jueves, 30 de abril de 2015

Media Naranja. Parte 5

Sabía que esperar, sabía que iba a pasar y eso me encantaba.

Estaba en casa viendo las caricaturas cuando escuche a una mujer reír por el otro lado de mi puerta e irse alejando de está. Voltee a ver el reloj y eran las siete con quince minutos.

No le preste importancia y deje que el tiempo corriera mientras yo seguía inmerso en la televisión.

Dieron las nueve y me prepare para la cena. Me di un baño, me arregle y tome una botella de vino que había en mi departamento, era vieja y nunca la había abierto pero también sabía que nunca me le iba a tomar así que decidí llevarla para la ocasión.

Salí del departamento, lo cerré con llave y camine por aquel pasillo que dividía nuestros hogares y me detuve hasta estar enfrente de la puerta de aquella dama con la que había estado últimamente.

Pasaron un par de segundos antes de que levantara mi mano y tocara el timbre. De inmediato una voz femenina con tono tierno dijo que esperara un momento, así que me quede parado viendo la botella que tenía en una mano tratando de averiguar de dónde la había conseguido.  

De pronto la puerta se abrió un poco y apareció aquella dama vestida con un mandil para cocinar de color amarillo con verde. Ella se escondía detrás de la puerta primeramente para ver quién era quien tocaba y al darse cuenta que era yo abrió por completo la puerta y me invito a pasar.

Ya dentro de su hogar me cuenta que debajo del mandil portaba un vestido rojo con la espalda descubierta y tan largo que le llegaba a las rodillas. Se había arreglado el cabello y maquillado, ya que tenía una novedosa trenza en un lado de su rostro y unos labios tan rojos como su vestido.

Me sonrió y sin decir una palabra me invito a caminar por su casa hasta llegar a la sala solo con un gesto con la mano.

En su departamento había poca luz ya que todo estaba iluminado con velas dándole un tinte romántico y seductor.

Llegue al comedor y vi a mi excompañera de la escuela sentada del otro lado de la mesa. Había palidecido y abierto los ojos como platos cuando me vio pasar pero sin decir una sola palabra; no podía.

-Anda siéntate amor. ¿Te sirvo?- me dijo la mujer mientras sacaba la silla por debajo de la arreglada mesa con velas, flores, fruta y demás detalles de metal.

Guarde silencio un momento viendo a aquella dama que solo me veía extrañada hasta que dije:

-Traje vino- mientras que lo levantaba y se lo mostraba.

-Que detalle, muchas gracias; no debiste. Déjame primero servirle a nuestra invitada y vemos que tal esta. Muchas gracias- Tomo la botella y la llevo hasta donde estaba la invitada. Irguió la botella tomándola del cuello y la estampo contra la nuca de aquella dama que por el impacto le sacudió todo el cuerpo y le empujo su rostro hasta la mesa impactándolo y dejándolo ahí.

Fue un golpe hueco que destrozo la botella en miles de pedazos dejando todo el piso y a la mujer mojada por completo de aquel liquido tinto.

-Estaba muy buena querido, me gustó mucho- Me dijo mientras soltaba lo que quedaba del cuello de su mano y se estrellaba en el suelo.

-Qué bueno que te gusto, la verdad no sé de qué año era pero ese tiempo de añejamiento lo valió- Le decía mientras me sentaba en la mesa y acomodaba mi servilleta por encima de las piernas.

-Lo valió bastante. ¿Te sirvo?-

-Por favor, estoy hambriento-


Comimos, platicamos y reímos hasta que dieron las tantas horas de la madrugada y le comente que ya me tenía que retirar.

Me acompaño hasta la puerta y nos despedimos con un beso en la mejilla y un abrazo.

-Oye, que pena que mi invitada se pusiera de esa manera y se quedara dormida sobre la mesa- Me decía eso mientras veía el cuerpo inmóvil con sangre saliendo de la parte de atrás de la cabeza, los ojos abiertos y el cuerpo amarrado a la silla de aquella mujer que había sido golpeada por horas.


-No te preocupes, el alcohol es el alcohol- 

jueves, 23 de abril de 2015

Media Naranja. Parte 4

Qué bonito sería el enterarse que no tienes que ir a clases el lunes por la mañana cuando ya estás en la puerta principal. Esa sensación con la que soñamos todos los estudiantes en algún momento. Sería grandioso, épico, monumental.

Era sábado por la mañana y la universidad abría solo para unos cuantos estudiantes que iban de mala gana por una clase o por el placer de alguna actividad deportiva; esos estudiantes que no tenían nada que hacer las mañanas de los sábados y que o estaban crudos  o en serio se dedicaban extraordinariamente a sus estudios. Sea como sea, iba a ser el último día de clases.


-Recuerdo cuando veníamos a este lugar, cuando nos encontrábamos con las personas que pensaban que eran nuestros amigos y con esos profesores que odiábamos en esos momentos- me decía mientras entrabamos al estacionamiento de esa inmensa universidad.

-Yo recuerdo que todos éramos diferentes, que cada quien estaba en su mundo y que todos estábamos separados por la barrera del habla. Que era una simple presentación o comentario lo que nos separaba a todos millones de años luz- Respondía mientras hacía pasar el auto por esos túneles y desniveles  y hasta que encontraba un lugar y me estacionaba.

-Todos éramos tan diferentes, teníamos sueños y objetivos que cambiaban día con día; empezábamos un semestre esperando algo y terminaba con cosas totalmente diferentes e inimaginables. Era tan bello eso, la incertidumbre- Acomodaba sus cosas en su bolsa de mano, sacaba su lápiz labial y se untaba en esos labios que no habían tocado los míos en un buen rato.

-Siempre traías labial con un aroma frutal y de un tono claro- Con mi comentario dejó se pintarse los labios y contestó con entusiasmo.

-¡Te acuerdas! Caray mi amor, nunca me lo imagine. Eres increíble pero también me acuerdo que nunca te animabas a hablar conmigo, que me saludabas con una sonrisa y ya; que me dejabas con las ganas de escuchar una palabra tuya-

-Pero ahora escuchas miles y lo valió-

-Claro que lo valió- Guardaba su maquillaje y comentaba ya con una mano en la manija para abrir la puerta del auto -¿Listo?-

La voltee a ver y le conteste:

-Ansioso-

Salimos del auto sincronizados, fui a la cajuela, tome una mochila y nos encaminamos a la explanada principal de la prestigiosa universidad del estado.

La universidad estaba deshabitada porque era sábado por la mañana y todos debían estar en clase, sino que caso ir. Solo uno que otro joven corriendo por los pasillos antes de que se le hiciera más tarde.

Caminamos juntos hasta la fuente principal en donde me tomo del brazo y me giro para tomarme del rostro y darme un tierno beso en los labios mientras cerraba los ojos y relajaba sus facciones faciales.

-Aquí fue donde me tomaste por sorpresa mientras estaba con mis amigas. Me diste la vuelta como lo hice ahora y sin decir una palabra me diste el mejor beso de mi vida- Sus palabras eran tranquilas y enamoradas.

-¿Mejor que el de ahora?-

Solo rio y me giño el ojo.

-Es hora. Nos vemos en un momento y, no vayas a recordar muchas cosas- Me soltó y se fue hacía el edificio en donde se pedían informes para los diferentes doctorados que se impartían.

Me quede parado un momento viendo como desaparecía ante mi vista y después observando todos esos muros, todas esas ventanas y puertas que estarían abarrotadas de estudiantes el lunes por la mañana como lo habían estado en mis tiempos de estudiante y antes de mí.

Me pidió que no recordara muchas cosas y eso iba a hacer; no tenía el más mínimo interés de hacerlo.

Deje mi contemplación y empecé a deambular por la universidad con mi mochila en mano. Pasaba por los salones que estaban llenos en esos momentos de estudiantes. Algunos ponían mucha atención, algunos poca y algunos preferían dormir. Que tiempos eran estos, que vida.

 Regrese a la fuente principal y dejando la mochila recargada en un arbusto me senté a los pies de está, esperando el regreso de… aun no podía memorizar su nombre y me quede pensando hasta que la vi regresar pero mi sorpresa fue que no estaba sola, venía con otra mujer con un vestido color pastel, tacones altos y bien arreglada.

-Mira a quien me encontré- La recordaba  –Es Eva, tomamos juntos la materia de Proyección-

La típica estudiante tonta que “idolatraba” a los profesores con sus encantos de mujer.

-¡Es cierto! Eva, que milagro, que gusto ¿qué haces por aquí?- Suponía que ahora trabajaba aquí, no esperaba más de ella ya que debió haber encantado a algún funcionario.

-Ahora trabajo aquí ¿Tú crees? Me encanta- Que alegría.

-Me da mucho gusto, algunas personas viven para la educación y servir a los estudiantes- Creo que no era el comentario directo de mi parte por lo que me interrumpió mí… ella.

-Le decía a Eva si nos juntábamos hoy por la noche para platicar y revivir viejos tiempo-

Ya con más cordura le contesté:

-Suena genial, hay que mantenernos juntos mientras podamos-

-Ya tengo su teléfono y nos vemos hoy en la noche, es un hecho-

Nos despedimos de ella dejándola en la fuente y nos encaminamos para salir del recinto. Ya en el auto me comentó la dama que se sentaba a un lado mío.

-Le dije que estábamos juntos y me dijo que, qué envidia me tenía, que eras un buen prospecto y que tenía que tenerme cuidado porque había muchas aprovechadas, que siempre le gustaste y que le encanta la idea de vernos- Ya sabía a donde iba a para esto, por algo la había invitado a su departamento, o más bien dicho, a nuestro departamento.

-Debió de ser una broma, tranquila-Y eso había sido.

-Pues yo me estoy muriendo de risa, mi día no pudo ser mejor- Su rostro mostraba lo que me había llamada la atención de ella cuando lo vi por primera vez. –La voy a citar a las siete, tú llega a las diez-

sábado, 18 de abril de 2015

Media Naranja. Parte 3

Después de mi interesante platica con mi “amigo” regrese al departamento, me di un baño, desayune como mandan los cánones e hice la limpieza de mi hogar. No me gustaba el desorden en ningún nivel y aborrezco esas esferas de polvo que se generan en el piso; pero era el único momento en que me podía dedicar a mi hogar y a mi ropa.

Me gustaba utilizar cosas recicladas de construcciones y madera vieja para hacer mis muebles, entonces mi sala se convertía en taller y ese aroma de madera recién cortada, era de lo mejor; solo una sensación superada por una buena comida recién preparada en un día soleado.


Ese calor, esos rostros desaparecer entre las llamas, esas miradas hacia el auto expectantes de lo que fuera a suceder, ese último respiro y parpadeo antes de presionar el botón; antes de que se contara una nueva historia, antes de que la gente saliera a las calles con miedo, antes de que se hablara de eso por toda la semana; mientras la policía dormía, mientras había gente preocupada por sus familiares desaparecidos, mientras todos esperaban una señal para actuar y al final, está llego envuelta en humo y cuerpos calcinados.


-No has tocado tu chocolate caliente mi amor- Me decía mientras me observaba con sus manos recargadas en su mentón sosteniendo su rostro y los codos apoyados en la mesa.

Estábamos sentados en la misma cafetería que siempre, en el mismo lugar que siempre, ordenando lo mismo que siempre, siendo atendidos por la misma mesera que había aprendido lo que ordenaríamos y solo nos pregunta “¿lo de siempre?” sin antes saludarnos.

Eran las costumbres del orden, lo que hace a la gente monótona y aburrida, desapercibida ante la sociedad y ante su entorno.

-Estoy disfrutando del momento. El estar sentado cómodamente, con un chocolate caliente, con buena música en la cafetería, rodeado de gente centrada en su mundo y contigo claro; una mujer independiente con la que disfruto mis tiempos libres- le decía mientras jugaba con una cuchara en la mesa de madera levantando y bajando la parte ondulada una y otra vez.

-Ay cariño, pero que cosas dices. Me halagas- Se sonrojaba y se volvía a inclinar en su silla mientras le daba un trago a su malteada de vainilla dejándole un claro bigote.

-Tienes espuma en el labio-

-Lo sé, quiero que me la quites- Se volvía a reclinar hacía donde yo estaba.

Tome la cuchara con la que jugaba, la lleve a su labio y le removí de un movimiento el fluido. Después lo deje caer sobre el vaso donde estaba la demás malteada.

Ese movimiento me pareció lento, eterno, calculado y medido de principio a fin. Como si algo hubiera hecho para hacer del tiempo más lento y afectando todo a mi alrededor.

-Ahí lo tienes, no tienes que desperdiciar nada-

-Gracias mi amor, no debiste hacerlo así- Su voz era decepcionada y estresada pero no era la primera ni la última vez que me la haría.


Los minutos pasaron y regresamos al edificio temprano; mañana ya era viernes y el comienzo de un gran fin de semana. 

miércoles, 15 de abril de 2015

Media Naranja. Parte 2

“Rostizados”, “17 mujeres y 15 hombres calcinados”, “Secuestrado y calcinado”, “Fuego en las calles”, “Entre llamas hombres y mujeres”, etc. Eran los titulares del día siguiente en periódicos y noticieros de la ciudad.

Era una mañana de domingo soleada, calurosa y con una rica brisa de aire que entraba por la ventana de mi habitación mientras me despertaba poco a poco después de haber degustado un rico helado con… ella.

Estirando las extremidades, un bostezo prolongado y pasar los dedos de mis manos por mi cabello no muy largo eran parte de mi rutina mañanera.

Comencé a ver por la ventana que quedaba no muy alejada de mi cama y más alta que está en uno de los costados; la luz que entraba por ella y el vuelo de uno que otro pájaro, escuchaba el ruido de las aves y la brisa mover las hojas de los arboles; esté último me causaba una sensación de tranquilidad y paz pero superaba la alegría que me causó una sonrisa de extremo a extremo el recuerdo de la noche anterior; el volver a sentir esa ola de calor entrar por la ventana del auto, el ver las llamas envolver el metal del camión y observar como el haz de luz hacia desaparecer todos aquellos rostros de hombre y mujeres que no conocía. Era una sensación de éxtasis total.

Después de varios minutos gozando de la mañana y del recuerdo en cama, me levante descalzo y solo portando un pantalón delgado para dormir en tono azul claro fui directo al baño; hice pipi y me lave la cara.

Regresé a la habitación y tome de mi buro aquel celular que descansaba. Ya tenía un mensaje de aquella dama con la que había pasado la noche anterior en la que me decía “Buenos días, no olvides ver los periódicos de hoy” seguido por “Estoy en un estado de placer total, ya perdí la cuenta de cuantas sonrisas me ha causado el recuerdo”.

Deje el celular en el buro y me enfile a la cocina donde desayunaría una rica fruta fresca y cereal mientras veía el noticiero sentado tranquilamente en el comedor. Me gustaba el café pero no soportaba la idea de contraer gastritis por algo tan tonto como eso.

Vivía en un departamento modesto con una habitación, un baño completo, una sala de buen tamaño y una cocina lo suficientemente amplia para realizar uno de mis hobbies que era cocinar; en un edificio modesto, con vecinos modestos, en una calle modesta y en una ciudad pequeña que crecía poco a poco gracias a las industrias manufactureras que veían al lugar con potencial para poner sus plantas de trabajo. Eso me gustaba ya que me daba un mayor campo de trabajo laboral y personal.

Lave los platos que había ensuciado, regresé al cuarto y me cambie la ropa para salir a correr un poco a un parque cercano a mi edificio en donde se concentraba una buena cantidad de gente a hacer también actividad física. Ahí encontrabas a hombres y mujeres de todas las edades y de todo tipo, solos acompañados, con mascotas y con ropa muy holgada o muy justa.

Era una sensación interesante ya que, te movías de forma incógnita; podías conocer los rostros pero no sabías que había detrás de ellos, que era lo que hacían para vivir, cuáles eran sus nombres o sus ideas; nunca pasaba de un leve gesto con la cabeza o un saludo con la mano a distancia. No había palabras, solo miradas cruzadas.

Corría por entre los árboles y por entre la gente con mis audífonos puestos escuchando música con una gran cantidad de bits pero podía sentir una atmosfera pesada, un ambiente tenso de preocupación y temor; era el aire que estaba espeso, como si el humo del camión se hubiera propagado por todas las calles y avenidas, entrado por debajo de las puertas y por las ventanas de las casas y haber sido respirado por todos; haciéndolos despertar de sus lindos y tiernos sueños e inundándolos en pesadillas y miedos.

-¿Ya te enteraste de lo que pasó anoche?- me comentaba un hombre con el que de vez en cuando cruzaba palabras cuando me cansaba y me sentaba en una banca. Hablábamos de vez en cuando acerca de deportes o cosas de política pero yo lo consideraba como un simple conocido; creo que él a mi como un amigo cercano porque a veces me invitaba a fiestas o me platicaba de su familia; yo era algo parecido a su desahogo de su vida cotidiana, un hombre de casi su misma edad con el que podía hablar cosas diferentes. Un padre con dos hijas que iban en la preparatoria felizmente casado pero con un alto grado de preocupación por el futuro ¿A si eran los padres hoy en día? ¿Eso era en lo que pensaban? ¿Vivian para y por sus hijas y esposa y todo lo que hacían era motivo de fiesta? Creo que la respuesta a todo eso era afirmativa. No le tenía celos, pero si curiosidad ¿qué era lo que se sentía estar de ese lado?

-¿Lo del autobús? Muy trágico ¿cómo es posible que pasen cosas así?- Preguntaba aun sabiendo la respuesta.

Se llevó las manos a la boca y dijo:

-Mi esposa y mis hijas están aterradas. No puedo dejar de pensar en aquellas personas, madres de familia, trabajadores, hijos; dios santo, que horrible- Fue lo primero que también pensé en el día.

-¿Qué te puedo decir? Así pasa, hay que vivir con eso y salir adelante- Su rostro también mostraba angustia y yo lo estaba disfrutando.

-Tienes razón, solo hay que vivir con cuidado y a la gente mala le pasan cosas malas- ¿Esa gente era mala? No lo sé y no me importa. –Pero bueno, te dejo hermano. Unos cinco minutos más y a regresar con mis hermosas hijas- Finalizaba mientras se levantaba de su lugar y se despedía con un apretón de manos.

-Cuídate hermano- y cuida a tus hijas y esposa.

-Igualmente- Lo haré.

domingo, 12 de abril de 2015

Media Naranja. Parte 1

-Ya no recuerdo tu nombre ¿Cómo era?- Le preguntaba mientras reclinaba mi asiento en el auto detrás del volante y me empecinaba a dormitar mientras escuchaba como las gotas chocaban contra el techo de acero.

-¿Y porque de pronto te empezó a importar? ¿Es eso en lo que estás pensando ahora? Por qué yo me preguntaba si aún existían los demonios de Tasmania ¿sabes si aún existen?- Respondía con tranquilidad mientras se limaba las uñas de las manos a un lado mío.

Un rayo cayó del cielo iluminando toda la calle y el interior del auto haciendo una fotografía instantánea; inmortalizando el momento conmigo con los ojos cerrados y las manos en el vientre y ella viendo sus uñas.

-Aún viven, vi uno una vez. No son como la caricatura y quede decepcionado; son más pequeños pero, no te preocupes; aún existen- Ya estaba más inmerso en el sueño que en la realidad.

-Qué bueno, me da gusto. Quiero uno ¿me consigues uno?- Ella dejo sus uñas y me tomo del hombro más cercano a ella.

-Primero dime tu nombre y ahorita vemos ¿vale?- Abrí los ojos, comencé a ver el techo y empecé a recordar donde es que había visto a ese animal tan exótico.

-Nunca tengo lo que quiero contigo, no se vale- Había dejado de tocarme y ahora está de brazos cruzados con cara de berrinche pero de inmediato cambio su postura y se abalanzo sobre mi tomándome de los hombros con sus dos manos y poniendo su rostro enfrente del mío; con nuestras narices tocándose y los ojos bien abiertos. –Me llamo Marta-

-Marta… es cierto y dime Marta ¿qué haces por aquí?- Hablábamos mirándonos a los ojos.

-Pues estoy aquí, sobre un hombre, dentro de un auto apagado, bajo la lluvia, esperando a que sea más noche para ver los juegos espectaculares y eso es todo ¿Tú cuál es tu motivación para estar aquí?-

-¿Yo? Creo que estoy en la misma situación que tú ¿qué coincidencia, no?- La tome del rostro quitándole un mechón de pelo de la frente y llevándoselo detrás de la oreja.

Quedamos en silencio en la misma posición cuando la alarma de mi celular sonó haciendo alusión a un asunto en el calendario que debía ser realizado.

-Creo que es hora querida así que quítate de encima de mi ¿quieres?- Le dije tomándola de los hombros.

-No, no quiero; para eso primero debes de hablarme bonito y luego, vemos- Me contesto poniendo su mano izquierda en mi mejilla acariciándola.

Di un suspiro y:

-Mi amor, preciosa ¿me harías un favor?- Dije tiernamente igualmente acariciando su mejilla.

-Dime osito- “Osito” como odiaba eso y tuve que contenerme y dar otro suspiro pero ahora más fuerte.

-¿Podrías sentarte correctamente en el asiento del pasajero para que podamos empezar los juegos artificiales que la gente del autobús nos pidió que hiciéramos en estos momentos?- Los hombres y mujeres del autobús habían dicho números a la zar y eso había dado la hora en que empezaran las actividades.

-Primero, bésame; bésame como esa primera vez en la orilla de la alberca esa noche mientras quedaba cubierto de agua el auto con la familia rica dentro- Vaya recuerdo esa noche. Piñas coladas preparadas por nosotros mismos, la alberca llenándose, los quejidos de la familia amarrada a los asientos del auto hasta que la alberca quedara totalmente cubierta de agua, viendo las burbujas emerger hasta que lo dejaron de hacer y haciéndose el silencio. Muy buena noche.

-Te besare cuando hayamos acabado y después ¿qué te parece si te compro un helado? Pero acabando esto ¿sí?- Eso nunca fallaba.

-Bien, pero que sea doble- Se quitó y se sentó en su lugar colocándose el cinturón de seguridad.

-Bien, será doble para mi cosita- Coloque mi asiento correctamente, me puse el cinturón y tome un control del portavasos del carro. Alce la cara y vi el camión estacionado de forma perpendicular a nosotros con la gente de la que hablábamos hace un momento, estaban empezando a despertar y a darse cuenta de que estaban amarrados.

Comenzaban las réplicas de ayuda, los gritos de desesperación y las preguntas de que era lo que estaba sucediendo.  

 Prendí las luces del auto e ilumine la mitad del camión. Ellos no nos veían por el reflejo pero nosotros veíamos rostros angustiados, enojados, preocupados, tristes, alterados y llorosos de hombres y mujeres que trataban de desamarrarse.

Fue poco lo que duró.

Presione un botón del control, el único botón del control y el único botón que decía la palabra “boom” sobre él.

Decenas de luces salieron de donde estaba el camión, una gran llama de fuego se elevaba en el cielo y el ruido del acero y la carne rostizándose ante la explosión. El estruendo fue ensordecedor pero el silencio que ocurrió después fue aún más siniestro.

Baje la ventanilla del auto y una onda de calor se metió al auto haciéndonos incomodar. Saque la mano donde tenía el control remoto y lo deje caer.

Subiendo la ventana dijo:

-Ahora quiero dos helados dobles- Su mirada estaba fija en el fuego hasta que volteó a verme y sonrió.


-Pensándolo bien, yo también quiero uno. Vámonos antes de que cierren la heladería- Arranque el motor, puse reversa, luego marcha y nos fuimos por esa misma calle dejando atrás el camión envuelto en llamas y el insoportable calor. 

miércoles, 8 de abril de 2015

Borreguita verde.

Con sus ojos oscuros y modosos y su cabello enroscado y esponjoso te observa pidiendo una respuesta a sus miles de preguntas y entre uno y otro comentario no logras saber qué es lo que realmente quiere; sin embargo lo presientes y, con el alzar de sus cejas logras descifrar el acertijo que te costó en realidad unos segundos o en una fantasía, cientos de años. Ella es una mujer confiable, honesta, directa y en alguien en quien puedo confiar.

Su necedad de comer su pasto verde recién crecido en las praderas que forman un cubo y vestirse en ocasiones especiales de una manera extravagante son las diferentes cosas que disfruta; al igual que el olor del lubricante de la maquina podadora y el del aroma sabor coco en los frascos de crema. Ella es una dama respetable, valiente, aferrada y alguien a quien valoro.

Enamorada de un mamífero de dudosa procedencia con nombre Alejandro y apellido Fernández y con desagrado a la gente industrial la borreguita pasea por los pasillos de lo que se ha convertido en su hogar y toma el sol en los lugares donde ha vuelto su playa personal. Ella es una niña divertida, ingenua, creativa y alguien con quien puedo dejar la soledad a un lado.

Con su fiel amiga, una bola hecha de pelusa que la sigue como si estuviera atorada en sus risos y que parece que atrae a más pelusas cada que se queda quieta y ella, con una sonrisa y con su corazón palpitar las acepta y les permite su crecimiento cerca de ella como si las alimentara con su generosidad. Ella es mi mejor amiga, mi confidente, mi hombro y alguien con quien sé que puedo confiar.

Ella es una borrega verde que evita el trasquilar y busca la trascendencia.

...

No sabes cuándo encontraras a una persona así. Una persona que te quiera como no te puedes imaginar, que quiera tener vivencias diferentes dentro de un marco sano y amistoso, que confié en ti, que te odie por tu forma de ser y te quiera por tus múltiples tonterías.

La competencia es un estilo de vida que la sociedad comienza a imponer, una forma de ser mejor y el superar a todos los que nos rodean, pero ¿a qué costo debemos perder al amor o a la amistad o a la familia para ser el mejor? Al costo que nosotros nos permitamos sobornar.


¿Interés o amistad? Con el interés nace una amistad y con la amistad se destruye el interés.