Llegamos a su casa y era un departamento con piso de madera,
ventanales y lámparas rimbombantes o más bien dicho, de esas de castillo que en
ese lugar no tan alto se veían divertidas.
“Te tienes que dar un baño ahora y dame tu ropa para meterla
a la lavadora para que se remoje y se le quite esa sangre” me dije mientras
colgaba las llaves a un lado de la puerta y se limpiaba sus botas en un tapete con
un letrero de: limpiar, aquí.
“¿Quieres que me quite la ropa aquí y te la de?” Le pregunte
en un tono de un adolescente enfrente de una diosa con la que sabía que iba a
poder acostarse, todo un novato.
“Claro que sí, para que pueda ver tu hermoso cuerpo y la
cosa que te cuelga entre las patas si es que tienes y no me resultas una cosa
rara” Claramente era sarcasmo al cual no pude contestarle sin una mueca y una
cara de pendejo.
Nos quedamos viendo por unos momentos hasta que al final
ella dijo: “Esta en la puerta a lado de la sala” y sin contestarle otra cosa
que no fuera “ok” con una cara de vergüenza me fui directo al baño como un niño
mugroso regañado por su mamá por no quererse bañar.
Me empecé a desvestir y abrir la llave de la regadera cuando
me pregunto si ya tenía la ropa junta, le conteste que sí y fue cuando se abrió
la puerta del baño de la que solo apareció su mano; le di la ropa y cerró la
puerta.
Entre al agua caliente y por mi cabeza solo pasaba el
pensamiento de que esta situación no era normal pero sin duda me gustaba; que
tenía que tener cuidado porque sabía demasiado y que… sin duda me prendía su
cuerpo y sus modos. “Esa hembra es mala”.
De la nada se abrió la puerta del baño y la hermosa mujer
que pasaba por mi mente entro y sin dejarme siquiera parpadear comenzó a
quitarse la ropa hasta quedar desnuda. Solo nos separaba la cortina del baño
semitransparente y con todas mis ganas quería recorrerla y ver su esplendoroso
cuerpo y no una silueta de esté; pero por suerte, no fui yo quien la recorrió.
Entró a la regadera en silencio y entrado debajo del agua
comenzó a mojarse el cuerpo y a recorrer sus manos en esté de manera lenta haciéndome
a un lado como a un espectador que hubiera pagado por esta espectacular
situación.
Se me quedó viendo y recorriendo mi cuerpo con su mirada me
dijo: “Creo que te gustó” pero no lo dijo por mi cara con la boca abierta, sino
por mi compañero que estaba más tieso que un muerto de panteón.
No sabía que contestarle y mucho menos que hacer, estaba
comenzando a recordar y a sentir esa vibración que me causa el agua pero creo
que no era eso lo que me estaba pasando; sino que eran sus manos que comenzaban
a tomarme de los brazos y la sensación de sus labios acercarse seductoramente a
mí.
Y como un hombre recién salido de prisión en su primer
encuentro intimo después de años la tome y nos hicimos uno durante toda la
noche; en la regadera, en la cama y sin saber exactamente cómo llegamos ahí, en
la cocina, en la sala y en el comedor también fuimos uno sin parar durante
horas.
Nunca pude recordar su nombre completo ni lograba pensar cómo
es que sabía lo que le había hecho a la mano de aquel hombre pero algo si era
seguro; en esos momentos no me importo.
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