domingo, 28 de febrero de 2016

La prueba. Parte 1

El mar estaba agitado. La brisa de las olas nos caía a en los rostros y nos dirigíamos a un lugar que no conocíamos. No sabíamos en donde estábamos ni cuanto faltaba, solo que caía agua desde el cielo, las nubes comenzaban a relampaguear y el bote se elevaba con cada ola con la que chocaba. Las condiciones no favorecían y con solo tres personas en un bote pequeño, no había mucho que se perdía.

Los minutos pasaron y olvidando que era sentir el sol en el rostro o la sensación de estar seco vimos tierra firme.

“Ahora el problema va a ser llegar allá” dijo uno de los compañeros que venían en el bote. Éramos tres contándome, el conductor, un chavo aferrado a la orilla del bote y yo; los tres con agua salada hasta donde no sabíamos que podía entrar el agua con sal. Los tres de la misma edad pero con la misma duda de que iba a pasar después de embarcar en el puerto.

Era una playa con arena gruesa y piedras del tamaño de personas en la que nos esperaban múltiples personas con tres paquetes de maletas de tres diferentes colores. Cada paquete tenía una bolsa para dormir, una cantimplora y ropa; todo del color que nos tocara. Azul, rojo y verde.

Logramos embarcar con dificultades a lado de un cuarto de control en la orilla de la playa de donde proveníamos, nos dieron nuestro paquete de ropa y accesorios, a mí me tocó el rojo y nos invitaron a entrar al cuarto de control.

Con un gran ventanal de pared a pared y con computadoras debajo de este se veía todo el mar y como las olas chocaban y se elevaban contra el otro lado de vidrio. Era como estar dentro de donde se maneja en un gran barco, solo que aquí no estábamos a más de dos metros de la orilla del mar.

“Aquí estarán hasta que se acabe su estadía, Marco es el único que puede salir por alimentos y víveres para ustedes. Es la única condición; buena suerte y éxito” Estas palabras nos la dijo un señor de traje que se cubría de la lluvia con un paraguas y terminando de hablar cerró la puerta tras de sí y se escuchó un cerrojo. No hubo preguntas ni comentarios, solo silencio entre nosotros y el ruido de la lluvia y de las olas chocar contra el vidrio del otro lado.

“Luis” le extendí la mano a Marco para saludarlo “Marco” él contesto, luego al otro chavo “Luis”, “Juan” respondió.

“Y bueno ¿Todos venimos aquí a contestar nuestro examen de titulación?” “Yo sí” Yo también” pregunte y contestaron.

Silencio mientras nos veíamos a los rostros húmedos.

“¿Saben dónde estamos?” preguntó Juan. “Yo no” con honestidad le dije y después dirigí mi mirada a Marco que dijo “Yo tampoco”.

“Pero tú fuiste quien nos trajo aquí” mi argumento era válido. “Si, lo sé. Pero me dieron las coordenadas y yo solo las seguí; me pidieron que los trajera”

“¿Cómo sabías leer las coordenadas? ¿Quién eres?” Juan se veía como un tipo calmado pero ahora estaba muy nervioso y por eso preguntaba con cierta histeria.

“Soy un estudiante de ciencias marinas y me enseñaron a leer eso. Supongo que lo supusieron al traerme aquí” se veía igual de desconcertado que nosotros.

“Pero eso no contesta la pregunta de porque solo tú puedes salir de aquí” ahora me tocaba a mi cuestionarlo.

“Eso ni yo lo sé. Les juró que hasta ahora se lo mismo que ustedes acerca de esta situación”


Ninguno de nosotros sabía en donde estábamos, ni que nos iba a pasar y mucho menos que teníamos que hacer ahí. Los tres íbamos a realizar un examen pero ¿Este era el examen?

lunes, 22 de febrero de 2016

Un anti-héroe más. Parte 4

Había días buenos y había días malos.

Un día bueno era después de que desaparecía la mancha negra del pecho; era un alivio y una sensación de bienestar físico y mental increíble, nunca me imaginé que el hacer buenas acciones podía traerme una satisfacción tan grande aunque, por desgracia, sentía que me traicionaba a mí mismo, a esa persona burlona, sarcástica y directa.

Un ejemplo de este tipo de días era el darle energía a una sección de la universidad para que tuvieran luz las computadoras y se pudieran realizar las clases pertinentes. Ese tipo de cosas me quitaban de golpe la marca porque obviamente “¿A quién vergas se le ocurre eso?” y después de eso un buen baño que no me revientes, era un placer increíble.

Por el otro lado, un día malo era cuando todo se me había juntado, cuando en verdad no quise hacer nada; que en verdad el odio y la sed de revancha me invadió y días después llegaba a lastimar a la gente y lo disfrutaba.

Por ejemplo, un chico me molestaba durante clases hasta llegar a un punto en lanzar golpes en mi reacción y dada mi condición; el tipo no fue una semana a clases por fracturas múltiples y quemaduras que no eran graves pero si notorias. Ahora el chico ni alza la vista cuando me ve cerca de él.

Ahora, hay una situación que me está llamando la atención por completo. Hay una chica, siempre hay una chica; puta madre que si hay una chica y claro que esta bonita “tomo mal esa curva y si me vengo matando”, inteligente “yo si te aboyó la carrocería” y simpática “te haré sonreír hasta por cosas que ni sabías que tenías”.

Pero esta chica, tiene algo; lo que no se es que si es cosa mía o si también tiene un secreto como el mío, porque siempre que ella roza mi piel, donde rozamos; me deja momentos después una mancha negra, como la del pecho. Por decirlo en otras palabras, ella me toma del brazo y cuando me suelta me deja marcado y tengo que hacer cosas buenas para que se me quite. Es como si ella me estuviera absorbiendo mi “no mames, mi bondad”.

Ella no es normal, pero tan no normal que no dejo de pensar en ella. Como todo hombre encantado por una mujer, solo piensa en ella y su mundo se le empieza a venir abajo.

sábado, 20 de febrero de 2016

Un anti-héroe más. Parte 3

Y así fue como empezó todo, una gran habilidad para manejar la energía a mi placer, una fuerza tan grande como para levantar un auto, una capacidad para darle y quitarle fuerza a la gente, de hacer cosas magnéticas y de poder generar un campo de fuerza.

Bajo el agua sentía un placer incomparable, mejor que hacer el amor con cualquier mujer; aunque siempre el contacto físico es importante. Rodeado de madera me sentía tranquilo, de una manera, pasivo; y en una tormenta eléctrica, no tenían manera de contenerme, toda esa energía eléctrica en el aire me era como un niño en una dulcería con todo pagado.

Me gustaba jugarle bromas a la gente dándole toques, apagando y prendiendo la luz maliciosamente, erizando su cabello y algunas veces haciéndoles trucos de “magia”. Nunca fui muy afectivo con los niños ajenos y me desesperan los niños que no se están tranquilos, así que de vez en cuando jugaba con ellos e iba poco a poco absorbiendo su energía hasta cansarlos dejarlos dormidos hasta el día siguiente. Mi fuerza nunca la había podido ocupar a su máximo potencial, pero ya nadie me molestaba porque aunque no había cambiado mi aspecto, mostraba señales de una fuerza superior a la natural aunque como humano, era igual de frágil.

Soy de las personas que les gusta correr, un día iba corriendo y quise correr un tramo a toda velocidad pero algo extraño paso; comenzó con un hormigueo y después la vista se me nublo y en un parpadeo ya estaba del otro lado de la calle. No había entendido que había pasado, así que lo repetí una y otra vez en distintos lugares, sin gente alrededor obviamente; y al final entendí, gracias a un vídeo, que en el momento que me disponía en ir más rápido desaparecía en un haz de luz y luego esté se subía a las líneas de luz, viajaba en ellas y luego el mismo haz bajaba y volvía a aparecer. Eran distancias en metros en tiempos de mili segundos; estaba fascinado pero a la vez frustrado porque no podía utilizarlos para otro fin que no fuera el persona, y eso también con cuidado porque si no me iba a empezar a meter en problemas.

Todo iba bien, todo estaba perfecto y estaba muy contento con mi nueva habilidad heredada por aquel vagabundo hasta que me di cuenta que una mancha negra comenzaba a crecer en mi pecho día tras día. Como si fuera algo vivo iba expandiéndose por toda mi piel hasta que pronto cubrió todo mi pecho y empezó a irse a los hombros, abdomen y cuello. No pasó mucho tiempo en que se empezara a notar y la gente comenzaba a hacer preguntas.

No sabía que estaba pasando hasta que una persona me comento que me había vuelvo una persona muy seria, solitaria y en cierto punto arrogante porque comenzaba a reírme mucho del mal ajeno, a ser muy directo e insensible desde hace unas semanas; el mismo tiempo desde que adquirí el poder y la mancha comenzaba a notarse.

El día siguiente quise hacer un experimento y con mucho trabajo fue un día en el que le hacía favores a la gente, en el que me comportaba como la persona más cortes y cordial de la universidad y del trabajo, en el que trataba a todos con paciencia y alegría. Que día tan difícil fue ese.

En la noche revise mi pecho y note que la mancha no había crecido pero tampoco se había disminuido. “No mames que me tengo que comportar mejor que hoy con esa bola de pendejos” y en un arrebato de estrés tense mis músculos y como si hubiera sido una descarga de electricidad todas las luces de la casa se prendieron hasta llegar a un punto de bolar los fusibles en cuestión de segundos. “Esto es perfecto” el sarcasmo siempre estaba presente.

Al día siguiente, resignado por como tenía que ser con las demás personas, iba caminando por la calle y vi un carro que no encendía claramente por falta de energía en su batería. A regañadientes me acerque al señor que enojado no sabía qué hacer y le pregunte si podía ayudarlo y le comente que levantaba el cofre e intentara prender el auto de nuevo, así yo podría ver que era lo que estaba pesando y “talvez” darle una solución.

Sin nada que perder el señor siguió mis instrucciones y giro la llave del auto mientras que yo, del otro lado del cofre levantado tocaba con mi mano la batería y le entregaba energía hasta que sentía que estaba llena; de inmediato el carro prendió y el señor salió de esté asombrado y preguntando que le había hecho, solo le conteste que le faltaba un pequeño empujón. Ante mi respuesta me di cuenta que estaba más tranquilo, como si me hubiera quitado un peso de encima y el estrés ya no se apoderaba tanto de mí, al igual que el enojo con el que andaba en los últimos días.  


Sin dudar, el señor se ofreció a llevarme a mi destino, acepte complacido y al llegar a la universidad fui directamente al baño en el que me quite el saco y la camisa y me di cuenta que la mancha había disminuido su tamaño considerablemente. Sin embargo, no me había dado cuenta que había entrado al baño de mujeres cuando observe salir a una chica de un cubículo. Se me quedo viendo por unos momentos con un rostro de extrañeza para después regalarme una sonrisa traviesa con esos labios que minutos seguidos iba a besar. 

martes, 16 de febrero de 2016

Un anti-héroe más. Parte 2

¿Cómo empezar esta historia, esta novela que pretende contarles una historia de amor conjugada con la perversión de un adolescente, con la realidad de la gente, con la maldad proveniente de una maldición que al mismo tiempo es una gran habilidad, con el pudor de una vida íntima y con el sudor de un corazón imparable y una mente invencible?

Puedo empezar desde que pedí ser algo más que un humano, que un simple muchacho que quería hacer más para la sociedad y para sí mismo. Un deseo que se cumplió realidad cuando conocí a aquel hombre desamparado debajo del puente. Era un anciano con harapos por ropa, cabellera blanca, una barba enredada, cartones mojados por piso, con sus pies descalzos y un olor penetrante a alcohol.

Me ofrecí a ayudarlo, le tendí mi mano y él la acepto recargándose después en mi persona y caminando unas cuadras hasta llegar a un lugar más seco e iluminado. De inmediato se sentó en el suelo y lanzó un suspiro de cansancio ante el frío existente.

Yo venía del trabajo y de la universidad, por ende, venía bien abrigado previniendo el clima; pero ante un impulso de necesidad, no dude en quitarme mi chamarra y dársela, la cual de inmediato se puso sin agradecer; no lo esperaba de todas maneras.

“Me tengo que ir, permiso” fue lo que le dije ante de darle la espalda y caminar un par de pasos antes de que me preguntara lo que me marcaría hasta hoy en día.

“¿Qué estás dispuesto a sacrificar para dar todo de ti a todos los que te rodean diariamente?” Su voz era profunda y sincera, sin una gota de alcohol en su exclamación.

“Te di mi chamarra ¿no? A un desconocido que la necesitaba a costa del regaño que voy a recibir más tarde y de mi propia salud” Mi respuesta no fue talvez la más respetuosa, pero fue la única que pude formular en ese momento.

“Eso fue solo una acción ¿qué estás dispuesto a sacrificar, de tu vida, para ser algo más?” Ya era enojo, rabia; la necesidad de una respuesta honesta lo que salía en un vaho de su boca.

Tarde en contestar porque me preguntaba qué era lo que quería de mí. “La vida misma” Al final le dije.

Tan solo escucho mi respuesta y me tendió su mano cubierta por un guante tejido, mugroso y desgarrado. “Demuéstramelo” Fue lo que dijo.

Soltando mi mano temeroso y con dudas hacía él fue que al final la estreche y con un apretón fuerte que me tomó por sorpresa me transporto a un mundo de dolor y alegría. Un mundo en el que veía todas las peores cosas que me habían pasado en la vida, seguidas por todas las alegrías y risas que había disfrutado hasta ese momento. Era mi mente en la que estaba de vagabundo, viendo cada rincón de ella y abriendo cada puerta por más cerrada que estuviera para al final de todo; ver un destello, como un flash de una fotografía y estar en penumbra ciego por el haz de luz de la lámpara que estaba arriba del techo donde había ido a dejar a aquel vago.

Ya estaba solo, tirado en el suelo hundido en mi sudor y envuelto en un dolor de cabeza inmenso que apenas me dejo sentarme recargado en la pared.

“¿Qué había pasado?” Fue mi primer pensamiento seguido por un “¿El viejo?” Y volteando a ver en todas direcciones lo busque sin éxito. De pronto reaccione y tenía la chamarra puesta, la que supuestamente le había dado. No entendía que había pasado y no tenía la fuerza mental para averiguarlo en ese momento; así que me levante lentamente y me fui caminando a mi hogar.

Llegando a esté recibí un abrazo seguida por una bofetada y gritos de donde había estado toda la noche. Era cierto, ya era el día siguiente y no me había dado cuenta.

Poca atención era a las preguntas y menos eran las respuestas que podía dar; no sabía nada, no sabía que había sido real y que había sido mentira así que opte por el silencio.

Llegue a mi cuarto y si tocar el interruptor de la pared para prender la luz, esta se prendió. No me importo en ese momento. Ya desnudo toque la manija del cancel de la regadera y me dio un toque potente, tampoco me importo; pero cuando abrí la llave y el chorro de agua se vertió sobre mi cuerpo, un hormigueo intenso comenzó por todos mis músculos poniéndome excitado y con una enorme erección en mi miembro. Eso sí me importo. ¿Qué me estaba pasando? Y no sabía que ahora era acreedor de algo llamado, un don o más bien, una maldición.

sábado, 13 de febrero de 2016

Un anti-héroe más.

Con la fuerza de cien hombres en uno, con la habilidad de manejar la electricidad, con la mentalidad de justicia, venganza y sin remordimiento y una personalidad burlona; son de las personas con las que no te quieres meter o si quiera hacerle una broma.

Mujeriego, carita, siempre sonriente, engreído para unos, odiado por muchos; nunca puede estar serio. Estudia y trabaja, pero le vale todo y por él; siempre mostraría su dedo medio a todas las personas, incluyendo a la monja, a su jefe y a sus profesores. Que se vayan todos por un tubo, que se abran como pistaches.

Una vez se encontró en la noche caminando tranquilamente aquel joven con pantalones de mezclilla rotos, tenis negros, una sudadera morada y un chaleco cuando vio a una chica que era molestada por un tipo más fuerte que ella y que la tenía contra la pared. Se acercó a ellos y ella diciendo “ayúdame por favor” y el tipo “no te metas niño si no quieres que te parta la madre”.

“¿Si quieres que te ayude?” le pregunto a la señorita y ella en un “si” cortante y entre lágrimas, el brabucón la soltó y se volteo a ver al joven y esté de un movimiento lo tomo del cinturón y con la otra mano le tapó la boca y lo llevó ahora a él contra la pared de ladrillo rojo.

“No eres un buen tipo y creo que debas tratar así a una chica antes de llevarla al baile de graduación. Te voy a dar una oportunidad de disculparte con ella pero sino lo haces te juro que vas a quedar como pollo; todo rostizado”. Le quitó la mano de la boca y el hombre gordo y fornido trato de zafarse pero ante su falló dijo violentamente “déjame maldito idiota para que le de su merecido a esta zorra y luego a ti te deje…” el joven le tapo la boca de nuevo con su mano antes de que continuara y dijo: “y esa es una respuesta incorrecta, eres un burro hijo”

Se volteó hacía la señorita que ya estaba más tranquila observando la situación y le dijo el joven: “será mejor que se vaya a la esquina y ahorita la alcanzo, quiero dejar muy claro mi mensaje” y sin dudar la señora que ahora me daba cuenta que era sexo servidora se iba con un fuerte sonido de tacones.

“Ahora a ti, solo disfrútalo lo más que puedas” Cuando dijo esto, una corriente eléctrica salió de su mano que tenía en la boca del hombre y recorrió todo su cuerpo calcinándolo por dentro en cuestión de segundos. Lo soltó y se derrumbó en el suelo como un títere sin cuerdas. Por fuera se veía como un borracho, pero por dentro no era más que cenizas.

El joven salió caminando de la escena y alcanzó a la prostituta, de inmediato le dijo: “ya no te molestara ese tipo” y ella contesto “muchas gracias, no sé qué me habría pasado si no me hubieras ayudado. Ahora te tengo que recompensar joven valiente” Y mientras me decía esto me tomaba de la entre pierna y hablaba con sensualidad.

Esa noche fue grandiosa porque no era cualquier sexo servidora, era de las caras y por ende; limpia y claro que sabía lo que hacía.


Me encanta mi vida y ahora se las voy a contar. Espero que les gusten grandes, grandes historias. 

miércoles, 3 de febrero de 2016

¡No mames 21 años!

De esos momentos en los que es de noche, estas sentado en la tapa de la taza del baño, con tu pijama puesta, mientras te lavas los dientes y te observas al espejo y de pronto te viene la pregunta a la cabeza de cuántos años tienes; y haces la cuenta en relación con la edad de tu hermana y descubres o más bien recuerdas tu edad.

Te levantas de tu caliente asiento y con el cepillo sostenido con la boca te recargas en el lava manos y tratas de encontrar tus ojos en la oscuridad de la habitación.

En tu mente se formula la siguiente pregunta que te hace reflexionar y palpitar el corazón ¿Qué he hecho con mi vida? En ese momento no sabes la respuesta, ni cuando te vas a acostar, ni cuando despiertas y desayunas; no cuando estas rumbo al trabajo o cuando vas a la universidad. No es una respuesta de un solo momento, es una respuesta que vas contestando desde que te formulas la pregunta.

Has viajado, has conocido gente, has reído y llorado, te has enamorado y has sabido que es el odio, has trabajado y has jugado; has realizado miles de cosas, pero la pregunta sigue ahí porque las múltiples respuestas te suenan vacías  ¿Qué he hecho con mi vida? Que ahora es ¿Qué voy a hacer con mi vida?

A los veinte años comencé a tatuarme ¿hasta los 30 lo dejare de hacer? ¿Un tatuaje al año hasta pasar por mi crisis de los veinte? Ya tengo unas costillas y un hombro; después será la espalda, las otras costillas, el otro hombro, el vientre, el pecho, las piernas, los brazos, etc.

Ya he tenido tres trabajos desde que soy mayor de edad ¿Cuántos más voy a tener?

He ganado en deportes y ahora me preparo para la máxima prueba que es un maratón ¿Voy por el ironman?

Manejo dos idiomas y la mitad de un tercero ¿Sabré mentar la madre en todos los idiomas posibles algún día?


¿Qué me hace falta? ¿Por qué siento vacía la respuesta de que he hecho hasta ahora? ¿Será malo ser ambicioso? No lo sé y no lo sabré hasta el final de mis días ya que estas mismas preguntas me las he hecho múltiples de veces a lo largo de mi vida y aun no descubro la satisfacción de mi respuesta.

¿Será hasta que viva solo o hasta mi boda o hasta la luna de miel o hasta que sea padre o hasta que tenga mi propio negocio o hasta que vea a mis hijos ser exitosos o ser felices? ¿Sera hasta que me acueste en la cama después de terminar de lavarme los dientes, mire a un costado de mi cuarto, cierre los ojos y comience a soñar?