jueves, 7 de agosto de 2014

Dulces Labios. Parte 6

-Veras que esta será una noche en la que pueden pasar muchas cosas, en la que los dos estaremos atentos en cada una de nuestras palabras, en la que podremos expresar todo lo que sentimos y aunque ahora tengas miedo y no puedas moverte; en un momento dado de la noche querrás estar conmigo y con nadie más- Le decía mientras lo metía al barro arrastrándolo por las piernas.

-Mira, hay una tina. Yo ya estaba mentalizada de que era una regadera de donde salía agua café y con una coladera llena de vellos pero mira; el motel me ha sorprendido- Me voltee, me agache y lo bese en la frente.

Había dejado de llorar y de temblar, pero aun no recuperaba su tono de piel y tenía los ojos hinchados.

-Espérame un momento, ahora vuelvo- Fui a mi bolsa y saque una gruesa cinta de aislar.

Lo volví a tomar pero ahora de su cadera y lo metí en la tina con su cara en uno de los extremos en una de las orillas.

-Estas un poco pesado mi amor, pero nada fuera de lo normal dada tu complexión-

Tome la cinta y lo empecé a enredar en ella sin importar que aun tuviera sus pantalones y calcetines puestos. Sus ojos se volvieron a abrir todo lo que pudieron mientras lo hacía.

-Tranquilo, no pasa nada; es solo cinta. En unos pocos momentos podrás volverte a mover pero no quiero que haya ningún accidente así que, mejor prevenir ¿No lo crees?- Ocupe toda la cinta hasta dejarlo suficientemente amarrado.

-Listo, creo que ahora estás listo para escuchar cómo es que quedaste inmóvil la cual es una de tus más grandes preguntas pero no sin antes cerrar el ducto por donde se va el agua y abrirle a la llave- Lo hice como exactamente lo dije.

La música había dejado de sonar pero ahora estaba el ruido del agua salir por la llave, ese ruido que se hace cuando una tina se va llenando poco a poco.

-Fue en un rasguño cuando estaba debajo de ti. Si te das cuenta tengo bolsillos, y en un rasguño de los que te gustan te corte un poco. Saque una ampolleta y te la exprimí en la herida que te hice con amor-

La tina estaba llena a una tercera parte y la le cubría parte de las piernas.

-¿Qué que hay en la ampolleta? Solo un tranquilizante para caballo que puedes conseguir en cualquier veterinaria en un pueblo y sin mayores preguntas. Hasta los médicos se ofrecieron a ayudarme a poner a dormir al caballo ¿tú crees?- Me metí a la tina con él y le dije al oído –Que fáciles son los hombres ante una mujer-

Me recosté sobre él mientras mi cabeza reposaba en su pecho escuchando su respirar acelerado y su corazón palpitar sin importarme que me comenzara a mojar al igual que él.

Así nos quedamos mientras la tina se llenaba poco a poco.

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