Salí del cuarto y camine tranquilamente por los pasillo y empecé
a entrar a entrar por puertas que me llevaban a más pasillos.
Puerta tras puerta, pasillo por pasillo y no me encontraba
con alguien más, ni una sola persona más. Solo con el mismo tipo de puertas de
aluminio, el mismo tipo de pasillo con paredes blancas y piso de concreto, las
mismas lámparas largas que zumbaban y una cámara por esquina en el techo.
Esto no era una jefatura y mucho menos una prisión y sin
importarme grite de la desesperación “¡¿Dónde chingados estoy?!”
Esa sensación de ser observado, esa sensación de que mucho
ojos te ven y no eres capaz de actuar con libertad. Esa sensación de que debes
hacer las cosas con cuidado y no exponerte, por algo estas ahí, por algo no fue
difícil anular al “detective”, por algo… por algo son las cosas.
“¿Dónde estoy?” Y quedándome quieto en medio del pasillo me senté
en el suelo recargado en la pared y respire un poco.
“¿Qué voy a hacer?” Esa impotencia de no poder hacer nada,
ese terror de estar encerrado y esa… esa maldición creciendo en mí.
Pasaron minutos y creo que horas, no lo sé; pero el tiempo
se hizo eterno y no pude más. Cerré los ojos y concentrándome genere un campo eléctrico
a mí alrededor hasta reventar el foco y entrar a la línea eléctrica lo cual fue
una pésima idea; ya que casi de inmediato, fui revotado del techo y caí desplomado
en el piso.
“¿Qué acaba de suceder?” como si chocara contra una pared en
seco, así fue la sensación.
Me volví a concentrar y a hacer lo mismo, y obtuve el mismo
resultado; una y otra vez hasta que ya no pude más y me quede acostado en el
suelo viendo el techo quemado.
“Bienvenido a tu jaula” Me dije a mi mismo.
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