Una costilla rota fue la herida más grave que sentía aunque
por ahora tampoco podía sentir las piernas.
Jadeaba como un perro después de correr, con la lengua por
fuera y parpadeando múltiples veces. Era mi perro.
Poco a poco me fui incorporando, adolorida e hinchada de mi
cara y todo mi cuerpo. Me recargue de nuevo en un extremo de la tina y alce la
cara.
Sangre salía de mi nariz, mi ojo derecho estaba hinchado y
veía poco, mi boca tenía un sabor metálico en ella y mis orejas dolían como
nunca.
-¿Terminaste?- pregunte firmemente.
-¿Qué quieres de mí?- su voz aún era cansada.
-Te pregunte que si ya terminaste-
-No- trago saliva y volvió a jadear –Aún no término contigo-
-Qué bueno, porque yo
tampoco. Esto esta apenas empezando y tú y yo tenemos que pasar aún por muchas
cosas. Bienvenido al juego-
-¡¿Qué juego?! ¡¿De que estas hablando mandita perra?! Estas
acabada. ¿Qué quieres de mi por Dios?-
-Lo quiero todo- reí por un momento -¿Todavía no te das
cuenta? De esta no vas a salir-
No hay comentarios:
Publicar un comentario