-No puedo más, no puedo- Decía entre lágrimas mientras
bajaba la miraba y miraba a Marco que estaba de rodillas frente a mí.
-No lo vas a hacer, sabes que no puedes- Hablaba serio.
-Le dispare a este tonto ¿no? ¿Y aun así dudas de si soy
capaz?-
-Sí, si lo dudo-
-¡Pues te equivocas!- Gritaba y presionaba el arma en un
costado de mi cabeza.
-¿Eso crees?- Baje el arma mientras aun Marco la veía y me
gire para ver a Juan directo a los ojos -
¿En verdad crees que me
equivoco?- Ahora su arma la tenía en medio
de mis ojos.
-¡Sí! ¡Solo eres un peón más en este juego de ajedrez en el
que nadie va a salir ganando, estamos los tres condenados!- La mano le
temblaba, no lo iba a hacer.
-Eso aún no lo sabes. Podemos salir los tres de aquí, te lo
prometo-
-No, hace un momento le estabas apuntando a él ¿y dices que
vamos a salir los tres?- Me quitaba el arma de la cabeza para apuntar al techo
y la regresaba a mi frente.
-Tenía que saber en quien podía confiar- Lo miraba a los
ojos llorosos.
-¿Y confías en mí?- Lloraba, lloraba de impotencia y
tristeza.
…
Guarde silencio ya que, él sabía la respuesta.
-¡¿Confías en mí?!- Se acercó tanto a mí que podía sentir su
respiración.
-No, tú nos quieres a los dos muertos- Quito el arma de mi
cara dejando caer su brazo y entre sollozos dijo:
-Los quiero a los dos bien muertos- Y con una sonrisa final
se llevó el arma a un costado de su cabeza y jalo del gatillo.
El estallido no se confundió con una ola, la explosión
ilumino la sala y su sangre marco todo lo que quedaba del desorden. Frente a mí
ya había un cuerpo acostado sobre su lado derecho viendo al vacío sobre un
charco del líquido de la vida.
-Vamos a salir de aquí- Susurre mientras veía lo que quedaba
del cráneo de mi ex-compañero.
-¿Cómo?- Con el mismo tono de voz decía Marco mientras tenía
las manos tapándose la boca.
Gire y levantando mi arma apunte a una esquina de la
habitación y le dispare a la cámara de seguridad.
Baje de nuevo el arma y la deje en una mesa.
-¿Ya no nos ven?- Dijo Marco.
-No lo sé- Empecé a caminar por la habitación.
-¿Y no crees que ahora vengan por nosotros?- Seguía sentado
en el suelo siguiéndome con la mirada.
-No si antes nos vamos-
-¡¿Cómo?!- Tomé una silla, la cargue y con un grito de
guerra la estampe contra la lámina que cubría las ventanas; esta se dobló un
poco.
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