miércoles, 16 de diciembre de 2015

Media Naranja. Parte 16


-¿Hay alguien ahí? ¿Hola? ¿Señor?- Preguntaba la viejecita mientras entraba temerosa a la casa después de un mes de silencio en el hogar donde solo había un par de cuerpos, uno sin vida y el otro a punto de estarlo.

-¡Oh, por Jesus Redentor!- Se llevaba sus manos arrugadas a la boca tratando de admitir la fea escena que estaba enfrente de ella y cuando reaccionó – ¡Viejo, llama a una ambulancia; pronto!-

-No, espere un momento; por favor no- Mi fuerza era mínima y mi voz era solo un susurro pero mi mente sabía que si iba a una clínica o a un hospital me iban a localizar y todo habría acabado porque no llegaría a mi celda; no lo iban a permitir.

La vieja no alcanzo a escuchar cuando hable, ya que salió rápidamente por la puerta al momento.

Durante todo ese mes que estuve sentado frente a ella no deje de verla, no deje de hablarle y de contarle mis más grandes secretos; no deje de decirle cuanto la amaba y cuanto me hacía feliz; pero sobre todo, no dejaba de pedirle que me viera, que se moviera, que dejara de asustarme, que despertara y que me regalara una sonrisa.

Yo sabía que ella estaba viva y fue por eso que como un golpe de energía me altere al ver como se la llevaban en una ambulancia con una sábana encima, incluso cuando entraron a la casa y la intentaron tocar, la euforia estallo en mi cuerpo en forma de gritos y esfuerzos por soltarme.

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