“¿Qué pasó?” Fue lo primero que escuche mientras estaba
acostado en el frío piso con la boca abierta y con un dolor de cabeza increíble.
Como pude me fui incorporando sentándome y apoyándome en la
pared mientras que con mis manos cubría mi rostro ante la poca luz que había
por los rayos que pasaban por el ventanal.
“Juan, arriba. Te ayudo” Seguía hablando Marco mientras creo
que ayudaba a Juan a levantarse del piso.
“¿Qué nunca te cayas?” Comente casi en un susurro e
impulsivamente.
“¿Disculpa?” Dijo Marco un poco indignado.
“Nada, disculpa; es que… ¿qué pasó?” trate de hablar pero
tenía la boca seca y con un sabor extraño, como a metal.
“Eso es lo que también quiero saber genio” Comenzó a
enojarse el muchacho.
“Cálmate hermano, todos estamos aquí varados” Dijo Juan un
poco más consciente.
Guardamos silencio unos momentos hasta que ya con la vista
recuperada vi que los tres estábamos sentados en el piso y que Marco y Juan se
tocaban su cuello y a decir verdad, también mi cuello me dolía mucho pero comencé
a atribuírselo a dormir en el suelo.
No pasó mucho en lo que sonó el teléfono y Marco se levantó
a contestarlo y Juan y yo nos le quedamos viendo.
Casi de inmediato que contesto colgó y nos dijo que prendiéramos
las computadoras y que debíamos continuar con el examen.
“Pero si no hemos comido nada” Reclamo Juan pero no tuvo
apoyo por parte de los dos donde solo yo le dije: “Así son a veces las cosas
hermano, ni modo”.
Nos levantamos y los tres nos sentamos en las computadoras. Estábamos
dos atrás y uno adelante, como en las esquinas de un triángulo. Juan en la
esquina izquierda, Marco enfrente y yo en la esquina derecha.
Ya estábamos los tres ingresando nuestros datos cuando me
volvió a doler el cuello y voltee a ver a mis compañeros que también se tocaban
el cuello en forma de molestia.
Mantuve mi mirada en Juan y cuando quito su mano vi algo en
su cuello, un pequeño recuadro que sobresalía de su piel y que, increíblemente;
comenzaba a emitir una clase de luz.
“¡¿Pero qué carajos es…?!” Comentaba con miedo al mismo
tiempo que Marco exclamaba: “¿Por qué hay un reloj en la pantalla?” Y para
complementar mi terror voltee a ver mi pantalla en la que también había un
reloj analógico.
Nos quedaban quince segundos… ¿quince segundos para qué y qué era lo que Juan tenía en el cuello?
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