domingo, 17 de agosto de 2014

Dulces Labios. Parte 10

El juego de la ruleta rusa se trata de que en una de sus seis recamaras haya una bala, pero no se sabe dónde está. Tienes una de seis probabilidades de que salga una bala disparada.

Hoy no fue la situación.

Solo se escuchó un golpe en seco de los mecanismos del arma y su reacción tardía ante la sorpresa de que jale el gatillo haciéndolo brincar de su lugar.

Lagrimas comenzaban a salir de sus ojos y volvía a respirar profundamente mientras sus piernas temblaban y tenía la mandíbula cerrada fuertemente.

Yo solo lo miraba con seriedad aun apuntándole con el arma que a cada segundo pesaba más.

-Te toca- Le dije invitándole a tomar la pistola de mi mano.

Con una mano temblorosa la tomó y se la puso en el regazo admirándola como si fuera un objeto prohibido. Alzo la cara inexpresiva y con fuerza me coloco el cañón del arma en la frente inclinándose.

No decía ni una sola palabra y no sabía que cara tenía ya que estaba ligeramente más arriba de mi posición y su mano cerca de mi cara me lo impedía. El arma se notaba más grande de lo normal y comenzaba a doler la fuerza con la que chocaba mi frente con el extremo de está.

Nadie dijo nada, nadie hizo algún esfuerzo para cambiar la situación.

Uno, dos, tres, cuatro… cuatro veces jalo el gatillo y si sabía contar es que a la siguiente vez que lo presionara iba a salir una bala a una velocidad endiablada perforando los tejidos de mi piel y penetrando por mi cráneo haciendo explotar mi cerebro por la presión y manchando todo el baño de rojo sangre.

Lo pensó, se tardó, se acomodó las piernas, y los dedos del arma la tomaron con fuerza.

Llego la quinta.

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