viernes, 22 de noviembre de 2013

Las vibraciones de la música.

La música salía por las paredes haciendo vibrar las ventanas de los autos y los cuerpos que esperaban formados impacientes y con sus mejores prendas donde los hombres usaban camisas de colores y playeras con cuellos V, pantalones de mezclilla y zapatos entre formales y elegantes y las mujeres vestidos entallados para mostrar sus atributos naturales entre los que destacaban en la mayoría las piernas, la espalda, los muslos y los senos; todos esperaban entre comentarios y risas para poder entrar al famoso club del que todos hablaban, donde no cualquiera podía entrar y en la entrada era regido por un hombre fornido con un traje que hacía notar sus músculos.

¿Qué me había llevado ahí? No lo sé, solo recordaba como última vez que estaba en mi casa y me había acostado en mi cama dispuesto a dormir para poder recuperarme ya que estaba muy cansado. Me había tomado unas pastillas y después de eso nada. ¿Cómo me había bañado, vestido, llegado al auto y arribado a aquel lugar de ladrillos rojos, con solo una puerta pequeña de lamina y ventanas en lo alto de donde salían luces de muchos colores sin alguna sincronización?

Era una situación extraña ya que podía pensar con cierta claridad y tenía todos mis sentidos pero no era dueño de los movimientos de mi cuerpo; era como si estuviera viendo una película en primera  persona o tal vez jugando un video juego pero en la parte donde la computadora toma los controles del personaje.

¿Acaso era loción? ¿Me había bañado? ¿De dónde saque el saco entallado, el pantalón oscuro entubado y los zapatos? La camisa que traía si la tenía y la corbata negra a medio ajustar.

Estacione el auto enfrente de la puerta y me bajaba dejando las llaves en el vallet aventándolas al aire y después recogiéndolas el muchacho con su chaleco negro y camisa blanca. Pero qué bonito carro traía.

Caminaba a la puerta principal y con un gesto estreche la mano del cadenero, parecía que lo conociera ya que movía sus labios en forma amigable, como si estuviéramos hablando pero no podía escuchar nada, ni de mí ni de él. De pronto con una sonrisa, el hombre se quito de enfrente de mí y me dejaba pasar al lugar. Ya dentro, era una locura total.

El lugar era oscuro y grande pero estaba todo iluminado por luces de neón y lásers de colores que parpadeaban en todas direcciones de forma descontrolada mientras que la gente enfrente de mi brincaba con las manos en el aire dejándose llevar por la música que era lo único que escuchaba; el ambiente estaba muy bueno, envidiable unos dirían pero tenía algo raro.

Había un segundo piso en el edificio que rodeaba las paredes siendo solo pasillos. Al fondo dos torres de bocinas gigantes que prendían de colores en cada extremo de una mesa donde había una mujer tocando la música electrónica. Todos bailaban.

Las mujeres dejaban su largo cabello relucir y moverse sin ninguna restricción mientras que sus blusas y vestidos se levantaban con cada brinco; los hombres con sus camisas desabrochonadas o sin ellas dejaban que su sudor corriera por sus pechos y abdomen haciéndolos brillar mostrando sus músculos o sus panzas producidas por la cantidad de cerveza que ya había consumido.

Empecé a caminar entre la multitud y observe de todo, parejas de todas las combinaciones demostrándose su amor apasionadas por la música, dejando que sus manos tuvieran mente propia y sus labios fueran dueños de la situación; hombres y mujeres tomando todo tipo de bebidas de todos los colores y de formas diferentes como mangueras, botellas, zapatos, latas, en grupo, de barriles, etc.; gente en mesas drogándose con pastillas, caminos de polvo blanco, pipas y cigarros alargados.

La gente estaba feliz, y se dejaba llevar por las vibraciones de la música hasta que empezaron a saludarme estrechándome la mano, dándome palmadas en la espalda y levantando sus bebidas; todo eso de parte de hombres y por las mujeres se me acercaban dándome besos en las mejillas, abrazándome efusivamente y haciéndome gestos seductores con una sonrisa, una mirada picara y sus manos recorriendo su cabello y cuerpo lentamente.

¿De dónde parecía que conocía a esta gente? ¿Por qué todo mundo me saluda? ¿Qué pasó aquí? Todo era un caos en mi mente pero no podía hacer nada al respecto, no dejaba de saludar a la gente y al parecer conversar con ellos.

Después de ese momento llegue a una puerta de madera que cruce dejando la música y la multitud atrás. Estaba en el baño que era de lo más sencillo pero como el de cualquier otro antro; sucio. Me agachaba, me mojaba la cara y al momento de levantar la cara me miraba al espejo y no era yo.

Veía a un sujeto con una mirada cansada, con ojeras enormes en los ojos, con los labios pálidos, con un golpe en la mandíbula, con el cabello hecho un desastre y con los dientes amarillentos. Tenía un aspecto demacrado por el alcohol, las drogas y el desvelo; yo sospechaba. Pero después de ver bien esa cara, resultaba ser que si era yo. ¿Qué me había pasado?

De pronto dejaba de ver el espejo y miraba la puerta que se azotaba y entraban dos hombres grandes; en ese momento el ruido de la música entro y volvió a salir con la puerta cerrada.

Los hombres portaban trajes negros con camisa blanca y corbata oscura, no eran mayores de cuarenta años, ambos calvos, uno estaba perforado de la oreja y el otro de la ceja y con un tatuaje en el cuello de un tigre. Tenían un aspecto serio, algo estaba pasando ya que yo dejaba de estar apoyado en el lavamanos y me levantaba con los brazos estirados hacia ellos como si los fuera a detener de algo mientras yo iba retrocediendo y ellos acercándose a mí hasta que llegue a la pared.

Los hombres no mostraban otro rostro que el de su seriedad y no tenía que escuchar para saber que iba a pasar. El de el tatuaje soltó el primer golpe y después el de la perforación en la oreja.

Trataba de defenderme pero solo sentía golpe tras golpe en el rostro y en el cuerpo que retumbaban por toda mi mente taladrándola de dolor. Yo soltaba golpes pero parecían que ninguno hacía efecto hasta que uno de ellos me tomo del cuello y me aventó al vidrio del espejo tronándolo con mi espalda. Me levantaba lentamente pero de nuevo me tomaban del cuello y ahora me arrojaban a la pared donde antes estaba.

De pronto la música subió de tono y como si tuviera la bocina a un lado escuchaba el electro mientras me golpeaban.

Decidí mejor por cubrirme pero lo único que logre era que los golpes fueran más efectivos y dolorosos hasta que se detuvieron cuando yo ya estaba en el suelo y tras unas patadas en el estomago me sentaron en el piso mojado por el agua, las vomitadas, los orines y mi sangre que salía de mi boca, nariz y cortadas.

Sentía toda la cara hinchada y el inmenso dolor de mi cuerpo que me impedía levantarme hasta que alcé la cara y vi a ambos hombres, ellos como si no hubiera pasado nada ya que seguían con su seriedad pero un poco exaltados.

Uno de ellos metía su mano a su saco y sacaba una pequeña pistola con la que jugó un poco entre sus manos y al final me apunto.

El olor era asqueroso, la boca me sabía a metal, el cuerpo me dolía y la música se escuchaba fuertemente mientras salía la bala del arma a alta velocidad hacia mí.



Estaba sudando frío en mi cama cuando me desperté. 

viernes, 15 de noviembre de 2013

Entre el frío.

Es extraño, no tengo frío a pesar de sentir el aire fresco pasar rápidamente por mi piel, fue lo último que pensé antes de volver a abrir los ojos y dar una última sonrisa.

Estaba parado en una pradera en medio de la noche, las estrellas brillaban a todo lo que daban y la Luna crecía conforme más tiempo la veías imponerse sobre los humanos. El largo pasto se movía con gracia y coordinado siendo víctima del viento; solo se escuchaba el silbido que provenía de los árboles que rodeaban el prado y uno que otro animal que se dedicaba a cazar en la noche para poder sobrevivir.

El momento era mío y de nadie más, estaba solo y la civilización estaba a kilómetros de distancia. Aquí no existía la tecnología, la religión o alguna sociedad diferente a la ley de la naturaleza; era un lugar libre del tacto del humano y eso se respiraba, tranquilidad y paz.

Suspire y una gran bocanada de humo salió por mi boca, mi cuerpo generaba calor por sí solo y lograba un equilibrio con el entorno frío. La piel se me erizaba y sentía el corazón palpitar rápidamente para poderme dar vida y fuerza para ese momento tan maravilloso.

Voltee a ver diferentes direcciones en busca de alguien que me haya seguido pero lo único que encontré fueron árboles, pasto, arbustos y uno que otro animal que cruzaba por ahí. Tranquilizado por mi soledad volví a cerrar los ojos y empecé a escuchar el palpitar de mi corazón y el respirar de mis pulmones como único ruido presente; cerré mis manos con fuerza y empecé a contraer los músculos de mi cuerpo empezando por mis brazos, luego mi pecho, abdomen y piernas.

Poco a poco el calor empezó a invadir mi cuerpo, cerraba mis ojos y presionaba mi mandíbula con mayor fuerza; quería gritar del esfuerzo pero mi mente me pedía que aguantara un poco más.

El silbido de los árboles se calló al igual que mi respiración y solo escuchaba mi corazón palpitar cada vez con menos fuerza, era un momento en que el tiempo se detuvo y como si estuviera en el vació no sentía nada diferente que no fuera la fuerza de mi cuerpo y el ahora lento palpitar de mi órgano.

No me atrevía a abrir los ojos ya que sabía que iba a estar en una oscuridad profunda en la que ni mi cuerpo se vería pero aun así lo hice y no estaba equivocado; todo estaba oscuro, ya no estaba en la pradera.

No sentía mi corazón ni mi cuerpo, no estaba respirando ni parpadeando. Como si me hubiera ido a otro lado inmerso en mi mente.  El silencio era penetrante.

No se cuento tiempo haya pasado pero fue después cuando enfrente de mí una luz aparecía muy tenue, una luz blanca que crecía de intensidad hasta cegarme la vista, solo veía blanco.

No podía pensar en nada, ni sentir nada; estaba vacío por ese momento hasta que sentí un golpe en mi corazón, como si alguien hubiera entrado en mi cuerpo y con todas sus fuerzas me hubiera golpeado justo en el corazón; en ese momento volví a sentir algo, primero era la falta de aire en mis pulmones, luego como se doblaban mis piernas de dolor, mis brazos abrazándome, mis ojos cerrarse y mi boca abrirse por el dolor. Mi cuerpo estaba contraído de dolor.


El tiempo pasó y volví a escuchar el aire pasar por los árboles y sentir el aire frío correr por mi piel erizándola. El dolor iba bajando hasta que pude y quise volver a abrir mis ojos.

Miraba al pastor preguntándome que era lo que había pasado y donde había estado hasta que me di cuenta que en frente de mi había un par de pies parados; eran unos Converse blancos para ser exacto.

Mis brazos seguir abrazando mi pecho y fui subiendo la mirada pasando por las piernas, la cadera y cintura; hasta ese momento ya sabía que era una mujer pero para averiguar quién tenía que ponerme de pie ya que estaba incado. Me fui parando sintiendo el frío cada vez más fuerte pero como recompensa averigüe quien era.

No pregunte que hacia ahí ni como había llegado ni que había visto, solo deje de abrazarme y la abrace a ella diciéndole en voz baja que hacía mucho frío; debía taparse ya que estaba enferma.

Sentí el calor de su piel que comenzaba a circular por mi cuerpo agradecido, su corazón tranquilo que retumbaba en su interior y su respirar cálido.

Sus manos a pesar que estaban frías me seguían abrazando con fuerza hasta que me separe de ella y con mis manos ahora en sus mejillas la bese con ternura y tranquilidad por el tiempo que allá sido pero en ese momento volví a sentir mi corazón acelerado y ahora el frío había desaparecido del ambiente, ahora solo estaba el de sus manos que recorrían mi espalda con delicadeza juntándome a su cuerpo caliente. Estaba con la mente centrado en ella y en ese momento.

Nos volvimos a separar y un cansancio impresionante abordo mi cuerpo haciendo que me apoyara en ella.

Con su voz tranquila me pidió que nos fuéramos de ese lugar y yo acepte sin dudarlo. Mientras caminábamos para los arboles me pregunto que donde estaba mi playera o camisa y hasta ese momento me había dado cuenta que no la traía puesta y no sabía que le había pasado; la traía puesta cuando llegue al lugar y estaba parado entre el pasto; había desaparecido.

Lo único que le conteste era que no lo sabía y que a lo mejor se la había llevado el duende del bosque de la montaña, me regalo una sonrisa y una pequeña risa que me hicieron sonreír aun más y reírme un poco.

Pero por curiosidad me di la vuelta y no había nada con excepción de un humo blanco que se elevaba del pasto; justo donde estaba incado.


 ¿Qué pasó? Me pregunte hasta ese momento en que la volví a ver y ella a mí. Después de eso ya no recordé lo que pasó esa noche fría en medio de la pradera; solo una luz en la oscuridad que crecía y crecía y se detenía frente a mí dándome calor. 

sábado, 9 de noviembre de 2013

El tacto de tu piel.

Tan dulce, tan suave, tan lento, tan delicioso, tan atractivo, tan delicado, tan… real para mi mente.

El estremecimiento surgía en mi piel y en mi cabeza, los colores aparecían en mis ojos cerrados como fuegos pirotécnicos en una noche sobre el mar y mis manos temblaban sin pedir más que tu piel junto a la mía.

No me atrevía a verte sumergida en tus sensaciones y en tus emociones; solo me satisfacía sintiendo tus labios enlazados en los míos y tus manos pegadas como imanes entre mis prendas que me rozaban y me mostraban la fuerza que transmitías y contenías entre tus pensamientos que surgían en tu mente.

Tu cabello delicado y celoso de los labios no me soltaba las manos y pedía que no lo dejara de tocar con mi mano extendida entregada a él; entre mechones se perdían mis dedos y entre su textura mi tacto se enloquecía.

Ambos de pie frente a frente, con mis manos en tu cintura y las tuyas en mis hombros, con tu cabello dejándose guiar por el aire y con mí respirar cortado ambos teníamos los ojos abiertos y las bocas levemente abiertas. Respirábamos acelerados por la nariz pero exhalábamos atreves de nuestros labios que soltaban humo producido dentro de nuestro cuerpo que se unía y desaparecía en el aire al juntarse por su amor y excitación.

Estábamos solos y el amanecer nos comenzaba a invadir con los rayos de un Sol que corría hacia nosotros siendo testigo de nuestros actos pero el frío que había en el ambiente era impenetrable e imposible de quitar; para nuestra gracia, fue lo mejor que nos pudo pasar.

La luz corría de nuestros pies hacia nuestras caras que no se veían y seguían inmersas en esa sensación y atracción; humo comenzó a aparecer a nuestro alrededor como si estuviéramos en llamas, era el calor de nuestros cuerpos en una fría mañana que comenzaba a despertar. Las bocanadas de nuestros cuerpos explotaban al tocarse, crecían al besarse y desaparecían al unirse.

Lentamente entre los vahos de los labios el joven comenzaba a moverse al cuello, era lento y seductor, era tierno y quería transmitir esa sensación que tenía en el corazón por medio de sus besos a ese suave y sensible cuello.

Luego sus labios se volvieron a encontrar entre las emociones y ambos explotaron entre susurros y sensaciones de tacto. La delicadeza comenzaba a hacerse a un lado y la llama de un gran incendio comenzaba a crecer impetuosa a demostrar que poderosa entre su brillo y calor.

Como el humo del calor, como el vaho de sus labios, como el tacto entre las prendas y el cabello, como ese beso hecho de pólvora y como ese abrazo que nos dimos al final suspirando y sintiendo nuestros corazones agitados nos miramos inmensos de esa mirada que delata más que mil palabras; que decía el deseo, la pasión, el amor y la adrenalina de estar juntos entre el frío y la mirada de un Sol que nos comenzaba a someter en su calor.


No se habló de nada, no se tenía nada que decir; solo sentir.

viernes, 1 de noviembre de 2013

De regreso a las cenizas.

¿Qué estoy haciendo? Era la única pregunta que pasaba por mi cabeza en esos momentos.

La carretera estaba vacía y oscura con la poca iluminación que tenía. De vez en cuando me encontraba con otro auto pero lo pasaba rápidamente, no quería tardar más tiempo de lo pensado.

Cuando entre al pueblo todo seguía como lo imaginaba y recordé conforme pasaba por las calles vacías y los sembradíos porque había escogido un lugar recóndito para hacer una de mis tantas maldades; era un lugar perfecto donde nadie se entera de nada y donde pueden pasar miles de cosas y no van a pasar de ahí. Tan rural, tan cerrado y complicado de llegar en auto o en cualquier otro medio. Era perfecto y lo seguía siendo.

Pase por el único semáforo que existía en el lugar y me toco el rojo para que me detuviera, pudiera dar un suspiro y poder ver lo que pasaba por la ventana. Un borracho tirado en la banqueta, un perro flaco y feo caminando sin rumbo y un par de niños disfrazados; uno era una calavera y el otro como un tipo de momia, ambos acompañados por un señor y una señora que supongo que eran sus padres. Una familia humilde.

No los deje de ver hasta que me di cuenta que ya tenía el verde pero sin que hubiera algún otro carro detrás de mi continúe tranquilo hasta llegar a aquella casa que tantos recuerdos me traía.

-Ya estoy cerca- Me repetía una y otra vez cuando familiarizado por la calle supe que en verdad estaba cerca de mi destino. Mi corazón palpitaba emocionado y mi mente se encontraba aterrada por la situación; pero era tal la cantidad de adrenalina que tenía que empecé a sudar frío y mis manos a temblar un poco. Hace mucho que no tenía esa sensación y creo que ya había perdido la habilidad de no mostrar mi nerviosismo ya que no me había pasado desde que cometí mi primer crimen ya muchos años atrás; pero eme ahí, como un niño en una juguetería o como un viejo viendo fotos de sus años de gloria.

Estacione el carro donde la ultima vez y lo apague quedándome adentro un momento viendo aquella casa en cenizas que aun se mantenía de pie. Me recordé caminando por aquella senda de arbustos con un cuerpo de un hombre cargando en mi hombro y volviendo al carro para sacar todas mis cosas. Era una persona con voluntad, con fuerza, decidida a lo que iba, ansiosa y envuelta en un pensamiento de color rojo pero que hacía de regreso ahí, porque tuve que regresar  para ver lo que había sido de mí en ese lugar.

Estaba limpio desde ya hace mazo menos tres meses desde que mate aquel hombre que me había convertido en monstruo, estaba asistiendo a la doble A para recuperarme de mi adicción, empecé a enfocarme en otras cosas  como mi trabajo, una pareja nueva; una vida nueva pero ¿Qué hacía de regreso? ¿Por qué estaba tan emocionado de estar ahí? ¿Por qué mi corazón comenzaba a latir como aquella noche mientras preparaba a mi huésped? Tenía que aclararlo todo y quitarme este peso de encima.

Salí del auto y camine por el mismo lugar donde me había dado la vuelta la última vez viendo como la casa era envuelta en llamas y como un cuerpo era convertido en polvo.

Había diferencias pero todas habían sido causadas por mi o por lo menos la mayoría. Ya no había puertas o ventanas solo las paredes estaban manchadas de negro y con dibujos de grafiti y el techo estaba agujerado lo que permitía que la Luna entrara sin permiso.

Me quede parado y como si hubiera sido un fantasma en el pasado me vi. Vi todo lo que hacía, todos mis movimientos medidos, toda mi ansiedad en los ojos, todo el dolor del hombre que pedía por su vida, toda esa pasión y emoción de hacer lo que más amaba, en lo que era el mejor.

Mi recuerdo termino cuando me observaba poniéndome de pie dejando al hombre envuelto en plástico ensangrentado enfrente de mis ojos con un cuchillo en medio de su cuerpo y con los ojos abiertos; dándome la vuelta y como si hubiera estado presente físicamente en ese momento nos vimos el pasado y el presente, de frente. Era la misa persona, pero algo era diferente.

-Y dime ¿A quién engañas? ¿A caso a tu nueva pareja, a tu nuevo estilo de vida o a ti mismo? ¿En serio eres feliz o te hace fala algo?- Sentado entre las sombras saliendo de una esquina se asomaba un hombre de mi misma edad, de mi misma altura y complexión, del mismo tono de voz que el mío y con la misa ropa que yo.

-¿No vas a contestarme mal educado? ¿Acaso no sabes quién soy ó quien fui? ¿En serio eres feliz niño?- Me decía mientras se comenzaba a parar lentamente y me miraba fijamente.

-Crees tener esto contenido, crees saber cómo curarlo- y con un tono burlón haciendo ademanes continuo- Mírenme, mírenme, ya soy una persona nueva, ya deje de ser el mejor asesino en serie que hay en este lugar, ya tengo una vida nueva y ya puedo ser feliz, mírenme, mírenme- Comenzaba a subir su tono de voz hasta casi gritar.

-¡Eres un mentiroso! ¡Acepta quien eres y lo que fuiste, porque sabes que eras el mejor!- No sé como paso pero cuando me di cuenta ya tenía una piedra en mi mano y se la arrojaba con fuerza dando un grito ahogado. Solo escuchaba como está se hacía pedazos en lo que quedaba de una pared.

-Desde hace tres meses no sabes lo que es saciar esa sed que tanto te molesta. Crees que con haber encontrado a quien te hiso quien eres y cobrar venganza ibas a estar bien, ibas a ser una persona mejorada. Que grave error.- Ahora hablaba detrás de mí, pegado a mi oreja y en un susurro. Sentí su calor y el aliento de su boca. Era tan real.

Me da la vuelta bruscamente y gritando “¡déjame en paz!” me puse de rodillas con las manos en la cara.

-Por cierto, estas de rodillas en el mismo lugar donde estaba aquel hombre que merecía sufrir y hasta acaso morir, en el mismo lugar donde se calcino- Ya no sabía de dónde me estaba hablando pero esas fueron sus últimas palabras.

Me pare poco a poco y viendo a mí alrededor me fui del lugar. Ya en el auto pero sin aun encenderlo no pude pensar en otra cosa que no fueran esas palabras, en esa adrenalina, en esa sensación, en ese momento en el que yo soy el presente, el pasado y el futuro de la persona que tengo enfrente mi.

Una sonrisa de éxtasis salió de mi rostro y una mirada que hace tiempo no veía. Había vuelto.

Mire por el espejo retrovisor y lo vi, sentado en los asientos de atrás viéndome con esa misma mirada que yo traía y solo diciendo entre su sonrisa:

-Y… ¿Ahora qué?-

Volvía la mirada al frente y me dije a mi mismo:

-Es hora de volver. Tengo tantas cosas que hacer-





Somos lo que somos y nadie nos puede decir lo contrario; solo nosotros mismos.