viernes, 11 de marzo de 2016

Un anti-héroe más. Parte 7

Despertamos en medio de la sala envueltos en las sabanas del cuarto entre botellas de chocolate líquido y miel, botellas de vidrio de alcohol y latas de fresas y con muchas cosas en el suelo que se habían caído de los muebles.

Un dolor inmenso en la cabeza comenzaba y un sabor de hartazgo de dulces en la boca, no se diga del olor de mi boca y de cómo estaba pegajoso todo mi cuerpo. Que noche, no recordaba que había pasado pero habían sido muchas cosas. “¿Qué hace el cuerpo de un peluche de un oso descabezado en la mecedora?” Y ante la ausencia de ruido me di cuenta que estaba solo en la habitación hasta que unos segundos después ella apareció con una toalla cubriendo su cuerpo y otra en sus manos secándose su cabello.

“Decías que te miraba feo y pues; pago el precio el pobre”. Me comentaba mientras me aventaba la cabeza que estaba en el suelo. “Y luego la quemaste porque que te seguía con la mirada”.

No sabía que contestarle pero sabía que era cierto, en el momento de la pasión si me ponía muy loco. “Lo siento mucho, no pensé que llegaría tan lejos. Te lo voy a pagar de alguna manera”. Le decía mientras seguía sentado en el piso desnudo cubierto por las sabanas.

“No te preocupes, ni yo sabía porque lo tenía; era de un ex novio. A decir verdad, creo que me hiciste un favor” Y me regalo una sonrisa, que sonrisa carajo.

Como un mal pensamiento, recordé de pronto la marca negra de mi pecho y baje la mirada apurado, no tenía nada extrañamente.

“¿Qué pasa? ¿Te duele?” Me pregunto y sinceramente conteste:

“Honestamente, no; me siento muy bien, gracias” Ahora la sonrisa estaba en mi rostro.

No quedamos platicando unos momentos más y después me metí a bañar, ahora solo. Salí, desayunamos muy cómodamente y ya en la puerta despidiéndome nos besamos en los labios como dos recién enamorados.

Salí felizmente de su edificio, cruce la calle y voltee a ver la ventana de su apartamento con el presentimiento de que ella me estaba viendo desde arriba. De la nada comencé a tener una sensación, aquella sensación de enojo, estrés y fuerza; mi corazón comenzaba a agitarse sin si quiera saber porque y la cabeza comenzaba a dolerme mucho.

Me levante la playera en medio de la calle buscado mi pecho y me di cuenta de que ahora tenía una marca negra enorme y asustándome aún más, esta crecía y se expandía a cada momento.

Era de día y había poca gente caminando, no parecía haber gente que necesitara ayuda o algo que hacer. Me puse nervioso y comencé a correr hasta desvanecerme en el aire por medio de las líneas de luz.

Era una sensación extraña estar ahí metido, era como si pudiera ver y escuchar todo lo que pasaba en cualquier lado y moverme libremente desde una calle hasta dentro de una habitación y ahí fue donde pare. Llegue como si me hubieran empujado desde el enchufe y caí directo a la alfombra de un cuarto de una adolescente que estaba acostada en su cama enviando mensajes desde su celular.

Ella se asustó y comenzó a gritar.

“¡¿Qué chingados pendejo?! ¡¿Cómo entraste?! ¡¿Largo de aquí pendejo?! ¡Papá! ¡Papá! ¡Ayuda! ¡Papá!” e instintivamente se levantó y camino a su escritorio de donde comenzó a arrojarme cuadernos, lápices y la lámpara que tenía.

Tratando de protegerme de sus proyectiles le trataba de decir que se tranquilizara cuando de pronto un hombre comenzaba a golpear la puerta del otro lado gritando acerca de quien estaba ahí, que me iba a matar, que lo dejara entrar.

Una adolescente, mensajes, poca ropa; era obvio porque tenía la puerta cerrada la muy caliente.
Cerré mis ojos y de pronto me volví a meter en la línea de luz.

De nuevo ahí comenzaba a escuchar a la gente y para evitar lo anterior comencé a alejarme de donde escuchaba más bullicio hasta que de pronto escuche disparos no muy lejos y en una decisión rápida escogí ir para allá.

Llegue al lugar y me di cuenta que era un banco; estaba habiendo un robo en proceso. Un policía herido por una bala sentado en el piso, tres hombres encapuchados con bolsas de dinero y armas largas y unas diez personas entre hombres y mujeres en el piso muertos de miedo.

Estaba parado observando la situación como un turista gringo ve una pirámide hasta que uno de los rateros se voltea y me dice mientras alzaba su arma en dirección mía: “¡¿Qué no entiendes?! ¡Al piso o te vuelo la cabeza!”.

Al ver el arma enfrente de mi alce mi mano tratándome de cubrir cuando sentí un impulso de energía en mi mano y como si fuera una pelota la lance en su dirección. Era como una bola de luz que viajaba rápidamente por el aire para después chocar contra aquel sujeto que caía electrocutado al suelo.

Ya todos sabían de mi presencia pero estaban igual de atónitos que yo ante lo que había sucedido. 
Uno de los rateros se acercó a su compañero y agitándolo trato de hacerlo reaccionar hasta que dijo enojado y levantando su arma:

“¡Maldito malnacido! ¡Púdrete pendejo hijo de mierda!” Era obvio que había muerto, pero yo no era el malnacido, él lo era; y con ese pensamiento de mi cabeza levante de nuevo mi mano y volvió a ocurrir lo mismo pero ahora con él.

Ya con dos cuerpos calcinados en el piso, el tercero tiro su arma al piso para que luego él se pusiera boca abajo en el suelo con las manos en la nuca.


Todo había sido tan rápido y me sentía mareado, muy mareado y observando a los antes rehenes que me veían temerosos caí al piso inconsciente. 

¿Quién iba a decir que ahora iba a estar tirado en el piso de un banco con un policía herido, dos cuerpos calcinados, un ratero muerto de miedo juntos con sus ex rehenes y una chica viendo por la ventana todo lo que sucedía cuando estaba justo con ella hace unas horas haciendo el amor como animales?

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