La puerta ya estaba abierta, los pasillos y las escaleras
igual. Todo había cambiado y ellos habían ganado, quienes fueran; ya tenían el
control de nosotros y ya no podíamos hacer algo para cambiarlo, estábamos en
sus manos, éramos sus títeres y ellos jalaban de los hilos. Títeres,
marionetas. Estamos acabados y no vamos a poder salir hasta que solo quede uno
y eso dependía de nosotros. El tiempo pasaba y nosotros solo nos destruíamos
más, pronto; ya pronto esto terminaría.
Llegue a la puerta del centro de control y recargado en ella,
en el suelo había un martillo. Lo tome y fije la mirada en una cámara que había
en una esquina del techo. Tenía que hacerlo a su manera.
Entre a la habitación y los vi sentados en sus lugares,
frente a los monitores y con una mirada de ansiedad y sorpresa. Uno estaba más
sorprendido que el otro.
“¿Y la comida?” preguntó Marco.
“No había” conteste mientras me dirigía a pararme a un lado
de Juan y esté contestó:
“¿Y ahora?” Ya a su
lado lo tome del hombro y con una cara sarcástica le dije:
“No lo sé, tendremos que volver a esperar”
“Que horror es esto, ya que se acabe” Dijo Marco llevándose las
manos al rostro.
“¿Si verdad Juan? Que esto se acabe pronto” Esté alzó el
rostro y me vio directo a los ojos mientras con mi otra mano levantaba el martillo
y con fuerza lo dejaba caer haciendo a Marco espantarse y brincar de su lugar.
Uno, dos, tres, cuatro golpes hasta dejarlo inutilizable. Ya
no era parte del juego y tenía otro que destruir y estaba justo frente a mí.
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