Un ángel, un ser mítico y misterioso; irreal. Un ser supremo
para la mayoría y… divino. Sus alas imponentes ante los ojos de los simples
humanos, su piel suave y delicada hecha con la mano de la gracia y la pureza,
sus ojos indescriptibles pero hipnotizan tés, sus labios rojos como una rosa y
perfectos como algodones, su belleza suprema para todos; o solo para los que la
ven. Pero qué pasa cuando la hermosa y pura figura femenina aparece ante
nosotros siendo algo todo lo contrario a algo divino, cuando se vuelve un
espectro presente y vivo. Cuando está en todos lados sin dejarnos en paz,
cuando verla como es se vuelve una maldición, cuando resulta ser un ángel que
nos persigue, que está enamorado de nosotros, que destruye lo que toca; que es…
una maldita divinidad viva.
¿Qué pasa cuando alguien esta y luego se va? ¿Qué todos la ven
y nadie la observa a su vez? ¿Qué es de un ángel que vive con nosotros y solo
nos destruye? ¿Qué pasa cuando un ángel tiene las alas rotas y no se eleva para
iluminarnos, sino para solo matarnos poco a poco?
Hoy digo que los ángeles están entre nosotros y no todos dan
luz a menos que sea una llama de fuego que se expande ante nosotros y queme
todo.
Ángel de alas rotas se eleva ante una marea de ilusión,
traición, locura, amor, pasión, lujuria, destrucción, muerte, llanto, sufrimiento,
felicidad, incredulidad y de una maldición que no tendrá fin.
“La fantasía y un ilusión se vuelven realidad pero no
salvara a todos, sino que a nadie”
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