martes, 3 de mayo de 2016

La prueba. Parte 16

Los dos golpeábamos la lámina con fuerza, con desesperación, con furia, con miedo y con cansancio. No podíamos con nuestros cuerpos que pedían a gritos un descanso, comida y agua.

Nuestras manos dolían y los hombros ya cansados estaban cuando después de muchos golpes los metales ya estaban doblados pero aún no se caían. Aun nuestra libertad estaba muy lejos o eso era lo que pensábamos.

-No puedo más- Decía Marco mientras soltaba la silla doblada, se apoyaba en sus rodillas y respiraba por la boca.

-No podemos rendirnos, no sabemos que es lo que pueda seguir. Ya perdimos a Juan, o podemos arriesgarnos- Y otro golpe aunque ya sin fuerza, un movimiento inútil.

-Ya no aguanto, que acaben conmigo como sea pero ya; que se acabe esto- Y se sentaba en el piso tratando de apoyarse en él y mirar al techo buscando otra cosa que observar que no fuera la de nuestro “amigo” tirado sobre uno de sus costados con la mirada perdida.

-Vamos Marco, no lo puedo hacer solo. Podemos hacerlo- Yo también buscaba también con que apoyarme mientras soltaba la silla.

Respirábamos cansados sin decirnos ni una sola palabra cuando se escuchó un golpe en seco que retumbo por toda la habitación.

-¿Qué fue eso?- Dijo Marco tratando de prestar atención.

-No lo sé pero…- Y otro golpe intenso, ahora sabíamos que venía del otro lado de la puerta.

Hace unos momentos, cuando le di el primer golpe; Marco tomó también una silla y comenzó a hacer lo mismo que yo pero minutos después me comentó que podían entrar por la puerta de nuevo, entonces movimos las mesas y atoramos la puerta para que no la pudieran abrir desde el exterior. 
Ahora estaban tratando de abrirla.

-Tenemos que irnos, ahora- Y como un golpe de fuerza, los dos volvimos a tomar las sillas y más que fuerte que antes, golpeábamos una y otra vez las láminas que cedían pero, así como nosotros aumentábamos el ritmo; también lo hacían los otros.

-Espera- Me dijo mientras aventaba la silla y tomaba la lámina y la jalaba hacía él. Poco a poco se observaba más luz hasta que los dos juntos tomamos el metal y jalamos hasta que por fin pudimos quitar una lámina y vimos de nuevo las olas que se estrellaban en el vidrio que estaba con algunos impactos aunque no roto.

Mi compañero tomó su silla y la arrojó a la ventana tronando aún más el material.

-No se rompe- Se le olvidaba que aun teníamos el arma; así que la tome del suelo y dispare dos veces contra el vidrio, luego la guarde en mi bolsillo y tome de nuevo mi silla y golpee el vidrio. Ahora si se tronó.

Limpiando el bode con la misma pudimos respirar por primera vez aire fresco y sentir la brisa de una playa, esa brisa tersa y refrescante de agua salada. Por un momento se nos olvidó donde estábamos y dejamos de poner atención.


A nuestras espaldas la puerta ya estaba entre abierta y unas manos ingresaban al cuarto. 

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