jueves, 29 de octubre de 2015

Media Naranja. Parte 11

-¿Cómo te han tratado?-

-Bastante bien querido, me dieron a escoger la comida de ahorita-

-En serio, que rico; y ¿qué pediste?-

-Pues una tarta de fresa, helado de vainilla, chocolates, pan con mantequilla, fruta; mucha fruta y una fuente de chocolate que ya no debe tardar en llegar.- Me contestaba mientras se llevaba otro chocolate a la boca con sus delgados dedos.

-Esperemos que no se tarden-

-Oye y ¿crees que nos estén viendo?- Me preguntaba mientras observábamos el vidrio oscuro que estaba enfrente de nosotros y ella saludaba con la mano.

-Más les vale- Le contestaba mientras mordía con alegoría la hamburguesa.

A los pocos minutos llego una fuente encendida, empujada por un policía, que derramaba chocolate con varillas de madera de bombón y fruta.

Dejaron la fuente cerca de la mesa de metal en donde estábamos comiendo y cuando salía el oficial entro el señor “licenciado” con una silla que la coloco enfrente de nosotros y pregunto:

-¿Todo muy bien?-

-Sí, muchas gracias. Todo está para chuparse los dedos aunque se tardaron demasiado- Le contestaba mientras me metía los dedos a la boca saboreando la salsa de jitomate que se le había escurrido a la hamburguesa.

-No fue excelente encontrar una fuente de chocolate adecuada para su novia pero que bueno que todo esta bien, ahora ¿qué va a pasar dentro de quince minutos?- De un tono gentil cambio a uno autoritario o eso intentaba hacer.

-Dentro de quince minutos van a ser las siete, tontito- Contestaba mi “novia”.

-¿Y qué va a pasar a las siete?- No se había reído ni un poco.

-Antes de contestarle quisiera preguntarle algo ¿encontraron algo?- Le pregunte.

-Disculpe ¿en dónde teníamos que buscar algo?-

-Pues supongo que se tardaron porque entraron a nuestras vidas, a nuestros hogares, hablaron con nuestros vecinos, vieron nuestros números de cuenta, olieron nuestra basura, metieron la mano en nuestros refrigeradores y hasta durmieron en nuestras camas para encontrar que iba a pasar a las siete o para saber si quiera quienes somos nosotros y… ¿encontraron algo?- Deje la hamburguesa en el plato y me lleve las manos al mentón mientras le explicaba.

-No sé a qué se refiere- Trato de sonar desinteresado.

-Pues entonces es una lástima porque si lo hubieran hecho, aunque sea una de esas cosas que acaba de decir mi esposo, hubieran encontrado que iba a pasar a las siete; que es, dentro de cinco minutos- Contestaba mi ahora “esposa”.

Sin decir una palabra se levantó de su lugar, tomo la silla y se fue arrastrándola cerrando la puerta de metal con fuerza.

No pasaron ni dos segundos cuando con voz enfadada y en tono de reclamación dejaba su rebanada de tarta en el plato

-Novia, esposa y ni siquiera me has besado, ni una vez ¿qué te crees?-

-¿Quieres que te bese?- Ahora la veía a ella con mis manos en el mentón.

-Pues, sí. Sabes que…-dudo unos momentos mirando su plato con comida y en un momento se erguía en su silla y decía con seguridad –Si, si quiero que me beses y como nunca lo has hecho con alguna de tus otras novias-

 Ese último comentario me saco una sonrisa pero ella estaba segura de lo que decía.

-Con cinco minutos bastan- Fue lo último que dije antes de abrir los brazos, tomarla del rostro tiernamente con mis manos y acercarme a velozmente mientras que ella abría los ojos y se tensaba su cuerpo por la sorpresa.

Fue un beso de cinco minutos en la oscuridad de nuestros parpados, en el encuentro de nuestros labios, en el tacto de su rostro en mis manos y de mi cadera en las suyas.

Fueron 300 segundos donde reinaba el silencio. Ni un segundo antes ni un segundo después se sintió una vibración debajo de nosotros seguida por una explosión en la cercanía.

Los primeros segundos fueron de silencio, los siguientes fueron gritos de dolor y agonía, sirenas y alarmas por todos lados y nosotros; abríamos los ojos lentamente mientras nuestros labios seguían juntos hasta unos momentos después.

-Vámonos- Dije con voz calmada y con los ojos enfocados en los suyos; aun sintiendo ese estruendo que había sucedido, del que nadie esperaba y del que nadie nunca está preparado para las consecuencias.

domingo, 25 de octubre de 2015

Media Naranja. Parte 10

Ya habían pasado más de 3 meses desde los anteriores atentados y la paz había regresado. Los niños habían regresado a los parques, los padres habían vuelto a sus aburridos trabajos, las madres habían regresado a sus clases de baile en donde se regocijaban con el sexy profesor y los noticieros daban la noticia día tras día de nuestra captura y del proceso judicial que llevábamos; de como el astuto y profesional proceso de justicia había dado con la pareja acreedora de los hechos que hasta ahora habían matado a más de 200 personas en solo dos acciones y que se había “atrincherado” en un departamento en la ciudad donde ya no tenían nada que comer y se tuvieron que entregar a las autoridades.

La verdad es que se tardaron un mes en encontrarnos desayunando en el departamento de aquella mujer. Fue un domingo por la mañana cuando estábamos sentados en la barra de la cocina desayunando un rico jugo de naranja con unos huevos con cubiertos con mole y unas tortillas asadas; mientras escuchábamos música clásica de jazz. Llegaron azotando la puerta y gritando leperada y media pero eso sí; jamás nos tocaron y cuando los veíamos bajaban la mirada temerosamente aquellos policías de fuerzas especiales.

-Eran siete los policías los que nos apuntaban con sus armas largas mientras nosotros seguíamos comiendo y todo paso tan cómicamente que es inevitable no reírse.- Le decía al “licenciado” que no dejaba de verme con una mirada de intento de seriedad.

-Imaginen la escena, una pareja desayunando tranquilamente en la cocina con música de jazz de fondo cuando de pronto, ¡Boom!- Golpeando la mesa con mis puños haciendo que los policías que me cuidaban brincaran del susto –Tiran la puerta unos policías que hacían más ruido afuera del departamento que adentro. Entraron gritando animadamente “¡quietos!, ¡manos arriba hijos de su tal para cual!”- Ahora mis manos se posicionaron como si sostuvieran un arma, cerrando un ojo y yo les apuntaba a los policías que se ponían nerviosos ante el peligro invisible y al final apuntándole a aquel hombre de traje viejo que me miraba sin parpadear. Pasaron unos segundos y con una sonrisa en mi rostro tire del gatillo y con mi boca hice un gesto de explosión.

Regrese las manos a la orilla de la mesa de metal de aquel cuarto gris con una lámpara colgante y un vidrio grande en vez de pared.

-De pronto se hizo el silencio en el departamento y solo se escuchaba la música de fondo. Se les habían agotado las ganas y la ansiedad; y nosotros seguíamos desayunando tranquilamente hasta que aquella mujer los vio de frente y les ofreció una taza de café. Se levantó de la mesa y todos le apuntaron a ella, pero no se detuvo. Les dio la espalda y fue cuando se escuchó un murmullo de un policía que jamás olvidare.- Cerré los ojos y dije temerosamente tartamudeando –Quieta, por favor-
-¿Quién es ella?- La segunda pregunta del licenciado que me hacía. La primera había sido, “¿qué paso?”.

-Todo a su tiempo querido- Le conteste como una madre le contesta a su hijo cuando pregunta quién es su verdadero padre.

-Ella se levantó y fue sacando tazas de café, una por una y me las fue colocando en la mesa. Se dio la vuelta y los miró, miro como la apuntaban con sus armas y ella solamente levanto el dedo y los contó. Se quedó pensando unos instantes y después se dirigió al lava trastes y empezó a lavar una taza. “Perdón, es que faltaba una”, fue lo único que dijo cuando ya las tenía todas formadas y las empezaba a llenar con café recién hecho y solamente preparado para ellos-

-¿Qué tenía el café?- Ahora se animaba a preguntar más.

-¿Cómo que qué tenía el café? ¿Es en serio que me está preguntando eso? A ver, usted- Le dije a un policía que alzo su arma ante el movimiento de mi mano señalándolo –Tráigale una taza de café a este tipo que no sabe que tiene el café- Se quedó quieto sin hacer nada y eso me enojó -¿Qué no entiende? ¡¿Qué traiga una taza de café al licenciado?!- Solo pasaron unos segundos cuando se abrió la puerta del cuarto y un hombre entro con una taza de café de cartón. –Así me gusta, que sean útiles-

-¿En qué estaba? A si, ninguno tomo su cafecito y se quedaron parados con sus pesadas armas. Ya para terminar, nosotros terminamos nuestro desayuno; nos levantamos y me pare enfrente de uno de los oficiales con la punta del arma tocando mi frente. Levante mis manos y le dije- Repetí el movimiento sentado y viendo ahora al trajeado –Listo, ya nos puedes llevar pero ustedes lavan los platos porque no quiero regresar y verlos ahí todos sucios-

Me relaje de nuevo bajando las manos y volteando a ver a todos dije –Y eso fue todo, eso fue lo que paso-

 -¿Qué hay en el paquete número treinta y uno?- Esa era la pregunta esperada.

-Primero quiero comer y después esperaremos un poco; a las siete de la noche para ser exactos-
-¿Qué va a pasar a las siete de la noche?-

-Quisiera una hamburguesa con papas a la francesa y con una malteada de vainilla no muy espesa, por favor-

-¿Qué va a pasar a las siete de la noche?-

-Y quiero comer con ella-

-¿Porqué?-


-Porque quiero comer con ella, así de simple y así de sencillo- Me recline sobre la mesa acercándome a su rostro. –Y no se vayan a tardar porque me pongo muy impertinente su tengo hambre- 

martes, 13 de octubre de 2015

Te conocí en una oficina.

Te conocí en una oficina, te conocí debajo de una lámpara y te conocí mientras tus manos se entretenían en tu teclado.

Te vi con muecas en el rostro, con los ojos brillosos y con la boca llena.

Te hice reír en la iglesia, en la escuela y en el estadio.

Te imagine con ropa deportiva, con tu pijama y al final; vestida de blanco.

Te hable de frente, mientras veía tu rostro y tomaba tus manos.

No eres con quien me imagine, no eres con quien soñé y no eres a quien quería conocer; porque personas como tú, no hay mente que las pueda imaginar.

Viajamos al fin del mundo y al inicio del mismo, nos besamos en lo más alto y en las raíces de la naturaleza y ahora estamos viendo a nuestro alrededor pensando que hacer un domingo por la mañana.

Te espere sentado en las escaleras de un edificio rodeado de gente, te vi por el espejo acercarte con tu lento caminar y ahora nos protegemos del arroz que vuela sobre nuestras cabezas.

Se correr y se jugar futbol; pero nunca había bailado un vals.

Nos hemos dejado de hablar y no nos hemos visto por días; pero tu mirada siempre me ha acompañado, tu sonrisa pícara, tu calor latente, tu pensamiento crítico y tu humor característico.

Hoy podemos ser lo que queramos, hoy podemos hacer lo que deseemos. Hoy poder viajar al otro lado de la oficina y tomarnos de la mano, hoy podemos subir la montaña y admirar algo no tan bello como nuestro amor y hoy podemos decir; simplemente decir, acepto.

Dedicado a Gaby y Tania.


Nunca se detengan.

viernes, 9 de octubre de 2015

Mente vs Cuerpo.

Continua.

No puedo más.

Una más.

¿Cómo quieres que de una más?

Con la misma fuerza que hiciste la anterior.

No estaba tan cansado como ahora.

¿Te canso tanto una?

Fue el conjunto de las anteriores.

¿Y esa es tu excusa? ¿Haber hecho muchas? Y ¿ahora no puedes hacer una más?

Te odio.

Yo te odio más por haberte fallado.

¿A qué te refieres?

A que te venciste. A que dejaste de ser tú por alguien más.

Púdrete.

Púdrete tú primero, ingenuo.

 Ya cállate, deja de pensar en eso.

Deja de pensar que yo deje de pensar en eso; porque no está ayudando mucho amigo mío.

Haces una, dos, tres, cuatro y cinco más.

Listo.

¿Listo qué? ¿Ya te diste cuenta de lo que debiste hacer esa noche?

No lo valía, no hubiera podido, no hubiera sido yo. Así como ese día en las jardineras donde, en verdad si me falle. Hubiera pasado lo mismo. Y, además; si lo hubiera hecho la noche no hubiera transcurrido bien.

¿Y transcurrió bien, para ti? Una más.

Haces una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez más.

¿Cómo te sientes con eso?

Enojado. Debí haberlo hecho.

El hubiera no existe.

Debí haberme dejado llevar.

¿Seguro?

¿No es eso a lo que quieres llegar con esto? A que me dé cuenta que…

¿Qué me dices a mí? Soy tu mente imbécil. ¿A qué te des cuenta de que…?

De que las cosas han cambiado.

¿Y con eso te sientes?

Motivado, fuerte; no lo sé. Diferente.

¿Le hubieras roto la cara?

No, reaccione como debí haberlo hecho. El hubiera no existe. No soy tan mala persona; le hubiera arruinado su noche y la mía y…

Esa mamada. Jeje. ¡Era lo correcto!

Lo correcto era no haber nunca haber enviado ese mensaje.

Ahora, a estas alturas del partido. ¿Te arrepientes de haber regresado en ese entonces con ella?

No, jamás. Sino nunca me hubiera dado cuenta de la persona que soy.

¿Y qué persona eres? Una más.

Haces una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, dieciocho, diecinueve y veinte.

Lo sigo buscando.

Una más.

Haces una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuno, veintidós, veintitrés, veinticuatro, veinticinco, veintiséis, veintisiete, veintiocho, veintinueve y treinta.

Para.

No

¿Por qué?

Porque soy más que eso.

¿Cómo estas seguro de eso?

Porque lo siento, idiota.

Pendejo.

Puto.

Asno.

Pero no débil.

Bien dicho.

¿Ahora qué?

¿Unos diez kilómetros?

Porque no.

Haces los diez kilómetros.

Me siento mareado. Voy a vomitar.

Tengo que ir al baño.

No vas a llegar.

Demonios, te odio.

Vomitas.

Mírate en el espejo.

Te miras en el espejo.

¿Qué tengo que ver?

Tú dime.

Veo un joven que no aprende, que no sabe detenerse, por necio, por terco, por… por querer siempre más, por no darse por vencido, por querer ser más fuerte y vencerlos a todos. Y que acaba de vomitar sobre el suelo del gimnasio.

¿Y eso esta mal?

¿Qué haya vomitado en el suelo y que tengo que limpiar? Si. De todo lo demás, claro que no; me siento de maravilla.

Suficiente por hoy.

Ya lo creo.


Sonríes. 

miércoles, 7 de octubre de 2015

En las fauces del venado.

Corres a la máxima capacidad, corres hasta que las pantorrillas se vuelvan de piedra, corres hasta que la cabeza se te caiga del cuerpo y corres hasta que ya no sientes el suelo y solo vez pasar todo a tu alrededor.

Un árbol, dos árboles, tres árboles; pasto, tierra, el crujir de las hojas, el soplo del aire, el olor a tierra mojada y pisadas detrás de ti. Todo en un juego de luces y sombras en un día soleado en el bosque en el cual solo corres con tus tenis enlodados, con tu música entrando en tu cerebro, con tus pantaloncillos cortos mojados por el líquido que sale por cada uno de tus poros, con tu cabello hecho un desorden y con tu piel rasguñada por las ramas, troncos, piedras y ríos que has tenido que pasar para no detenerte y solo seguir corriendo sin razón aparente.

No has tomado agua, no has comido algún alimento y no has dejado de respirar agitadamente. Observas las plantas y los animales que te observan mientras no te detienes. Escuchas las hojas que se rompen con tu paso y el viento soplar por momentos. Sientes el calor de los rayos de luz y el agua pasar por tus piernas mientras tratas de pasar sobre ella. Y saboreas tu sudor y el aparente aire fresco que te rodea.

Corres y no te detienes porque a pesar de estar cansado quieres seguir adelante y dar todo de ti. Brincas, gateas, nadas y hasta te balanceas para no dejar de moverte.

Te topas con alguien que corre a la par de ti, que corre a tu lado por ese solitario bosque. Van los dos juntos cazando el liderato y solo sonríes porque él, al igual que tu; no se va a detener.

Empieza a tomar la delantera hasta que lo pierdes de vista, tú sabes que diste todo, que es más rápido y que actualmente es imposible alcanzarlo en esas condiciones. Pero tú te distraes por esta situación y no te das cuenta que está detenido en tu camino, que te está esperando y que te diriges directamente a él y que estas a punto de envestirlo.

Como puedes cambias el rumbo para no tocarlo pero es inevitable el no chocar con los árboles, las piedras, los arbustos y al final terminar tirado viendo al cielo en la tierra mojada bajo un haz de luz que ciega tu mirada. Y así sucede.

Sientes la tierra mojada en la espalda, el dolor de las piernas y brazos, el calor de tu frente y de tu pecho y la resequedad de tu boca; respiras lentamente y tu cuerpo se relaja. Tratas de levantarte lentamente y lo vez aun ahí parado, mirándote con desdén, con furia y con superioridad.

Los dos parados, viéndose directamente a los ojos; esos ojos negros, grandes y enfocados; esos cuernos afilados, largos y peligrosos; ese cuerpo tierno, noble y seductor y esa sensación conjunta de seducción por su apariencia y de peligro por sus objetivos.

Sabes que hacer y él también. Corren uno hacia el otro en cámara lenta para al final, cuando ya están cerca, él dando un gran santo con los cuernos de frente  y tú con un puño erguido; chocar y perderse entre el sonido de un rayo que acaba de caer en medio del bosque.

Despiertas tirado en el suelo y ya no está, pero no te importa; algo acaba de suceder que te hace dar cuenta que nunca se va a separar de tu lado, que él ahora es tu y que tú eres ahora él.

Te levantas, sonríes como nunca y sigues corriendo como nuca lo has hecho.  

domingo, 4 de octubre de 2015

De corazón.

-Te amo. En serio lo hago, no dejo de pensar en ti, no dejo de sentir tu respirar, no dejo de ver tu sonrisa en mi mente, no dejo de sentir tu mano en la mía, no de dejo de sentir tu calor, no dejo de pensar solamente en ti. Es que te amo y te amo demasiado y no puedo parar de hacerlo-

-Por favor no me hagas daño, no… no sé qué decirte pero por favor no me hagas daño- Lloriqueaba mientras estaba aferrado a la silla de madera donde se encontraba su hermoso cuerpo. –Soy tuyo, solamente tuyo pero por favor no me hagas daño-

-No mi amor, no te voy a hacer daño, jamás. Yo solamente te quiero a mi lado, quiero que compartamos una vida los dos solos, quiero que estés a mi lado hasta el final de los tiempos, quiero sentirte hasta el fondo de mi ser y te des cuenta de todo mi amor que tengo para ti. Mira ven, dame tu mano y siénteme- Mientras le tomaba su mano temblorosa, fría y sudada y la pasaba primeramente por mi rostro y la bajaba poco a poco –Siénteme, anda, no pares amor mío. Estas mejillas y estos labios son solo tuyos y los puedes besar hasta el final. Ahora siente estos senos que cubren mi corazón que late solo por ti; estrújalos y siéntelos firmemente. No pares querido, que rico se siente-

-Muy ricos pero por favor ¿Dónde estamos? ¿A dónde me has traído? ¿Qué quieres de mí? Tengo mucho miedo Andrea- Decía no en gritos pero si tratando de que su voz fuera firme.

-No pares de decir mi nombre amor mío, me encanta cuando lo dices. Oh por Dios, creo que voy a tener un orgasmo; oh mi amor siénteme- Cerré mis ojos con fuerza y mientras mis piernas temblaban me recargaba en su cuerpo y colocaba su mano en mi entre pierna para que experimentara mi placer por él.   

Así estuve no sé si unos segundos o minutos pero fue inmenso, placentero, magnifico y él me lo había provocado, con solo decir mi nombre. Era perfecto.

Me erguí de nuevo y su cuerpo ya no temblaba pero seguía igual de rojo y pálido. No alejaba su mirada de mí, esa mirada que me mostro en el instituto cuando me ayudo a levantarme del piso cuando me caí y todos esos inútiles se reían. Esa mirada que me daba cuando expuse en esa estúpida clase, esa mirada cuando me abrió la puerta de la cafetería para que pasara primero. Esos ojos cafés que tengo coloreados en cada centímetro de mi habitación, esos ojos que le lloraban en la mañana y que yo quería ser esa mano que se les restregaba.

-Creo que me tengo que ir, deben estar preocupados en mi casa- Se levantaba de su lugar lentamente tratando de evadir mi mirada cuando lo senté con fuerza de nuevo y me coloque en sus piernas con las mías alrededor de su cadera. Los dos sentados, lo abrace con fuerza mi pase mis labios y lengua por su cuello mientras le decía:

-No te vayas querido, no es momento, jamás te iras, eres solo mío- Lo besaba y lamía por su cuello cuando lo empecé a morder con fuerza y como respuesta sentí sus manos, esas fuertes manos tratando de separarnos y escuche un grito ahogado salir de su dulce, sexy y deliciosa boca.

Me empezó a golpear la espalda con sus puños hasta que cedí y me separe de él. Su cuello sangraba, no en cantidad pero si en una cantidad considerable y, no dejaba de ver el suelo y con su mano tratar de parar el fluido.

-Mírame mi amor, mírame hasta el amanecer, hasta el anochecer, hasta el final de nuestras vidas- Comentaba mientras con mis manos giraba su cabeza y aunque se opusiera, no tenía la suficiente fuerza para evitarlo.

-No llores mi amor, no lo hagas- Acerque mi boca hacía esas lagrimas y con mi lengua se las recogí – Que delicioso querido mío, que exquisito sabor-

-¿Quién eres? ¿Qué eres?- Decía en un susurro aquel hombre que me miraba con furia pero con dolor, con mucho dolor.

Le solté el rostro y me pare enfrente de él, debajo de ese único foco que alumbraba la habitación oscura. Tome la parte alta de mi blusa y la comencé a desabrochar lentamente hasta no dejar un solo botón puesto y me la quite; seguí con el corpiño que tenía un clip en la parte de enfrente y liberándome de la opresión lo deje caer a sus pies. Estaba semidesnuda frente aquel muchacho que me había enamorado cuando me había preguntado si estaba bien, que como había estado mi día, que de donde era, que como me llamaba y que si necesitaba algo que él me ayudaba. Mis senos libres y duros estaban a centímetro de él pero no los miraba; solo al suelo tratando de encontrar algo.

-Mírame- Le dije suavemente.

-No- Contesto en seco.

-Mírame- Aumente mi tono de voz.

-No- él también lo hizo.

Me acerque a él y tome su nuca con mi mano enterrando mis uñas en su cráneo y le giraba poco a poco la cabeza hasta que no pudo evitarlo.

-Tócame- No pudo decir nada, estaba concentrado en el dolor de su cabeza que comenzaba, al igual que su cuello, a sangrar.

Levanto su mano temblorosa y la coloco en uno de mis senos tomándolo con poca fuerza.

-Más fuerte mi amor, como debes saberlo- Y obediente trato de hacerlo más fuerte.

-Así mi amor, así me gusta pero no debes tocar eso; quiero que sientas algo más. Quiero que sientas algo más profundo, algo dentro de mí-

Se quedó pasmado unos momentos cuando quito su mano de mi seno y la empezó a dirigir a mí vientre tratando de llevar a mi sexo.

-No amor mío, no me refiero a eso- Se detuvo y alzo su mirada.

Alce mi vista al foco y se empezó a escuchar un crujido de huesos y un conjunto de sonidos dentro de mi cuerpo cuando escucho solo su grito de temor.

-¡¿Qué es eso?! ¡¿Qué eres?! ¡Suéltame! ¡Suéltame ya!- Entre mis senos perfectos se había hecho un agujero, mi piel se había abierto, mi caja torácica se había dividido y mis órganos estaban expuestos.

-Mete la mano y siénteme amor mío, siente este corazón que late por ti, siente todo este amor que se muere por ti-

-¡No, jamás! ¡Suéltame ya!- E inevitablemente le apreté con más fuerza el cráneo hasta que se quebró y grito de dolor pero no podía moverse.

Los minutos pasaron y solo se escuchaban sus gritos en la habitación hasta que pudo abrir sus ojos rojos y respirar un poco. Ya no tenía fuerza, estaba acabado; sus ojos que apenas podían estar abiertos lo delataban

El movimiento de su brazo era lento y se detuvo en la entrada de agujero que no sangraba.

-Siénteme toda tuya mi amor- Se volvió a mover su mano adentrándose en mí, se escuchaba húmedo y se sentía maravilloso hasta que con su dedo alcanzo a llegar a mi corazón.

-No siento que lata- Dijo en un susurro.

-Oh mi amor, claro que lo hace y por eso nuestros corazones deben estar juntos, así como nuestras vidas- Lo solté de la cabeza y de un movimiento clave mi mano en su pecho destrozando todos los órganos y huesos que había en mi paso hasta llegar al corazón. Un corazón latente que tome con mi mano y lo saque arrancándolo de su cuerpo.

Mi mano roja, su corazón escurriendo aun latiendo, su mirada en mí y su boca semi-abierta. Mire su corazón con fijación y le di un beso. Cerré los ojos y lo metí en mi cuerpo dejándolo a lado mío y saque la mano cerrando el orificio.

Volví a abrirlos y me encontré con sus ojos, nos mirábamos con fijación y amor.

-Ahora estamos juntos mi amor, solos los dos-

Y sin importar que su cuerpo estuviera escurriendo sangre por su nuca, por su cuello y en mayoría por su pecho lo abrece y me senté sobre él mancando mis senos con su sangre y envolviéndolo con mis piernas.


Sentí como su cabeza se apoyó en mi hombro, lo que me provoco un suspiro y que lo apretara con un mayor fuerza. Cerré los ojos y con una sonrisa en mi rostro, me quede su lado y él al mío.  

viernes, 2 de octubre de 2015

He regresado y tengo muchas cosas que decir.

He regresado y tengo muchas cosas que decir.

He regresado y no puedo sacarme de mi mente tu rostro.

He regresado y no puedo evitar celarme al pensar que estas con alguien más.

He regresado y no puedo pensar en esos bellos momentos que pasamos juntos.

He regresado y no puedo dejar de entristecerme porque ya no estas a mi lado.

He regresado y no puedo dejar de imaginarme un momento en el que hayamos estado de pie abrazados mientras yo te tomo de la nuca, metiendo mis dedos entre tu cabello y tu mejilla descansando en mi hombro.

He regresado y no puedo dejar de saborear cada centímetro de tu piel cuando pasaba mis labios por él.

He regresado y no puedo sacar tus ojos fijos en los míos cuando estaba arriba de ti y guardábamos silencio.

He regresado y no puedo dejar de odiarte por todo lo que me hiciste pasar.

He regresado y no puedo volverte a hablar.

He regresado y no quiero volverte a hablar.

He regresado y no dejo de impedirme volver a ver una foto tuya.

He regresado y no quiero volver a ver tu rostro.

He regresado y he entendido que tú ya no estás conmigo.

He regresado y no quiero que estés conmigo.

He regresado y tengo una nueva vida.

He regresado y soy una nueva persona.

He regresado y tengo nuevas metas.

He regresado y no me importa el pasado.

He regresado y como siempre lo he hecho; será con éxito rotundo.

He regresado y no pienso irme.

He regresado, pero nunca me fui.

He regresado y tú y yo, tenemos cosas que hablar. Tú tienes que leer y yo que escribir. Siempre ha sido así y siempre lo será.


He regresado y sonrío por eso.