viernes, 13 de febrero de 2015

Te voy a partir la cara.

Durante mucho tiempo me estaré preguntando porque no lo hice cuando te tuve enfrente de mí. Cuando me comían las ganas de poner mis manos y mis puños en tu rostro por tanto tiempo, cuando ansiaba verte tirado en el piso y cuando al fin; cuando el día más inesperado y el más esperado te vi, te estreche la mano y te abrace de una manera falsa o no… no hice nada; no pude. ¿Por qué?

El caminar por una carretera vacía mientras pasan los autos a gran velocidad a pocos centímetros de ti te ayuda a pensar, te ayuda a encontrar este tipo de interrogantes y hasta si eres suertudo; logras ver una respuesta que satisfaga tu cólera que creció en tu ser.

No me podía rebajar a su nivel, no después de haber probado años antes el ser parte de una pelea; esas cosas nunca se olvidan. No después de haber sufrido en llanto por haber sido el primero en  soltar el primer golpe, no después de esa sensación de decepción a uno mismo y aunque esa vez funciono. Este era el presente, una situación totalmente diferente; el odio era y es aún mayor, ese odio de venganza, de celos; de dejar todo a un lado y vivir ese momento.

El odio fue originado por un momento de venganza o de ese mismo odio que tengo ahora o de placer o de vivir el momento; jamás quiero saberlo pero espero que la demás gente reaccione de la misma manera que lo hice esa noche, en silencio.

No sé si es una reacción de todos los seres humanos o de solo los mexicanos, pero la primera reacción ante una ofensa mayor; son los golpes y esa sensación es hermosa. El poder estar ciego y que algo dentro de ti te maneje como un títere, el poder sentir esa fuerza interna y física explotar como una bomba y arrasar con todo y con todos y aunque tú eres quien reciba más golpes, no los sientes en ese momento y sigues y sigues y sigues hasta que… por una u otra razón todo se acaba.

El querer partirle la cara a alguien es esa sensación de odio, furia, venganza, enojo y adrenalina con la que todos soñamos, tenemos pesadillas y con la que todos anhelamos tener pero ¿qué haces cuando tienes la oportunidad? ¿Cuándo no tienes otro objetivo, cuando no dejas de mirarlo y tenerlo en la cabeza taladrándote? ¿Cuándo hay una voz que te dice hazlo, esperaste tanto por este momento; no importa nada más pero también hay una voz que dice no, puedes perder mucho? Esas voces son el corazón y el cerebro. El cerebro dice si y el corazón dice no.

¿Qué haces cuando él se va y es incierto el volverlo a ver? Te quedas parado y esperas, piensas, respiras y esperas a que todo haya por fin pasado. Pero no, es el comienzo de noches en penumbra, de sueños cortos o cuando estas despierto del, y si hubiera, de sobresaltos y de despertar con sudor en la frente y coraje en el interior.

Un día amaneces con el cuerpo tenso, con las marcas de tus dedos en tus brazos, con la cara sudorosa y con una cara de pocos amigos y es ahí cuando te das cuenta que todo tiene que acabar. Que tienes que partirle la cara a ese alguien pero no como cualquier otra persona lo haría, impulsivamente; no, esto tenía que ser pensado con la cabeza fría caminado por una carretera a una baja temperatura.

Piensas en que no te puedes rebajar y que talvez eso es lo que busca; también piensas en que tienes la posibilidad de perder por una capacidad de fuerza física diferente y en que todo lo que has hecho puede irse al demonio. Pero de nuevo viene esa voz y esa sensación de vivirlo, esa adrenalina de utilizar la fuerza física.

Ahí, en ese momento de clímax mental imaginando como sería la pelea cuando piensas en ese ser amado, en esos días felices y buenos, en la gente que te ama y espera más de ti, en todo lo que puede venir y en todo lo que dejas por un momento.

De igual manera no sé si son todos los seres humanos o solo los mexicanos, que solo recordamos lo malo, lo que nos da pena y dolor y olvidamos lo que en verdad vale la pena; momentos de felicidad pero eso no pasó hoy, no esta noche.

 Quieres ganarles, quieres derrotarlos, quieres que te vean con otros ojos, quieres que te respeten, quieres que te teman, quieres que te envidien, quieres que deseen ser tú y con los golpes; jamás lo lograras.

Si, vas a partirles la cara a todos ellos, a cada uno de ellos y lo sentirán y recordaran hasta el fin. Les vas a partir la cara siendo el mejor, siendo el más exitoso, siendo quien en verdad le dio hasta la vida a esa persona, siendo quien creció y fue alguien.

Tal vez no sea el más fuerte o guapo o alto o interesante o extrovertido o el que tiene dinero o auto; pero soy quien aunque reciba golpes y se caiga se levantara con los brazos arriba y no le temblaran las piernas, quien suelte talvez no golpes fulminantes pero si quien nunca deje de soltarlos.

Seré quien nunca dejara de bajar la mano para hacer algo, seré quien nunca dejara de buscar opciones y respuestas, será quien nunca se cansara y querrá más, quien luche contra lo que sea para ser alguien y darle a un ser amado todo lo que merece y hasta con lo que nunca soñó.

La mejor manera de ganarle a alguien es primero ganarte a ti mismo; es el enfrentarte a ti mismo en esa noche mientras a quien le querías partir la cara se va y te das cuenta que el verdadero rival eras tú mismo. Cuando te vez cara a cara en silencio y respiras colérico pensando en que hacer pero si das un paso en dirección contraria a quien se va y odias con todo tu ser; abras talvez ganado una batalla aunque no la guerra porque esa termina cuando por fin seas un hombre viejo con todas tus metas hechos, con todas tus promesas cumplidas, con ese ser amado por quien luchaste y con el historial de ser alguien.

Así que si, ve y pártele la cara a él y a quienes más vengan porque serán más fuertes, guapos, altos o inteligentes pero tú eres quien más pantalones tienes puestos y quien busca algo más que una pelea de minutos; buscas la victoria contundente que no olvidaran jamás.

Tómalo y tómalo todo, ve por todo; que los sueños hechos realidad, que el éxito y que el amor es más fuerte que un par de golpes. No te arrepientas, siéntete orgulloso de no haber caído en el juego que la real madurez empieza ahí.


Espera a volverlo a ver y demostrarle más de que jamás pudo haber pensado de ti porque al final de cuentas la vida esta para tirarnos y ser difícil pero tú, jamás te rendirás. 

viernes, 6 de febrero de 2015

Un Rey con una muerte anunciada.

Como todo administrador de proyectos ingenieriles; es importante en la planeación, en la elaboración y en la conclusión de las actividades, después de eso; es arrinconado en un cubículo y olvidado hasta el próximo gran reto. Todos saben que él es quien más sabe, quien desde un principio puede decir que está mal y que está bien, quien tiene una mano dura cuando es el líder y no tiene piedad con los peones y quien más resulta afectado por los resultados finales; es por eso su imposición de perfección.

Así como el administrador de proyectos que en ese momento es el Rey, el mandamás y la máxima autoridad en el tiempo de duración de proyecto; tiene que ceder su poder al príncipe y eso es lo más duro de todo. No fue el camino para poder tener la confianza de los jefes y apropiarse primero de proyectos pequeños que grandes empresas ya no querían hacer ni cuando los grandes proyectos uno ya no los buscaba, sino que los proyectos lo buscaban a él; como si fueran pequeños niños buscando a un padre que los pudiera guiar a su camino de esplendor y éxito total. Lo más duro de todo es alejarse de todo el legado que se fue escribiendo poco a poco, paso a paso, con tropiezos y errores, con algo de suerte por momentos y casos de ironía que hasta asustaban; es ver que la utilidad de uno, del administrador, ya no es viable para la compañía en la que se dejó todo, en pocas palabras, que lo hagan a un lado para abrirle paso a las nuevas ideas de las nuevas generaciones; de esas ideas frescas y de esa vigorosidad con la que uno entra a trabajar.

Esta es la historia de aquel Rey que empezó siendo un príncipe torpe e ingenuo para después gobernar el mundo entero y terminar con una muerte anunciada de una de sus vidas.

Había una vez un príncipe, hijo de un rey; el cual era tonto, torpe, ingenuo, estúpido, burro, idiota, pendejo, puto, maricón y demás cosas que el rey, la reina, la servidumbre, su pueblo y hasta sus lacayos le decían y pensaban de él. Era un novato, un principiante y todos pensaban que no daría el ancho en el trono cuando fuera el momento de cedérselo hasta que un día, sin haberlo planeado, sin haber hecho algún precedente o sin si quiera haberlo prevenido las más grandes mentes religiosas o científicas de todos los tiempos, el joven príncipe; hijo de un rey, empezó a aprender.

Comenzó a ver, escuchar, sentir, saborear y hasta a oler como sucedían las cosas a su alrededor; como se comportaba el rey con la gente que le convenía y como con la gente que no le convenía, como los lacayos hacían sus labores diarias de principio a fin, como el pueblo pensaba y actuaba ante diversas situaciones, como la reina le gustaban las cosas y como debería ser tratada. Bajo un perfil discreto, el futuro rey comenzó a saber cómo eran y como debían ser las cosas mientras seguía recibiendo las críticas de los demás, pero a él no le importaba; sabía que iba a ser todo lo contrario; sabía que iba a ser exitoso pero sobre todo, recordado.

Pasaron los años y el rey comenzó a volverse viejo y a cometer errores, uno tras otro hasta que el momento llego; el príncipe ahora se volvería el Rey.

Nadie seguía creyendo en él, nadie lo quería, nadie lo adoraba, nadie le aplaudía, nadie lo vitoreaba, nadie le daba ni un pan pero desde el momento en que se le coronó y se sentó por primera vez en esa silla tan ansiada todos vieron esa mirada concentrada, furiosa, ansiosa, fuerte, violenta y llena de energía, y todos adivinaron y acertaron en que él, aquel príncipe del que se mofarán por años,  era el nuevo Rey.

Con mano dura, con sensibilidad, con inteligencia, con astucia, con maldad, con alegría y con energía las cosas comenzaron a cambiar en el pueblo que primero decayó y enfureció ante los nuevos mandatos e imposiciones del Rey pero que poco después las cosas comenzaron a cambiar, a mejorar con el tiempo y a prosperar con el trabajo de todos hasta decir que ese fue el reinado más grande jamás creado.

El Rey podía ser amado u odiado y ya casado y con un futuro hijo en el trono los años pasaron así como lo que fue en un principio.

Llegó su hijo al trono y él tuvo que hacerse a un lado dejando de lado su reino y todo lo que había hecho, dejando de lado una de sus vidas pero obteniendo otra.

Durante el mandato de su padre y durante el suyo, el Rey se dio cuenta que el no pudo haber hecho tantas cosas por sí solo, que el solo era el administrador y el líder pero que quienes en verdad hicieron las cosas fueron sus trabajadores, fue el pueblo; fue la gente que dependía de él. Así que un día, un buen día ya en su jubilación de su trono, una semana después de haber dejado su corona y haber planeado mucho decidió llamar a la gente del pueblo, escucharlos y proponerles algo; darles voz y voto y, así durante años y empezando en una pequeña pradera donde reunió a la gente, comenzó una revolución que duro años, siglos, milenios y aún no termina.

El Rey murió de viejo al poco tiempo iniciadas las revueltas de su antiguo reino.




Los reyes tienen una muerte anunciada, pero quien quiere a pesar de todo ser el Rey; siempre será el Rey.

martes, 3 de febrero de 2015

Castidad. Parte 15. Final.

¿Qué había pasado? ¿Cómo había pasado? No lo sé, solo que el hombre al que había amado tal vez no por mucho tiempo ahora estaba con sus ojos abiertos mirando al espacio en total inmovilidad. Su cuerpo estaba conmigo, pero no su alma, no su ser. No era él y no podía hacer nada más, solo llorar por momentos, lamentarme por no poder hacer algo, no estar con él.

Casi no lo conocía y estaba más fascinada de su entrega y su pasión que tal vez de su forma de ser pero a pesar de eso puedo asegurar que me hubiera encantado estar con él y haberlo conocido más.

Todo estaba sentenciado, todo había acabado y ahora no había nada más que hacer; con una excepción.

Conseguir un arma en un pueblo gobernado por narcos no es difícil; hasta en una farmacia es posible. 

Dejar el cuerpo abandonado en la plaza principal y alejarme de él; eso era lo difícil, sin mirar atrás y aunque la tristeza estaba conmigo no podía regresar el tiempo y aunque moría por dentro al saber lo que le había sucedido no podía volver, no podía volver a ver sus ojos, a volver a sentir sus labios y sus fuertes manos; no podía, ya no era él. No era un adiós, sino un nos vemos en un momento o eso espero; nunca saber qué hay del otro lado.

Regresar al bar donde lo vi tomando una bebida oscura que ahora sé que era refresco de cola y no verlo sentado me dio un poco de alivio; no iba a ser observador ahora de mis pecados y yo siendo monja, creo que eso es pena capital.

A quien si vi fue a aquel gordo que me amenazaba cuando lo deje abandonado semidesnudo en un cuarto en donde se estaban profanando cuerpo y almas. Aquel gordo de quien no estaba segura de que era autor del rompimiento de mi corazón pero él iba a pagar.

Lo único que iba a obtener de mi era una bala.

Me acerque a él y sin más lo bese, lo bese con supuesta pasión y lujuria aprisionando su miembro con mi mano y de la nuca con la otra. Se levantó de su lugar, me tomo de la mano y me llevó al fondo del lugar; donde estaban los cuartos, donde estaba su tumba.

Abrió la puerta y fue el primero en entrar; miro en todas direcciones y me daba la espalda. Entre detrás de él y cerré la puerta con llave sin nunca darle la espalda.

Se volteó y me observo con sus ojos grasientos y asquerosos, con esos ojos con los que había visto miles de asesinatos, con los que había visto miles de mujeres violadas, con los que observaba a los niños huérfanos; con esos ojos observó el arma que sostenía en mi mano y abriendo un poco su boca recibió la primera bala, en el pecho; la segunda, en el abdomen; la tercera de nuevo en el pecho; la cuarta en un brazo y la quinta en una pierna.

Fue cayendo hacía atrás hasta quedar sobre la cama viendo el techo, seguía con vida, escupía sangre de su boca y su camisa azul ahora era oscura.

Me senté encima de él, con lágrimas en mis ojos y la mandíbula firme puse la última bala del arma en su frente haciendo explotar todo lo que estaba dentro de él. El cuarto ya no era blanco para darle un aspecto de limpieza y aunque esto fuera una falsedad ahora el cuarto mostraba en verdad que era, un lugar lleno de mugre con sangre derramada en las paredes y una par de cuerpo muertos.

Alguien golpeaba la puerta tratando de abrirla hasta que lo logró y me gire con el arma aun firme.
Fue cuestión de minutos en lo que recibí también una buena cantidad de balas, en lo que caía sobre la alfombra también manchada por la sangre del hombre y en lo que deje de existir en este mundo.

Decidí tener una vida con una máscara de una monja que vendía galletas y le daba su bendición a narcotraficantes; una máscara en la que cubría a una mujer aficionada a las drogas, al alcohol y al sexo hasta que esa mujer conoció por accidente a este militar que la cuestiono y la puso en su lugar; militar que le fue arrebatado a golpes por la sociedad.

Ahora, como se prometieron, se fueron de ese lugar y vivieron nuevas vidas en el infinito.


FIN.