Te recargas en tus brazos elevándote pero yo me subo en ti a
gatas. Te vas haciendo poco a poco hacia atrás hasta llegar a las almohadas en
donde te detienes y te recuestas por completo mientras me miras con excitación
y esa ansiedad que crece en ti de que sea tuya.
Llego hasta tu rostro y me recuesto sobre ti besándote poco
a poco y lentamente la oreja, la mejilla, el cuello y al final los labios. Es
un beso prolongado y romántico en donde tus manos me toman de los brazos y tus
piernas tiemblan debajo de mí.
Me sostengo de un brazo y con la mano libre recorro tu pecho
por el que quiere salir tu corazón expulsado, tu vientre en el que siento tu
respiración agitada y llego al botón de tu pantalón que desabrocho haciendo un
eco en la habitación. En ese momento me tomaste con aun más fuerza de los
brazos y la intensidad del beso creció.
Ante esa situación giramos sobre nosotros y ahora a mí me
dejaste debajo de ti y me dices al oído con tu voz agitada:
-Me encantas, me vuelves loco, me dejas sin respiración.
Desde que te vi caminando en la calle supe que tenías que ser mía, ese cuerpo,
esa mirada seductora; me matas preciosa, me matas y ya eres mía-
Lo abrazo de la espalda y le entierro las uñas haciéndolo
gritar de placer y erotismo. Me acerco a su oído y le pregunto seductoramente:
-¿Ya soy tuya?-
-¡Si, claro que sí! ¡Mía, toda mía!- me responde casi en un
grito de pasión.
-¿Estás seguro?-
-¡Que si maldit…!- Su voz se cortó de la nada –Si, si eres
mí…- Su cuerpo se tensó y su mirada se dirigió al frente con los ojos cerrados
de dolor.
-¿Cómo amor? ¿Qué dijiste que no te escucho bien?-
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