Abrí los ojos, los abrí. Todo fue un sueño, un amargo y
horrible sueño.
Me senté y estaba todo oscuro, la habitación entera, más
oscuro de lo habitual y mis compañeros dormían tranquilamente.
“¿Qué pasó aquí?” Dije mientras me levantaba y me acercaba a
la “ventana” o donde se suponía que había un ventanal que nos dejaba ver el
exterior. Ahora había una placa de metal liso sobre toda esa área, un metal
frío y opaco.
Voltee a ver a mis compañeros que descansaban en el suelo
sobre sus bolsas para dormir, con sus mochilas a un lado de ellos; todo estaba
tan normal, tan tranquilo, tan…
“Muchachos, ¡muchachos! ¡Levántense!” Corrí hacía ellos y
los comencé a patear desesperadamente hasta que reaccionaron.
“¿Qué sucede?” dijo Marco
“¿Qué pasa?” dijo Juan.
“Alguien entro y tomo nuestras cosas. Estuvieron aquí” Y
como primer instinto comenzamos a revisarnos el cuerpo.
Segundos después la luz del techo se tornó de un color, de
mi color y eso significaba que podía salir por víveres y alimento pero no
podía, estábamos todos quietos viendo la luz, la única luz de la habitación.
“¡¿Qué esperas?! ¡Ve!” Me dijo alterado Marco.
Tome el borde de la puerta y la jale a mí.
Era una ventisca fría la que escalo por todo mi cuerpo y
dando los primeros pasos se cerró la puerta tras de mi dejándome ver por última
vez a mis compañeros.
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