoces este lugar?- Volvió a preguntar.
-Ya había venido, una vez, pero con esa vez me basto para recordar con exactitud este lugar-


No nos habíamos dado cuenta que una secretaria de unos 30 años estaba sentada en la esquina aterrorizada por nuestra presencia. Nos miraba con ojos de horror y nerviosismo. Ambos la miramos y como un acto reflejo, la trabajadora tomo el teléfono y marco una serie de números.


-Hola, policía…-


De forma automática mi compañera gótica respondió al oír esas palabras.


-¡Carajo!, ¿qué fue eso, eh?- y señalando a la mujer asustada y de forma irónica le dijo- Ya la cago, se acabo, ¿ahora qué?-


Y le conteste de forma indiferente:


-Seguimos, que nos importa-


Sin ningún problema atravesamos la puerta de cristal que estaba enfrente de nosotros y subimos las escaleras un par de pisos hasta que encontramos unas niñas de 4 y 5 años que de forma sorprendida me dijeron:


-¿Tú eres el novio de Aide?-
-Sí, y ustedes son las niñas que ella recoge al final del día-
-Sí, ¿qué haces aquí?-
-Vengo por Aide, ¿saben donde esta?-
-En su cuarto, arriba-
-Ok, gracias, nos vemos después-


Llegando al piso de arriba había una reja de color blanco que estaba cerrada con llave, al fondo se oían voces angelicales que hablaban entre sí, estas reían, cantaban y hasta se percibían gritos de disgusto por temas como un cepillo usado sin permiso o un arete perdido.


Atravesamos la puerta sin ocasionarle ningún daño y empezamos a caminar por ese pasillo sombrío que lado por lado estaba lleno de puertas alumbradas con luces tenues que estaban divididas por una cierta distancia y adentro de ellas estaba lo más importante e imponente.


No me miraban con horror ni con odio, más bien con asombro y alegría; sin embargo eran miradas pesadas y hasta incomodas. Imposible voltear a ver a esas mujeres con ropas para dormir y ver sus habitaciones, en más de una ocasión me volví a topar con rostros familiares que me regalaban una sonrisa, junto con una de asombro.


Se levantaban se sus camas y asomaban sus rostros por las puertas para mirar el trayecto por el que había pasado.


Empecé a voltear a ver el interior de las puertas y a buscar a esa niña. Hasta que la encontré.
Desde el pasillo la mire, estaba sentada en su cama con la espalda recargada en la pared y hablando con alguien más; dudo que tengo la mirada pesada, pero después de un par de segundos volteo de forma sorpresiva y nos miramos, ambos con asombro y alegría.


-¿Es ella?-
-Si- le conteste mientras entraba a su cuarto.


Salude a su compañera de cuarto con la mirada y sin detenerme volví a ver esos ojos oscuros cautivadores y rosando su rostro la bese apasionadamente. No sé cuanto tiempo paso, pero fue más que gratificante, fue una combinación de caricias, aromas y emociones que despertaban deseosamente de que continuara; al final tiernamente me aparto la cara y me dijo:
-Pero ¿Cómo, qué te pasó, tus ojos? ¿Qué eres?-
-Todo a su tiempo, hoy solamente te quería ver y besar; te darás cuenta con el transcurso del tiempo, o tal vez hasta hoy te enteres y adivines-


Pero al momento de abrazarla y volverla a besar, a las afueras del edificio, se oían sirenas de patrullas acercándose velozmente. La solté por un instante y con un movimiento de la cabeza hacía Mariana le pregunte qué haríamos ahora y con un mismo gesto me indico que nos fuéramos de aquel lugar. No supe que hacer y solo le conteste:


-Vete tú si quieres, yo me quedo-
-Yo igual-
-Sabes que vamos a tener problemas si damos rastros de nuestra existencia, ¿verdad?-
-¿Y?, ni que fuéramos los únicos exhibicionistas-


Esperamos a que la patrulla llegara al edificio y subiera las escaleras, ya muy cerca se oía como abrían la reja blanca y la deslizaban por el piso. Se escucharon gritos de angustia y nerviosismo, pero todas las que veían a los oficiales pasar por el pasillo sabían por quien venían.


-Ahora me voy, la próxima vez, ya sé dónde buscarte-
-Estaré esperando con ansias-


Con romántico besó y acariciando su mejilla, me despedí por ese instante y al volverme a incorporar solo escuche a un policía gritar:


-¡Alto!- Y este sacando su pistola solo dije…
-T amo- Mirándola a los ojos y tocando su cabello, desaparecí en la habitación.




Espere en el techo de edificio de enfrente a que los oficiales se fueran sin mi amada, que así fue. Y con una leve sonrisa me voltee a ver a mi amiga y le dije:


-Ahí el amor-
-Pues que le vamos a hacer-


Solo me reí en ese momento y me dirigí a mi cuarto a recuperar energía para el día siguiente.


lunes, 18 de abril de 2011

Catemaco, un lugar magico

El tedioso sonido del ventilador oigo girar sobre mi cabeza mientras recargado estoy en la cabecera de una cama por la que ha pasado mucha gente de creencia divina. Como en cualquier otro lugar, penetra sobre mi ventana un haz de luz pasando por el mosquitero que, con el pasar del tiempo maximiza sus recuadros y esquivando la ventila que se oxida con rapidez. Se observan matices obscuros y conjuntos de luz, es un cuarto simple pero hermoso.


Los colchones son baratos, las sabanas delgadas; el baño de 2x2 forma parte de este lugar que la mayor parte del día esta vacio, sin verse llamativo, el agua de la regadera sale por debajo de la cortina al abrir la llave, así que se moja el piso de forma inmediata.


Un catre y dos camas, un ventilador ruidoso, un baño mal planeado y una ventana por la que podría pasar hasta un mapache si se lo dispone. Entran y salen insectos, de los ponzoñosos y de los feos, de los que vuelan y de los que se arrastran a través del piso parejo y suben por la mesita que siempre esta llena de ropa o cosas personales. Fallas en el cuarto infinitas son, pero algo hermoso es.


El calor te cobija, la música instrumental entra sin permiso y te despierta tranquilamente; y lo primero que vez no son fallas o algo que criticar, por lo contrario agradeces estar ahí. Muchos lo desean y pocos lo tienen, nosotros lo obtenemos en la llamada “Semana Santa”, y durante el principio de año ya se habla de Catemaco. El lugar mágico al que todos deseamos ir. Regido por un sacerdote al que cuidado debes tratar por que hasta impedir la entrada te puede hacer. Escuchas los pájaros cantar, la música tocar, lo niños gritar y la abuela quejarse.


Ves las hojas y flores de hermosas plantas crecer con tan solo mirar por la ventana, los niños empujarse hasta caer a la alberca y la gente noble trabajar para mantener este lugar, pero, ¿qué hace este lugar tan especial? No es la vegetación, ni la música que te despierta; es la convivencia con la familia, son esos juegos de futbol que organizamos después de comer y el perdedor se ira a la alberca, aunque siempre terminamos todos en ella, voluntariamente o a la fuerza, son esas tonterías que podemos hacer o decir, es la discusión por qué programa ver por la televisión en la noche, aunque los abuelos tienen la decisión de ver la tediosa y aburrida novela. Son los mismos paseos de todos los años, es el mismo pueblo al que siempre vamos al caer la noche, son las mismas paletas que todos comemos; esas que se derriten con dos minutos fuera del refrigerador, son esas mismas personas que veo, convivo y agradezco su compañía.



Villa de Carmen, ahí desayunamos, comemos y cenamos; dormimos y despertamos. Ahí está ese ventilador, en mi cuarta, que lo tengo que apagar por la noche, sino no me deja dormir. Ahí están mis primos, tíos, nietos y abuelos; mi familia, aunque algo aburrida y tediosa, me divierto mucho con ellos. ¿Volvería a ir a Catemaco? Cada año por el resto de mi vida, solo por estar con ellos, solo por estar en ese lugar mágico que te despierta con música instrumental.