martes, 1 de marzo de 2016

La prueba. Parte 2



No había donde dormir, no había luz del Sol, no había refrigerador, no había lámparas, no había otra cosa que no fueran computadoras viejas con sus teclados y ratones, tres sillas de escritorio con ruedas, una luz de emergencia en medio del cuarto, un teléfono que no daba tono, un reloj de pared, una cámara por esquina en la habitación  y un cuaderno con instrucciones de como prender y apagar las computadoras; además del ruido de las olas y de los rayos al aparecer por el ventanal.  

Pasaron las primeras horas del día uno y nos empezamos a conocer. Marco era hijo único de una familia adinerada que tenía novia y le gustaba la fiesta y estar con sus amigos; había viajado por gran parte del mundo pero nunca había estado con un clima tan radical como aquel. Juan venia de una universidad pública en donde era el mejor de su generación, estaba estudiando ingeniería en sistemas computacionales, le gustaban los video juegos, pasear en bicicleta y hace años no sabía lo que era tener novia. Yo venía de una escuela privada de la carrera de ingeniería mecánica, me gustaban mucho los deportes y los videojuegos, me gustaba estar con mi familia y novia y era una persona aplicada pero no muy inteligente. 

Tomamos cada quien una silla y leyendo las instrucciones en voz alta prendimos las computadoras. No tenías que ser un genio para apreciar el básico y antiguo sistema operativo que tenían las computadoras pero estas salían con una pantalla negra con una tecla que parpadeaba para escribir; eso era todo, no clave no usuario, no programas, no fondo de colores, no nada. Como si estuvieran vacías y sin conexión a internet porque solo de CPU salía el cable para la luz, nada más. 

Resignados y con muchas más dudas apagamos de nuevo las computadoras con las instrucciones del manual y eso fue todo. Las olas, los rayos y muchas dudas. 

“¿Y si vas por algo de comer?” Le dije a Marco.

“¿Yo porque?” contesto molesto ante la impotencia de hacer algo. “Porque dijeron que tú eras el único que podía salir por bebidas y alimentos” contesto Juan mientras veía fijamente al ventanal, a la marea moverse sin dirección alguna. 

“¿Y cómo hago eso?” y empezó a sonar el teléfono. 

Los tres asustados lo vimos y escuchamos su sonido una y otra vez. 

“No había línea, yo lo revise” dije instintivamente. 

“¿Qué esperas? Contesta” Me dijo Marco con nerviosismo. 

Me acerque al aparato, levante la bocina interrumpiendo su sonido y una voz de mujer dijo: “Hoy no hay alimentos” y colgó.

“Bueno, bueno…” nada, otra vez sin línea. Colgué el teléfono y lo contemple extrañado. 

“¿Qué te dijeron?” preguntó Juan. 

Suspire, alce la mirada y mirando también la marea revuelta y dispareja le conteste:

“¿Dónde estamos?”

No hay comentarios: