viernes, 11 de marzo de 2016

La prueba. Parte 4

“¿Qué pasó?” Fue lo primero que escuche mientras estaba acostado en el frío piso con la boca abierta y con un dolor de cabeza increíble.

Como pude me fui incorporando sentándome y apoyándome en la pared mientras que con mis manos cubría mi rostro ante la poca luz que había por los rayos que pasaban por el ventanal.

“Juan, arriba. Te ayudo” Seguía hablando Marco mientras creo que ayudaba a Juan a levantarse del piso.

“¿Qué nunca te cayas?” Comente casi en un susurro e impulsivamente.

“¿Disculpa?” Dijo Marco un poco indignado.

“Nada, disculpa; es que… ¿qué pasó?” trate de hablar pero tenía la boca seca y con un sabor extraño, como a metal.

“Eso es lo que también quiero saber genio” Comenzó a enojarse el muchacho.

“Cálmate hermano, todos estamos aquí varados” Dijo Juan un poco más consciente.

Guardamos silencio unos momentos hasta que ya con la vista recuperada vi que los tres estábamos sentados en el piso y que Marco y Juan se tocaban su cuello y a decir verdad, también mi cuello me dolía mucho pero comencé a atribuírselo a dormir en el suelo.

No pasó mucho en lo que sonó el teléfono y Marco se levantó a contestarlo y Juan y yo nos le quedamos viendo.

Casi de inmediato que contesto colgó y nos dijo que prendiéramos las computadoras y que debíamos continuar con el examen.

“Pero si no hemos comido nada” Reclamo Juan pero no tuvo apoyo por parte de los dos donde solo yo le dije: “Así son a veces las cosas hermano, ni modo”.

Nos levantamos y los tres nos sentamos en las computadoras. Estábamos dos atrás y uno adelante, como en las esquinas de un triángulo. Juan en la esquina izquierda, Marco enfrente y yo en la esquina derecha.

Ya estábamos los tres ingresando nuestros datos cuando me volvió a doler el cuello y voltee a ver a mis compañeros que también se tocaban el cuello en forma de molestia.

Mantuve mi mirada en Juan y cuando quito su mano vi algo en su cuello, un pequeño recuadro que sobresalía de su piel y que, increíblemente; comenzaba a emitir una clase de luz.

“¡¿Pero qué carajos es…?!” Comentaba con miedo al mismo tiempo que Marco exclamaba: “¿Por qué hay un reloj en la pantalla?” Y para complementar mi terror voltee a ver mi pantalla en la que también había un reloj analógico.


Nos quedaban quince segundos… ¿quince segundos para qué y qué era lo que Juan tenía en el cuello?

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