Las marcas de mi espalda y el dolor se habían desaparecido
junto con aquellos infinitos ojos y
aquel cabello corto tan perfecto como seductor pero persistían los
pensamientos, las ideas, los recuerdos que aquella noche anterior, de todos los
movimientos que ella hacía, de sus sonidos, de su olor; de todo ella, de su
voz, su cuerpo, sus alas; de su corazón que no latía, de sus alas que se
estiraban y salían impetuosas de su suave espalda, de su aparición y desaparición,
de cómo era algo tan irreal pero tan verdadero que me enamoro.
El resto del día paso normal a pesar de que recibí varios
regaños por no estar prestando atención y estar “enamorado” ¿Lo estaba o la
locura se había apoderado de mi?
En la noche mis padres se fueron a una comida con sus amigos
y yo me quede en casa tratando de entender mi vida. Lo que me gusta hacer es
estar en la penumbra de mi cuarto escuchando música con la cortina abierta para
ver la calle y a su gente vivir su vida preguntándome que harían ellos o si
viven lo mismo que yo.
Eran cercanas las once de la noche cuando mientras estaba
sentado en una silla escuchando mi música la espalda me empezó a arder pero más
de lo normal, más que cuando supuestamente me habían enterrado las uñas. El
dolor se volvió insoportable que me retorcía sobre mi escritorio tratando de
aguantar pero cuando pensaba que ya había pasado volvía con una furia que impedía
que me alcanzara para tocar mi espalda.
Como pude me levante, fui por una pastilla y un vaso de agua
a la cocina. Cuando puse la pastilla en lengua y le di un sorbo al agua solté
un suspiro esperando que hiciera efecto y me apoye en la orilla de la estufa
por unos minutos.
El sonido de mi corazón ocupaba mis pensamientos y todo el
ruido en mi hogar, todo estaba muy silencioso.
El dolor bajo un poco y volví a
darle un trago a mi vaso con agua; después me di vuelta y sentí como unas manos
me tomaban de la playera y me azotaban contra la pared recargándome en ella y
provocando que soltara el vaso para de la sorpresa.
Todavía no había visto quien era cuando sentí como me alzaba
sobre el piso apoyándose en la pared y yo ponía mis manos en lo que me sujetaba
con fuerza.
Sus ojos la delataban y por primera vez veía su color, eran
en ese momento rojos, estaban dilatados y ansiosos. Su rostro mostraba ojeras y
cansancio, su cabello estaba revuelto y hecho una maraña. Portaba una playera
blanca que estaba rota del cuello, un pantalón de mezclilla con las rodillas
descubiertas y no tenia zapatos. Sus alas ahora estaban rotas pero seguían igual
de oscuras como la noche en la que estábamos.
-¿Cómo es posible que una persona tan podrida como yo tenga
un corazón que lata?- dijo rompiendo el silencio y con un tono de furia y enojo
que me puso tenso.
Me despego de la pared y me movió en el aire como un muñeco
de trapo hasta acostarme en el piso de la cocina. Ella se sentó encima de mí y
coloco su rostro muy cerca al mío.
-Sé lo que has vivido, se lo que has hecho. Vi dentro de ti
y no logro entender cómo es que aun late tu corazón. Eres un ser fascinante,
tan adaptable, tan egoísta, tan malo, tan lastimado, tan… inocente como
culpable- Junto salvajemente sus labios con los míos besándome con pasión y rabia.
Luego paso a mi cuello lamiéndolo, mordiéndolo y besándolo con aun mayor
energía. Se detuvo y soltó un suspiro antes de seguir hablando.
-Alguien te marco en tu infancia y no pudiste afrontarlo durante
años, eso te volvió un ser cerrado a sus sentimientos. Alguien te dio su
corazón y tú le temiste, lo terminaste dejando y rompiendo aunque coincido
contigo de que fue lo mejor pero ahora sufres por eso y te culpas por todo.
Deseas muy dentro de ti no haber existido o por lo menos no ser tu porque tú
mismo sabes que estás podrido para todos los que te conocen… y sabes que todo
es verdad- Al final soltó una sonrisa que me enojo y saco dentro de mi fuerza suficiente
para empujarla y ponerla con la espalda al piso. Ahora yo estaba encima de ella
y el que sujetaba sus manos.
-¡Sabes que es verdad! Sabes que la lastimaste y a mucha más
gente. Sabes que eres malo y que no deberías de tener un corazón que dar porque,
¡no tienes! ¡Estas jodido!- Dijo aun en el suelo.
-Lo sé, se que lo que le hice fue malo y que gracias aquel
hombre que me marco hace tantos años nunca podre vivir pleno. Sé que estoy roto
y que no tengo nada que dar, sé que no debo estar aquí- iba aumentando mi tono
de voz y mi fuerza –Pero no puedo morir, no debo morir, no ahora. Tengo mucho
que dar y demostrar, tengo una vida por delante… solo, roto.- El enojo salió de
mi cuerpo – Pero tu corazón no late, no eres normal, no estás viva, no eres
real y eso me cautiva y me enamora…-
Interrumpiéndome ella grito -¡Pues demuestra por primera
vez que sientes algo!- y con esas palabras caí sobre su cuerpo besándola, tocándola,
mordiéndola, saboreando cada rincón de su perfecta piel, conociendo y
aprendiendo de ella.
Por primera vez dejaba de pensar y solo actuaba, me convertí
en el dueño de ese momento; en el momento en que éramos uno bajo nuestro calor,
bajo nuestros propios movimientos.
El frío se convirtió en calor, el silencio en ruido, los
actos en sudor. En un momento nuestras manos se encontraron y se juntaron,
nuestros dedos se entrelazaron tiernamente y fue cuando hice conexión con aquel
ser hermoso; después sentí un calor muy cómodo en mi espalda, voltee a ver y vi
como salían de mi espalda un par de alas negras que soltaban plumas por toda la
cocina, poco me importo en ese momento y seguí besando a un ángel.
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