Hoy no fue la situación.
Solo se escuchó un golpe en seco de los mecanismos del arma
y su reacción tardía ante la sorpresa de que jale el gatillo haciéndolo brincar
de su lugar.
Lagrimas comenzaban a salir de sus ojos y volvía a respirar
profundamente mientras sus piernas temblaban y tenía la mandíbula cerrada
fuertemente.
Yo solo lo miraba con seriedad aun apuntándole con el arma
que a cada segundo pesaba más.
-Te toca- Le dije invitándole a tomar la pistola de mi mano.
Con una mano temblorosa la tomó y se la puso en el regazo
admirándola como si fuera un objeto prohibido. Alzo la cara inexpresiva y con
fuerza me coloco el cañón del arma en la frente inclinándose.
No decía ni una sola palabra y no sabía que cara tenía ya
que estaba ligeramente más arriba de mi posición y su mano cerca de mi cara me
lo impedía. El arma se notaba más grande de lo normal y comenzaba a doler la
fuerza con la que chocaba mi frente con el extremo de está.
Nadie dijo nada, nadie hizo algún esfuerzo para cambiar la
situación.
Uno, dos, tres, cuatro… cuatro veces jalo el gatillo y si
sabía contar es que a la siguiente vez que lo presionara iba a salir una bala a
una velocidad endiablada perforando los tejidos de mi piel y penetrando por mi
cráneo haciendo explotar mi cerebro por la presión y manchando todo el baño de
rojo sangre.
Lo pensó, se tardó, se acomodó las piernas, y los dedos del
arma la tomaron con fuerza.
Llego la quinta.
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