miércoles, 30 de marzo de 2016

Un anti-héroe más. Parte 11



Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez policías tras más policías entraban por la puerta con sus armas desenfundadas y dispuestos a disparar a morir pero inexpertos y sorprendidos por las habilidades de la persona que estaba frente a ellos. 

Con los dedos de las manos acomodados en forma de una pistola disparaba rayos por mi dedo que se estrellaban en los chalecos, cascos y barreras de plástico que traían los policías y ante esto caían inconscientes al suelo, uno tras otro. 

Dejaron de salir policías por un momento y se volvió a cerrar la puerta de golpe; pero antes de que diera el primer paso; del techo empezó a caer agua en forma de lluvia sobre toda la habitación mojándome y a los policías que ya hacían en el suelo. 

Adrenalina, pura adrenalina corría por mi cuerpo que expresaba una sonrisa infame y sin precedentes.

Dejo de llover hasta que el agua ya cubría mis pies y algo en el ambiente había cambiado, se sentía diferente por alguna razón y de pronto; un dolor inmenso comenzó a crecer por mi cuerpo, tal que me tiro al suelo de inmediato dejando medio cuerpo bajo el agua y la otra mitad sobre la superficie. 

Respiraba con dificultad, sentí como si mis ojos se me fueran a salir de la cara y toda la piel me empezó a arder. Era como si mi cuerpo empezara a ser aplastado por completo dejándome inmóvil.

La puerta se volvió a abrir y aparecieron un par de hombres con bata blanca y otro par de policías. 
Estos últimos comenzaron a sacar arrastrando a sus compañeros y los primeros se me acercaron agachándose sobre mí. Con lo poco que podía ver y sentir que no fuera el dolor, sacaron inyecciones y comenzaron a extraerme sangre del cuerpo. 

“Bababababababasssssssttttttaaaaa” trataba de decir pero hasta los dientes me dolían. 

“Ahhhhhhhh…dedededededededejeeeennnnmmmmeeeee” el dolor comenzó a ser motivación para poder querer levantarme y aunque el nivel del agua ya había desaparecido; aún estaba inmóvil. 

Ya no había policías en el cuarto y solo quedaba un doctor conmigo haciendo su labor. 

Se levantó y comenzó a irse pero un golpe de fuerza comenzó a aparecer en mis músculos levantándome del suelo lentamente y por ende; la puerta por donde entraba y salía gente se cerró súbitamente asustando al último doctor y haciendo que tirara sus muestras, corriera a la puerta y golpeándola mientras gritaba por ayuda y que lo dejaran salir. 

Ya de pie con toda la fuerza que tenía y goteando agua levante la vista y vi al señor que me observaba temeroso apoyado contra la puerta y casi sentado diciendo:

“Por favor, no me hagas daño. Solo seguí órdenes” Ya casi estaba en llanto. 

“¿De quién?” 

“Me mataran si te digo”

“Te matare si no me dices ahora”

“Se llama Oscar, es director de investigación de energías nucleares a nivel nacional”

“¿Dónde estoy?”

“En el centro central de investigación y pruebas”

“¡¿Dondé?!”

“¡En Arizona, en el desierto de Arizona!” 

Arizona, malditos bastardos. Bueno, espero que… que todos se vayan al demonio.

“¿Sabes algo?” le pregunte.

“¿Qué?” contesto temeroso.

“Te mentí” y cerrando los ojos con fuerza expulse toda la fuerza que tenía lanzando un grito final. Al principio fue increíble pero fue cuestión de segundos en lo que un cansancio me invadió al igual que un zumbido en los oídos. 

Calor, frío, fuerza, cansancio; todo… todo fue al mismo tiempo. 


Deje de sentir casi de inmediato la presión que me lastimaba y segundos después una brisa embriagante. Abrí los ojos y ya estaba bajo el Sol despiadado del desierto, ni una pared, ni una puerta, ni una persona; solo ruinas.

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