La luz seguía parpadeando teniendo un falso y ya la tina
estaba totalmente vacía con excepción de una mujer que estaba sentada en el
piso de está con los ojos cerrados y con un par de pies de un hombre que sudaba
frío y jadeaba por la boca por falta de oxígeno en sus pulmones mientras iba
regresando su brazo con el arma a su cuerpo lentamente; no sin antes volver a
jalar el gatillo un par de veces más oprimiendo la mandíbula con fuerza y con
el ceño fruncido.
Se escuchaba cansado, arrepentido y frustrado.
-No hay bala, siempre estuvo vacía- Le dije aun con los ojos
cerrados y una pequeña sonrisa.
Dejaron de escucharse sus inhalaciones y exhalaciones, solo
hubo silencio por unos segundos hasta que sentí un golpe contundente en la
cabeza producto del mango del arma y por la inercia de esté mi cabeza
igualmente golpeo con el borde de la tina haciéndome sangrar de ambos lados de
la cara.
Solo pude gemir de dolor y abrir lentamente los ojos. Pase
mis manos por mis heridas y ambas estaban con rastros de sangre, nada grave
pero que si dejaría marca por mucho tiempo.
-¡Eres una maldita, malagradecida perra mal parida! ¡¿Por
qué no te mueres?!- Me gritaba mientras una fuerte jaqueca me atacaba.
-No hasta que te vea tras las rejas o seis metros bajo
tierra pequeño bastardo-
Ahora respiraba por la nariz y en vez de usar el arma ahora
me golpeaba con sus puños, me azotaba contra el piso y me pateaba con todo su
enojo.
Él no lo sabía, pero esto apenas estaba comenzando.
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