Horas, fueron horas las que estuve sentado en el suelo sin
hacer nada que no fuera ver al vacío que había entre mi rostro y la pared
blanca frente a mí.
No dije una sola palabra, no moví un solo musculo y no creo
siquiera haber parpadeado, estaba solo sentado viendo a la nada; esperando y
sintiendo como la cólera crecía en mi interior y como me convertía en algo que
nunca había sentido hasta ahora. En un ser maligno y sin ética o lógica, un ser
instintivo; todo un animal encerrado en una jaula.
Tenía una puerta en cada uno de mis costados a no más de dos
metros de distancia y fue una de ellas que se abrió lentamente, dejando entrar
a un hombre mayor con traje color negro.
“No vengo armado, no vengo a hacerte nada, no vengo a
causarte daño y no vengo a cuestionarte. Solo estoy aquí para ayudarte, hijo.
¿Necesitas ayuda?” Decía enseñando las manos abiertas frente a él.
“¿Ayuda? ¿Me va a ayudar?” Susurre sin dejar viendo el borde
de entre la pared y el suelo.
“Claro que si hijo, solo necesito que te levantes de tu
lugar, me des la mano y confíes en mí; todo va a estar bien” Seguía acercándose
lentamente.
“¿Confiar? ¿Quién es usted?” seguí susurrando.
“Soy un doctor, soy tu nuevo doctor, la persona en quien más
puedes confiar ahora en adelante. Dame la mano hijo” Ya estaba a un lado mío
con su mano extendida para ayudarme a levantarme; la vi como un mono ve una
banana, temeroso y desconfiado pero, al final, la tome y le pare del suelo.
“¿Va a ser mi nuevo doctor entonces?” Le pregunte mirándolo a
los ojos.
“Si hijo, vas a estar bien; sé que es difícil entenderlo pero
va a ser para tu bien. Todo ahora estará bien” Me decía mientras me tomaba de
los hombros, como un abuelo toma a su nieto perdido ante la vida, desconcertado
y con dudas de que hacer o quien ser.
“Sera difícil, será difícil, será difícil” Repetía mientras
veía a mi alrededor e iba subiendo mis manos lentamente hasta su rostro y al
llegar a sus mejillas arrugadas, mis ojos se volvieron a centrar en los suyos “No,
lo siento; pero no va a ser difícil para mí, pero para usted si” Le dije
maliciosamente y apretando su rostro con mis manos.
“Hijo, espera” Decía primero “¡No, espera” “ayuda, ayúdenme!”
terminó por decir antes de que con mis manos apretara su rostro con fuerza y
transmitiera una corriente eléctrica por todo su cuerpo haciendo cenizas su
interior.
Fue cuestión de segundos hasta que lo solté y ya hacía sobre
el suelo solo un cuerpo que salía humo de todos sus orificios corporales.
Levante la mirada viendo a una cámara de una esquina y
grite:
“¡Vamos, póngame a prueba; quiero averiguar de lo que soy
capaz!”.
Y la puerta que ahora estaba a mis espaldas se abrió de
golpe.
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