domingo, 29 de noviembre de 2015

Media Naranja. Parte 14


La mañana siguiente fue la mejor que jamás pude haberme imaginado, rodeado en sabanas, con el sol entrando por las ventanas y durmiendo en mi pecho mi pareja tranquilamente mientras yo pasaba mi mano por su cabello y con la otra estábamos tomados.

No me atrevía a moverla para no despertarla pero fue ella quien giro su rostro y apoyo su mentón en la entrada de mi estómago.

-Buenos días amado mío- Dijo con una voz suave y una sonrisa en el rostro.

-Buenos días hermosa mía- Le conteste mientras ahora acariciaba su mejilla con mis dedos.

Se acostó más cómoda a un lado mío y nos quedamos viendo directo a los ojos toda la mañana hasta que el hambre empezó a retumbar en nuestras entrañas y nos levantamos.

Aun la casa estaba destrozada pero no nos importaba. Ya nada nos importaba.

Nos vestimos con nuestras ropas que descansaban en el piso y salimos por primera vez tomados de la mano y como pareja a desayunar a un mercado cercano.

Saludábamos a todos los que pasaban a nuestro lado y ellos nos contestaban con una sonrisa igual de grande que la nosotros traíamos.

Cuando regresamos a casa nos dedicamos a tirar todas las cosas rotas y a arreglar todo lo posible que fue casi nada. Al final, solo quedaba una mecedora y una mesita; increíblemente todo se había perdido gracias al huracán del día anterior.

Cuando vimos la casa vacía y limpia ya era de noche y la gente comenzaba a ir a la misa dominical ya que se empezaba a escuchar bullicio en la calle.

-Tenemos que ir- Me dijo con un poco de decepción en su tono de voz.

-No vamos a ir, quiero quedarme contigo y hacerte el amor toda la noche- Le dije mientras le daba la vuelta, la tomaba de la cadera y la besaba en los labios.

Y así fue, toda la noche nos entregamos uno al otro y ninguna parte de la casa quedo a salvo de nuestras pasiones, de nuestro amor y de nuestra necesidad de estar uno con el otro.


Era lunes por la mañana y salía temprano al trabajo, al campo que ahora iba a ver diferente; a donde ahora todo lo iba a ver diferente.

Era aun de noche, no había nadie en la calle cuando la había dejado dormida en la cama cuando salí de la casa con todas mis cosas; cuando le di la espalda a la calle y estaba cerrando el enrejado color naranja sentí una mano en mi hombro y escuche un comentario antes de que algo me golpeara la cabeza y cayera desmayado en el suelo frío del pueblo.

-No te muevas-

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