lunes, 18 de marzo de 2013

Ella y solo ella.

Bese sus labios, sus ojos como lunas en la noche oscura iluminaba mi cielo, su sonrisa mostraba un mar de palabras que salían de su boca como una cascada maravillosa en un mundo irreal; su risa eran las olas que chocaban contra las rocas generando espuma y una sensación relajante y hermosa. Su cabello oscuro se enredaba en mis manos mientras la paseaban con una dosis de seducción y furia. Su piel suave me invitaba a tocarla con ternura y a rasgarla con pasión, con esa pasión con la que le mordía sus labios, su cuello y sus orejas. Estar con ella es mandarme a un mundo irreal en el que solo ella estaba con su personalidad, su carisma, su rostro, su belleza; en el que solo ella era dueña de su mundo y en el que me permitía estar.

Sus cielos cubiertos de un azul en el que solo las joyas de la reina eran comparables con su pureza, en ella las nubes se movían rápidamente bailando un danzón, un tango, una salsa; un vals en que ellas solo entendían los acordes y con sus movimientos inesperados se llegaban a unir a otra haciendo parejas en sus pasos rítmicos. El Sol las iluminaba y dirigía toda la orquesta que estaba bajo él haciendo notar al mundo que solo él era capaz de tal magnificencia hasta que caía la noche en la que la rebeldía caía, la lujuria se adueñaba y el electro se manifestaba en rayos poderosos que asustaban y llenaban de adrenalina el aire que paseaba; mientras que las estrellas cómplices sin parpadear para seguir viendo la fiesta que se organizaba se juntaban y se expandían para crear un ambiente en el que solo sus ojos, sus lunas cafés existían.

En el atardecer y anochecer de todos los días las olas chocaban contra todo lo que hubiera a su paso sin discriminar nada aunque solo quisiera que chocaran contra mí y me remolcaran hasta la orilla para que me volviera a parar con la espalda rasguñada y los ojos rojos y volverme a adentrar en sus misterios, en su oscuridad y luz y en ese amor que solo a mí me permitía estar. La veía y la saboreaba, cada instante antes y después porque durante era totalmente suyo; todos mis movimientos eran para satisfacerla, para estar más dentro de ella y para que al final de tirarme y dejarme sin fuerzas en la orilla me volviera a invitar a adentrarme y para que volvamos a repetirlo una y otra vez, con más fuerza, con más energía, con más amor; con esos labios suyos que tanto amaba a los que besaba, mordía y gozaba cada minuto.

Corro por los misterios de su cuerpo, una selva suave y peligrosa, llena de retos y obstáculos en los que corriendo, brincando, arrastrándome, balanceándome y manteniendo el equilibrio me costaba avanzar pero siempre con una sonrisa y con la alegría de estar ahí. Al final brincaba cascadas y caía en las lagunas de agua helada para emerger de lo más profundo y verla a mi lado de nuevo invitándome a seguir explorando su cabello y piel.

Tratar de llegar al centro de la tierra nunca ha sido imposible y menos cuando te permiten entrar al corazón, si es que eres capaz y apto para hacerlo. El amor se gana, se respeta y se propaga para que nunca se apague ese incendio que causo una chispa de un beso y la pólvora de una pasión, de una locura y de un amor incomparable en que solo estamos ella y yo.

A cinco del 23, del uno punto seis, a nada de algo que ya comenzó y que no ve fin.

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