miércoles, 22 de junio de 2016

La prueba. Parte 21

Gritos, llanto, el esfuerzo de quererme zafar de mis opresores que me mantenían acostado en una cama dura dentro de una habitación blanca con una gran lámpara redonda que siempre estaba prendida.

Me alimentaban sin desatarme, era una enfermera joven que las primeras veces entraba con miedo, con la charola temblando, con sus pasos cortos y tratando de respirar con tranquilidad. Se sentaba en una silla de metal a un lado mío y con una cuchara me daba mis alimentos y aunque las primeras veces, por su nerviosismo, tiraba la comida en mí pero ahora me saluda, me da los buenos días, las buenas tardes y en las buenas noches. Confiaba en ella.

Para darme un baño entraban dos hombres fornidos que me desataban y me llevaban arrastrando a unas regaderas donde ordenaban que me desvistiera y me metían en agua fría, nunca dejaban de verme ni de hablar entre ellos. Cerraban la llave y había días en los que con un palo negro me golpeaban hasta hacerme sangrar y había días en los que en vez de regadera era una manguera de alta presión que me golpeaba y arrojaba hasta una pared, siempre pedía que pararan pero nunca lo hacían.

De regreso, ya vestido; me llevaban a un cuarto acolchonado en donde me botaban como un trapo. 
Los primero días me levantaba con fuerza y trataba de escapar chocando con las cuatro paredes, los siguientes días solo gritaba y golpeaba la puerta; ahora solo me quedo sentado recargado en una pared esperando que regresaran y me inyectaran para despertar inmovilizado y acostado en la cama.

Los días pasaban y eran las mismas monotonías, pero en las noches; las noches eran el peor momento del día.

A veces despertaba en medio de la madrugada desatado y lo primero que hacía era saltar de la cama e ir a la puerta que también estaba abierta, salía por el pasillo y estaba vacío; todos parecían dormir. Caminaba lentamente sobre el frío piso hasta que empezaba a escuchar ruidos, sonidos de alguien que venía detrás de mí y entonces comenzaba a correr por el laberinto sin fin de pasillos hasta que me tropezaba y viendo al frente solo sentía que algo me tomaba de la pierna y me jalaba con fuerza arrastrándome sobre todo el piso hasta llevarme a mi cuarto de nuevo y amarrarme con fuerza a la cama de nuevo. Era una sombra, no hablaba ni podía identificarla por otro medio pero era mi peor pesadilla, era mi pesadilla diaria.

Fueron noches seguidas en las que abría los ojos y la veía encima de mí y sentía su fría presencia y de alguna manera me hacía sentir miedo, tristeza, terror y angustia. Hubo noches en las que aparecía frente a mí, tapando la puerta y abalanzándose contra mí para golpearme con sus fuertes manos. Ocasiones en las que pensaba que ahora no estaba y que en cualquier momento aparecía detrás de mí con una bolsa de plástico y me ahogaba hasta despertar con la lámpara redonda encima de mí.


Sabía que no era real, pero se sentía tan; pero tan real que me costaba creerlo. Cada día me estaba volviendo más loco pero tenía que aguantar, el final lo veía cerca. 

jueves, 16 de junio de 2016

Familia FCA.

No hay palabras para comenzar este texto ya que solo existe un sentimiento de agradecimiento, orgullo y felicidad; no hay mejor manera de empezar un reconocimiento con el recuerdo de los momentos que se vivieron, de esas muestras de cariño, afecto y de mucho, mucho humor y aunque a algunos no les pareciera; que vayan y sean felices.

Platicas de oficina, platicas de lavadero, platicas de amigos, platicas de “cosheo” o como se escriba esa madre, platicas de comics, platicas de caricaturas, platicas de películas, platicas de… ¿qué preferirías, que te ataque un tiburón o un cocodrilo?, etc. Platicas que solo nosotros entendemos y recordamos, solo nuestras.

Había días en los que atacaban mucho las tierras mágicas y necesitábamos dragones y pociones mágicas para sobrevivir, había días en los que el café se acababa o peor aún; el azúcar, había días en los que la música nos envolvía y no le hacíamos ni caso al jefe que nos llamaba por nuestro nombre detrás de nosotros, había días en los que; como un asalto a mano armada, no había jugo de naranja ni cuernitos, había días en los que el sueño era nuestro peor enemigo pero aun peor que eso; eran las fotos en ese momento mágico. Había días en los que Tom Brady era tan malo como al Capone y tan bueno como el Papa (todos sabemos que es culpable). Había días en los que Jared Leto en verdad era Jesús Cristo (yo digo que si es). Había días en que en la cafetería había mucho queso o mucha crema o pocos totopos; malditos esos días y había días, esos días perfectos, espectaculares, mágicos en los que estábamos más salados que el agua de mar.

Hoy es para agradecerles a todos sus consejos, sus comentarios, sus enseñanzas, su ayuda, su paciencia y sobre todo; su amistad y confianza que poco a poco fue creciendo.

No sabemos si nos vamos a volver a ver, ni que va a ser de nosotros el día de mañana pero aun existiendo esa gran incertidumbre; por este medio les deseo éxito, paz y mucha felicidad.

PD. Que Ulises ya nos agregue a Facebook. 







viernes, 10 de junio de 2016

La Prueba. Parte 20

-Niño… niño despierta… niño… ¿cómo te llamas? ¿De dónde vienes?... niño despierta- Eran las palabras de un hombre que distinguía entre el ruido de la habitación y mi despertar lento.

-Niño… ¿sabes quién eres?- ¿Quién era? ¿Dónde estaba?

Poco a poco fui abriendo los ojos y vi a un señor ya grande vestido de doctor encima de mí y debajo de una lámpara blanca de una habitación de hospital. Estaba conectado a aparatos y mangueras que metían y sacaban líquidos de mi cuerpo. Bip bip bip bip.

-Niño ¿Quién eres? Di algo-

-¿Dónde estoy?- Cobraba poco a poco la vista hasta por fin tener una idea clara de que estaba en un lugar de emergencias, donde las paredes eran cortinas, las camas pequeñas y se escuchaba mucho ruido alrededor.

-Estas en el aula de emergencia de la capital, te encontramos en la playa a punto de caer desahuciado por falta de alimentos y bebidas ¿Qué hacías en la costa? Esa es una zona muy peligrosa- Su tono era preocupado, parecía decir la verdad.

-¿En la costa? ¿Qué hacía?- Y a la mente me llegaron como un tren que golpea a una persona distraída dos nombres, los nombres de mis compañeros, de mis excompañeros y… esa voz “la prueba final”

Y reaccionando con temor abrí los ojos como un par de platos y viendo mis brazos conectados comencé a quitarme todos los tubos que tenía y a tratar de pararme.

-¡Deje eso joven! ¡No lo haga!- Gritaba el doctor mientras trataba de evitar mis acciones y aunque todos sus esfuerzos fueron en vano no me dejaba levantarme hasta que los dos caímos al suelo y logre salir de las cortinas que me cubrían.

Gente gritando, corriendo, llorando; enfermeras caminando con pasos rápidos y doctores tratando de dar consuelo o de leer sus carpetas. Gire a mi alrededor y era la misma imagen en todas direcciones, una imagen de gente, mucha gente; no estaba solo.

-¡Deténganlo! ¡Seguridad!- Fueron los gritos del doctor que se reincorporaba del suelo y mi respuesta fue obvia, correr.

Corrí descalzo por el pasillo donde no dejaba de ver personas que chocaban conmigo por accidente o tratando de detenerme hasta que llegue a una puerta, la cual la empuje y salí al exterior haciendo sonar una alarma de emergencia.

El calor del Sol, el aire del viento contaminado, autos pasar por la calle, gente caminando asustada por mi presencia ansiosa, un semáforo, espectaculares en el techo de edificios, edificios, departamentos, oficinas, gente, gente… gente.

Corrí en dirección al flujo vehicular hasta llegar a una avenida grande y en donde estaba la puerta principal del hospital en donde había gran cumulo de personas que me veían con horror, temor, extrañeza y demás sentimientos. No me había dado cuenta que tenía solo puesta una bata delgada azul claro y que de mi brazo escurría un poco de sangre por las agujas que me había arrancado.

Me quede parado y gire y observe, observe mientras giraba. Este mundo, el mundo real ¿lo era?

-¡No te muevas! ¡Policía!- Estaba ahora rodeado de señores con trajes de la seguridad del hospital que se acercaban lentamente hasta no dejarme mover.

-Ustedes no entienden- Les decía mientras trataba de salir de ese círculo. Era como un perro de la calle acorralado por los de la perrera, sin poder ver una salida.

-¿Qué no entendemos?- Un agente de seguridad preguntó.

-Esta es la prueba final, esto es lo último para poder salir del juego- Les decía a todos con alteración.

-¿Cuál juego?- … ¿Cuál juego?

Me volvía a quedar quieto absorto en mis pensamientos, en mis recuerdos de todo lo que había sucedido hasta que sentí una mano que me tomaba del brazo, luego otra y otra y otra. Trataba de quitármelas de encima y gritaba pidiendo ayuda pero nadie hacía nada, solo me veían aterrorizados.

-Métanlo al hospital- Decía uno.


-¡No! ¡Déjenme! ¡Tengo que salir de aquí! ¡No!- Y entre varios policías me metieron al hospital cerrando las puertas y pidiéndole a la gente de los alrededores que se calmara, que todo estaba ahora en orden y que no entraran en pánico pero de fondo solo se seguían escuchando mis gritos hasta que se fueron perdiendo por el mismo ruido urbano, desaparecía de escena.