jueves, 10 de diciembre de 2015

Media Naranja. Parte 15


-Alza la cara, te quiero ver a los ojos; quiero que me mires y observes a quien le estoy apuntando con un arma- Se calló por un momento –Tú me quitaste todo, toda mi vida; a mi esposa y a mi hija, y ahora, yo te quitare lo único que tienes en esta vida-

Levante el rostro y vi a un hombre apoyado en una muleta, sin pierna izquierda, con los ojos fijos en mí y con un arma apuntándole a mi novia que tenía la boca encintada e igual que yo, estaba sentada en una silla de madera con piernas y brazos amarrados.

Sus ojos no decían miedo, su pulso estaba tranquilo, su mandíbula firme y su respiración era calmada. Sostenía el arma con seguridad y estaba decidido a disparar, los dos lo sabíamos y por ahora éramos sus víctimas.

-Yo mate a tu esposa, a tu hija y te quite tu pierna; no tienes por qué apuntarle a ella- Si dejaba de verlo a los ojos perdía la batalla con él y la perdía a ella.

-No te olvides de mi mano- Alzo su brazo izquierdo que afirmaba su comentario.

-Y tu brazo, claro; el brazo con el que te divertías- Yo y mis estúpidas bromas, fue inevitable; era algo instintivo.

-Sí, mi estúpido brazo- Y jaló del gatillo perforando un costado de la dama que ahora se retorcía del dolor y que su cuerpo comenzaba a propagar sangre por sus prendas y escurrir por la silla hasta llegar al suelo de madera.

-Una bala, con una bala la lastime ¿qué harán dos?- Su tono era serio y realista, lo iba a hacer.

-No, esp...- Una segunda bala entro por su pierna atravesando la silla e incrustándose en el piso.

Todo estaba sucediendo tan rápido y no podía pensar en qué hacer. Ella estaba perdiendo mucha sangre y yo estaba inmovilizado, observando como todo salía de control y como ella comenzaba a llorar; nunca la había visto llorar.

-Que sencillo es quitar una vida, que sencillo es activar una bomba en una universidad y destruir un edificio de policía. Que sencillo es quemar un autobús con gente y matar decenas de personas presentándolas en un noticiero- No cambiaba su tono de voz. –Que fácil era ser el mejor en su trabajo, pasar encubierto y al ser encontrado; desaparecer hasta que, por casualidad te encontré, los vi y espere hasta hoy-

-Tienes razón, que fácil fue y también será fácil quitarte la vida a ti cuando te tenga en mis manos- La furia, el coraje y la adrenalina corrían ahora por mis venas y activaban mis músculos que trataban de quedar libres para brincar sobre él.

-Pero primero, debes cargarla a ella en su lecho de muerte- Ya había bajado el arma cuando la volvió a subir una tercera bala se incrusto en su ser, una tercera bala que entro por su pecho haciendo que ella abriera los ojos por un instante y después su cabeza callera hacia adelante súbitamente quedando colgada de su cuello.

No la dejaba de ver, no podía creerlo, no podía ser posible que…

-Observa cómo se va de este mundo y te deja solo, así como me has dejado a mí- Soltó el arma dejándola caer sobre el charco de sangre y con su paso lento se fue de lugar desapareciendo a mis espaldas.

Las horas pasaron al igual que  los días. El silencio en la mañana, el ruido de la tarde y la novela en la noche se escuchó día tras día y yo seguía ahí; viéndola, amarrado y sin decir nada, solo, esperando a que algo sucediera; a que despertara. Ella seguía conmigo, yo lo sabía.


-Oye...-nada-oye…-una nada-¡Oye!-nada-…despierta-nada-una sonrisa…-nada pasaba. 

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