Me acomodo sobre la cama debajo de ti y te empujo quitándote
de estar encima de mí y cayendo de espaldas de la cama. No se escucha más que
un golpe en seco sobre la alfombra.
El silencio de la habitación es profundo sobre la que esta
iluminada por un par de lámparas en ambos extremos de la cama.
El cuarto en si es sucio y trata de ser acogedor pero no es
más que un lugar que en vez de vender un cuarto te vende por un módico precio
un lugar privado con una cama rechinante, lámparas y una alfombra sucia; sin
olvidar el baño del que no he tenido tiempo de criticar.
Volteo a ver uno de los buros en donde esta una lámpara y
veo una cajetilla de cigarros y un encendedor. La tomo y me llevo un cigarro a
los labios besándolo, encendiéndolo y succionándolo con tranquilidad pienso en
lo que me dijo el doctor hace un par de semanas y lo repito en voz baja pero no
tanto para que mi compañero que esta inmóvil en el piso escuche.
-El fumar un día te va a matar- Talvez sea cierto, pero ¿qué importa? Todos algún día nos vamos a morir
y yo quiero hacerlo aunque sea cómoda.
Me levante de la cama y fui directo en donde estaba mi amigo,
tirado en esa alfombra color vino con el cuerpo tieso, la boca abierta y
tratando de moverse. Ahora respiraba con un poco de normalidad y movía sus ojos
preocupado por su falta de movimiento.
Con pasos lentos y sensuales me miraba como me acercaba a él
y me sentaba doblando mis rodillas en su miembro que estaba igual de duro que
su cuerpo.
-¿Me escuchaste cariño? El fumar un día te va a matar- Le
dije mientras con los dedos me quitaba el cigarro de la boca y acercaba mi cara
a su rostro apoyándome en mis manos y nunca dejándolo de ver.
Faltaron unos cinco centímetros para que nuestros labios
cocaran antes de que me detuviera y saca ese aire contaminado de mis pulmones
restregándoselo en tu cara.
-Ay guapo ¿qué fuiste a hacer para merecer esto?- Me aleje
de nuevo de su cara estando bien parada de nuevo y con el cigarro encendido lo
apague en uno de sus bíceps apretándolo con fuerza hasta hacer pedazos el
cigarro.
No pudo gritar ni moverse, solo lágrimas salieron de sus
ojos que se cerraban con fuerza ante el dolor.
Lleve una mano a su mejilla acariciándola con ternura y le
dije:
-Ya, ya amor. No llores; es solo el comienzo-
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