La mañana siguiente fue la mejor que jamás pude haberme
imaginado, rodeado en sabanas, con el sol entrando por las ventanas y durmiendo
en mi pecho mi pareja tranquilamente mientras yo pasaba mi mano por su cabello
y con la otra estábamos tomados.
No me atrevía a moverla para no despertarla pero fue ella
quien giro su rostro y apoyo su mentón en la entrada de mi estómago.
-Buenos días amado mío- Dijo con una voz suave y una sonrisa
en el rostro.
-Buenos días hermosa mía- Le conteste mientras ahora
acariciaba su mejilla con mis dedos.
Se acostó más cómoda a un lado mío y nos quedamos viendo
directo a los ojos toda la mañana hasta que el hambre empezó a retumbar en
nuestras entrañas y nos levantamos.
Aun la casa estaba destrozada pero no nos importaba. Ya nada
nos importaba.
Nos vestimos con nuestras ropas que descansaban en el piso y
salimos por primera vez tomados de la mano y como pareja a desayunar a un
mercado cercano.
Saludábamos a todos los que pasaban a nuestro lado y ellos
nos contestaban con una sonrisa igual de grande que la nosotros traíamos.
Cuando regresamos a casa nos dedicamos a tirar todas las
cosas rotas y a arreglar todo lo posible que fue casi nada. Al final, solo
quedaba una mecedora y una mesita; increíblemente todo se había perdido gracias
al huracán del día anterior.
Cuando vimos la casa vacía y limpia ya era de noche y la
gente comenzaba a ir a la misa dominical ya que se empezaba a escuchar bullicio
en la calle.
-Tenemos que ir- Me dijo con un poco de decepción en su tono
de voz.
-No vamos a ir, quiero quedarme contigo y hacerte el amor
toda la noche- Le dije mientras le daba la vuelta, la tomaba de la cadera y la
besaba en los labios.
Y así fue, toda la noche nos entregamos uno al otro y
ninguna parte de la casa quedo a salvo de nuestras pasiones, de nuestro amor y
de nuestra necesidad de estar uno con el otro.
…
Era lunes por la mañana y salía temprano al trabajo, al
campo que ahora iba a ver diferente; a donde ahora todo lo iba a ver diferente.
Era aun de noche, no había nadie en la calle cuando la había
dejado dormida en la cama cuando salí de la casa con todas mis cosas; cuando le
di la espalda a la calle y estaba cerrando el enrejado color naranja sentí una
mano en mi hombro y escuche un comentario antes de que algo me golpeara la
cabeza y cayera desmayado en el suelo frío del pueblo.
-No te muevas-
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