martes, 13 de octubre de 2015

Te conocí en una oficina.

Te conocí en una oficina, te conocí debajo de una lámpara y te conocí mientras tus manos se entretenían en tu teclado.

Te vi con muecas en el rostro, con los ojos brillosos y con la boca llena.

Te hice reír en la iglesia, en la escuela y en el estadio.

Te imagine con ropa deportiva, con tu pijama y al final; vestida de blanco.

Te hable de frente, mientras veía tu rostro y tomaba tus manos.

No eres con quien me imagine, no eres con quien soñé y no eres a quien quería conocer; porque personas como tú, no hay mente que las pueda imaginar.

Viajamos al fin del mundo y al inicio del mismo, nos besamos en lo más alto y en las raíces de la naturaleza y ahora estamos viendo a nuestro alrededor pensando que hacer un domingo por la mañana.

Te espere sentado en las escaleras de un edificio rodeado de gente, te vi por el espejo acercarte con tu lento caminar y ahora nos protegemos del arroz que vuela sobre nuestras cabezas.

Se correr y se jugar futbol; pero nunca había bailado un vals.

Nos hemos dejado de hablar y no nos hemos visto por días; pero tu mirada siempre me ha acompañado, tu sonrisa pícara, tu calor latente, tu pensamiento crítico y tu humor característico.

Hoy podemos ser lo que queramos, hoy podemos hacer lo que deseemos. Hoy poder viajar al otro lado de la oficina y tomarnos de la mano, hoy podemos subir la montaña y admirar algo no tan bello como nuestro amor y hoy podemos decir; simplemente decir, acepto.

Dedicado a Gaby y Tania.


Nunca se detengan.

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