domingo, 3 de agosto de 2014

Dulces Labios. Parte 4

Tus ojos están en blanco, tu piel a palidecido, tus músculos están tensos y respiras con algo de dificultad por tu boca; no hay aire en tu cuerpo.

Me acomodo sobre la cama debajo de ti y te empujo quitándote de estar encima de mí y cayendo de espaldas de la cama. No se escucha más que un golpe en seco sobre la alfombra.

El silencio de la habitación es profundo sobre la que esta iluminada por un par de lámparas en ambos extremos de la cama.

El cuarto en si es sucio y trata de ser acogedor pero no es más que un lugar que en vez de vender un cuarto te vende por un módico precio un lugar privado con una cama rechinante, lámparas y una alfombra sucia; sin olvidar el baño del que no he tenido tiempo de criticar.

Volteo a ver uno de los buros en donde esta una lámpara y veo una cajetilla de cigarros y un encendedor. La tomo y me llevo un cigarro a los labios besándolo, encendiéndolo y succionándolo con tranquilidad pienso en lo que me dijo el doctor hace un par de semanas y lo repito en voz baja pero no tanto para que mi compañero que esta inmóvil en el piso escuche.

-El fumar un día te va a matar- Talvez sea cierto, pero ¿qué importa? Todos algún día nos vamos a morir y yo quiero hacerlo aunque sea cómoda.

Me levante de la cama y fui directo en donde estaba mi amigo, tirado en esa alfombra color vino con el cuerpo tieso, la boca abierta y tratando de moverse. Ahora respiraba con un poco de normalidad y movía sus ojos preocupado por su falta de movimiento.

Con pasos lentos y sensuales me miraba como me acercaba a él y me sentaba doblando mis rodillas en su miembro que estaba igual de duro que su cuerpo.

-¿Me escuchaste cariño? El fumar un día te va a matar- Le dije mientras con los dedos me quitaba el cigarro de la boca y acercaba mi cara a su rostro apoyándome en mis manos y nunca dejándolo de ver.

Faltaron unos cinco centímetros para que nuestros labios cocaran antes de que me detuviera y saca ese aire contaminado de mis pulmones restregándoselo en tu cara. 

-Ay guapo ¿qué fuiste a hacer para merecer esto?- Me aleje de nuevo de su cara estando bien parada de nuevo y con el cigarro encendido lo apague en uno de sus bíceps apretándolo con fuerza hasta hacer pedazos el cigarro.

No pudo gritar ni moverse, solo lágrimas salieron de sus ojos que se cerraban con fuerza ante el dolor.

Lleve una mano a su mejilla acariciándola con ternura y le dije:

-Ya, ya amor. No llores; es solo el comienzo-

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