Despertamos en medio de la sala envueltos en las sabanas del
cuarto entre botellas de chocolate líquido y miel, botellas de vidrio de
alcohol y latas de fresas y con muchas cosas en el suelo que se habían caído de
los muebles.
Un dolor inmenso en la cabeza comenzaba y un sabor de
hartazgo de dulces en la boca, no se diga del olor de mi boca y de cómo estaba
pegajoso todo mi cuerpo. Que noche, no recordaba que había pasado pero habían
sido muchas cosas. “¿Qué hace el cuerpo de un peluche de un oso descabezado en
la mecedora?” Y ante la ausencia de ruido me di cuenta que estaba solo en la
habitación hasta que unos segundos después ella apareció con una toalla
cubriendo su cuerpo y otra en sus manos secándose su cabello.
“Decías que te miraba feo y pues; pago el precio el pobre”. Me
comentaba mientras me aventaba la cabeza que estaba en el suelo. “Y luego la
quemaste porque que te seguía con la mirada”.
No sabía que contestarle pero sabía que era cierto, en el
momento de la pasión si me ponía muy loco. “Lo siento mucho, no pensé que
llegaría tan lejos. Te lo voy a pagar de alguna manera”. Le decía mientras
seguía sentado en el piso desnudo cubierto por las sabanas.
“No te preocupes, ni yo sabía porque lo tenía; era de un ex
novio. A decir verdad, creo que me hiciste un favor” Y me regalo una sonrisa,
que sonrisa carajo.
Como un mal pensamiento, recordé de pronto la marca negra de
mi pecho y baje la mirada apurado, no tenía nada extrañamente.
“¿Qué pasa? ¿Te duele?” Me pregunto y sinceramente conteste:
“Honestamente, no; me siento muy bien, gracias” Ahora la
sonrisa estaba en mi rostro.
No quedamos platicando unos momentos más y después me metí a
bañar, ahora solo. Salí, desayunamos muy cómodamente y ya en la puerta despidiéndome
nos besamos en los labios como dos recién enamorados.
Salí felizmente de su edificio, cruce la calle y voltee a
ver la ventana de su apartamento con el presentimiento de que ella me estaba
viendo desde arriba. De la nada comencé a tener una sensación, aquella
sensación de enojo, estrés y fuerza; mi corazón comenzaba a agitarse sin si
quiera saber porque y la cabeza comenzaba a dolerme mucho.
Me levante la playera en medio de la calle buscado mi pecho
y me di cuenta de que ahora tenía una marca negra enorme y asustándome aún más,
esta crecía y se expandía a cada momento.
Era de día y había poca gente caminando, no parecía haber
gente que necesitara ayuda o algo que hacer. Me puse nervioso y comencé a
correr hasta desvanecerme en el aire por medio de las líneas de luz.
Era una sensación extraña estar ahí metido, era como si
pudiera ver y escuchar todo lo que pasaba en cualquier lado y moverme
libremente desde una calle hasta dentro de una habitación y ahí fue donde pare.
Llegue como si me hubieran empujado desde el enchufe y caí directo a la
alfombra de un cuarto de una adolescente que estaba acostada en su cama enviando
mensajes desde su celular.
Ella se asustó y comenzó a gritar.
“¡¿Qué chingados pendejo?! ¡¿Cómo entraste?! ¡¿Largo de aquí
pendejo?! ¡Papá! ¡Papá! ¡Ayuda! ¡Papá!” e instintivamente se levantó y camino a
su escritorio de donde comenzó a arrojarme cuadernos, lápices y la lámpara que
tenía.
Tratando de protegerme de sus proyectiles le trataba de
decir que se tranquilizara cuando de pronto un hombre comenzaba a golpear la
puerta del otro lado gritando acerca de quien estaba ahí, que me iba a matar,
que lo dejara entrar.
Una adolescente, mensajes, poca ropa; era obvio porque tenía
la puerta cerrada la muy caliente.
Cerré mis ojos y de pronto me volví a meter en la línea de
luz.
De nuevo ahí comenzaba a escuchar a la gente y para evitar
lo anterior comencé a alejarme de donde escuchaba más bullicio hasta que de
pronto escuche disparos no muy lejos y en una decisión rápida escogí ir para
allá.
Llegue al lugar y me di cuenta que era un banco; estaba habiendo
un robo en proceso. Un policía herido por una bala sentado en el piso, tres
hombres encapuchados con bolsas de dinero y armas largas y unas diez personas
entre hombres y mujeres en el piso muertos de miedo.
Estaba parado observando la situación como un turista gringo
ve una pirámide hasta que uno de los rateros se voltea y me dice mientras
alzaba su arma en dirección mía: “¡¿Qué no entiendes?! ¡Al piso o te vuelo la
cabeza!”.
Al ver el arma enfrente de mi alce mi mano tratándome de
cubrir cuando sentí un impulso de energía en mi mano y como si fuera una pelota
la lance en su dirección. Era como una bola de luz que viajaba rápidamente por
el aire para después chocar contra aquel sujeto que caía electrocutado al
suelo.
Ya todos sabían de mi presencia pero estaban igual de atónitos
que yo ante lo que había sucedido.
Uno de los rateros se acercó a su compañero
y agitándolo trato de hacerlo reaccionar hasta que dijo enojado y levantando su
arma:
“¡Maldito malnacido! ¡Púdrete pendejo hijo de mierda!” Era
obvio que había muerto, pero yo no era el malnacido, él lo era; y con ese
pensamiento de mi cabeza levante de nuevo mi mano y volvió a ocurrir lo mismo
pero ahora con él.
Ya con dos cuerpos calcinados en el piso, el tercero tiro su
arma al piso para que luego él se pusiera boca abajo en el suelo con las manos
en la nuca.
Todo había sido tan rápido y me sentía mareado, muy mareado
y observando a los antes rehenes que me veían temerosos caí al piso inconsciente.
¿Quién iba a decir que ahora iba a estar tirado en el piso
de un banco con un policía herido, dos cuerpos calcinados, un ratero muerto de
miedo juntos con sus ex rehenes y una chica viendo por la ventana todo lo que
sucedía cuando estaba justo con ella hace unas horas haciendo el amor como
animales?
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