lunes, 11 de abril de 2016

Un anti-héroe más. Parte 13



“No hay nada mejor que el hogar” y “Hogar, dulce hogar”; son las diferentes frases que cite mientras caminaba por la calle tratando de pasar desapercibido mientras la seguía después del trabajo. 

Ella volteaba y yo me escondía detrás de una pared o me daba la vuelta, ella se detenía y yo me para en un vitral haciendo la alusión de estar viendo ropa, o pasteles o hasta lencería para hombre y en esta última me encontré a lado de otro que me movía los ojos y la boca insinuando algo, extraño y yo solo con un “No es momento aún” y una sonrisa él bajo la mirada decepcionado y entró a la tienda donde vendían trajes de látex para hombres que hacían cosas atrevidas y en privacidad. 

Ella texteaba en su celular y yo hacía cambiar las luces repentinamente para que no se detuviera y llegara antes a su destino; claro que ella no se dio cuenta aunque si lo notaron algunos automovilistas que se enojaban con la sincronía de las luces que les daban el paso. Hasta unos cuantos choques hubo pero que más daba; yo quería verla y aunque parecía un morro de secundaria siguiendo a su amor platónico pero ya adultos; hasta acoso sexual parecía. Que loco estaba por ella. 

Dio vuelta en un callejón y aunque era de día este se notaba un poco oscuro ya que cuando llegue a la entrada de este dude un poco “¿Qué haría ahí dentro?” y valiéndome madres entré y a los pocos metros unas manos me sujetaron del pecho y me colocaron con la espalda en la pared, era ella. Que astuta y yo que pendejo, claro que sabía que la andaba siguiendo. 

“¡¿Qué quieres?! ¡¿Quién eres?!” fueron sus únicas preguntas antes de darse cuenta de quién era, me recordaba y eso me daba felicidad. 

“Tu… ¿cómo es posible? Desapareciste de la nada” Y sacudiendo un poco su rostro de la confusión, me abrazó con fuerza, después levanto la cara y me beso tomándome del rostro. 

No había dicho ni una sola palabra antes de que me jalara tomándome de la mano y saliéramos del callejón como un par de novios que acaban de hacer travesuras en la oscuridad y mientras caminábamos, claro que maneje todo lo posible para evitar que la gente se nos atravesara y que si quiera nos detuviéramos por un semáforo. Estaba encantado y ella parecía también estarlo. 


Llegamos a su hogar y como una pareja de amantes nos besamos, tocamos e hicimos el amor como si hubieran pasado años desde nuestra última vez, y eso había pasado. Ya no éramos niños y ella ya no era una niña, había crecido y como había crecido. ¡Que caray!

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