jueves, 1 de noviembre de 2012

Ángel de alas rotas. Parte 5


Desperté bajo la tenue luz que entraba en mi ventana y bajo el sonido de la gente caminando debajo de ella.

Estaba encogido y envuelto bajo mis propias sabanas. La cabeza me dolía y no aguantaba el sonido ni la luz, había sido una noche muy larga.

Me senté en mi cama y poco después recordé que lo último que había pasado antes de que cayera dormido era que estaba con aquella dama que me había cautivado. Voltee a un costado mío y vi un bulto cubierto por las sabanas; dude en tomar las cobijas y cuando lo hice lentamente, vi que solo era una almohada. Llegue a la conclusión en que había sido solo un sueño y por un cierto lado me sentí aliviado y pude relajarme pero todavía no me convencía de eso. Deseaba que hubiera sido realidad pero era algo imposible que una mujer apareciera en medio de la noche desnuda y que cayéramos bajo la pasión y la lujuria. Estaba loco.

Me senté en la orilla de la cama y me empecé a tocar la cabeza por el dolor que tenia pero después me di cuenta que también la espalda me ardía como si estuviera  quemado tras un día en la playa sin alguna loción protectora. Coloque la mano en la parte de atrás de mi hombro queriendo tocar mi espalda y sentí una línea que sobresalía de mi espalda, como una costra.

Eso me estremeció demasiado y recordé que en la noche, verdad o no, la joven me había enterrado sus uñas y que había sentido un dolor en todo lo largo de mi espalda. Quise decir algo pero ninguna palabra salía de mi boca, estaba entre asustado, sorprendido y con una incertidumbre acerque de lo que ya había dicho que había sido un simple sueño; o eso pensaba.

Con un salto me puse de pie y fui directamente al espejo que estaba a un costado de mi habitación, me reflejado y me di cuenta que estaba pálido y con un aspecto cansado, sin ver mi rostro más me di vuelta y observe que mi espalda estaba marcada por ocho líneas bien definidas que ahora eran costras de sangre seca que había salido de los cortes. Asustado me aleje del espejo caminando de espaldas hasta que choque con algo, me di vuelta rápidamente y vi a aquella persona más baja que mi con cabello corto y ojos indescriptibles mirándome tranquilamente, di un salto que causo que cayera en el piso de sentón, sin levantarme me aleje de ella hasta tocar pared donde me detuve y me peque a este lo mas que pude con la espalda aun con el dolor que me causaba.

No podía dejar de verla, no podía tranquilizarme, sentía el corazón moverse por todo mi sistema queriendo encontrar una salida para salir expulsado de mi cuerpo, los brazos me temblaban de terror, la boca la tenía abierta ligeramente y sentía como el aire entraba a ella rápidamente y salía aun mas rápido.

-Imposible- fue lo único que dije sin poder soltar ningún sonido por mi boca.

-Lo imposible se vuelve real y yo soy real- pronunciado esas palabras se acerco a mí y se agacho para seguir hablando –No he dejado de pensar en ti desde aquella vez en el pasillo, me cautivaste y pudiste ver lo que en verdad soy; aunque creo que no lo puedes creer. Todo lo que has sentido y vivido fue real; todo lo que paso anoche fue real.-

Con su mano empezó a tocar mi pecho suavemente y lentamente –Estaba en mi casa pensando en ti y no sé lo que me hiciste que me encanto, fue ahí cuando decidí venir a buscarte; no sé cómo llegue aquí ni porque estaba en ese aspecto pero solo llegue y me di cuenta que lo que me había gustado había sido la forma en la que me habías visto. Tan real, tan pura e impura a la vez y cuando te empecé a tocar me encanto tu corazón, tan honesto- Se acerco su rostro al mío y me beso rápidamente pero deliciosamente.

-Ah, y perdón por tenerme que usar una de tus playeras y unos bóxers tuyos, es que no quería tener frío- Y con una sonrisa de alejo de mi y se levanto.

Aun no podía decir nada e inesperadamente me puse de pie y salí de cuarto sin voltear a verla y empecé a preguntar por mis padres una y otra vez caminando por la casa.

-No están- me interrumpió.

-¿Cómo que no están? ¿Dónde están? ¿Qué pasó? ¿Quién eres tú?- Fueron mis primeras palabras que iban dirigidas a ella.

-Se fueron y no importa quién sea yo sino que serás tú-

-¿Quién seré yo?- La puerta de mi casa se abrió y voltee en dirección a ella y cuando gire mi cuello hacia donde estaba la mujer ya no la vi, se había ido.

No hay comentarios: