La frustración, el odio, el temor, la angustia, los celos,
la envidia, el remordimiento, la tristeza y el egoísmo son una combinación
fuerte y dañina. Es algo que te puede lastimar demasiado y dejarte varado en
una isla en la que tú mismo te pusiste.
Quieres jalarte el cabello y gritar con todas tus fuerzas al
ver a los demás reír, sonreír, tomarse de la mano, besarse, abrazarse y decirse
cuanto se quieren. Quieres salir corriendo de ese lugar sin mirar atrás y con
solo una cosa en la cabeza; lo que dejaste ir.
Te autodestruyes bajo un pretexto de una gota de alcohol,
una probada de tabaco, una aspirada de droga, una sobre dosis de ejercicio, una
aguja en tu piel, una canción en tus oídos, un texto ante tus ojos, un recuerdo
en tu mente, una persona en tu camino, una soledad que es solo tuya.
Terminas tirado en tu propio caos deseando ser, estar, hacer
otra cosa o haber hecho otra cosa en su debido momento; pero no hay vuelta atrás.
Lloras por tus propias acciones, te notas inexpresivo ante diversas
situaciones, te deja de importar el entorno pero sobre todo te dejas de
importar a ti mismo. No hay nada que puedas hacer y te quedas tirado.
Bajo tus sueños están tus temores y tus angustias, tus decepciones
y todos tus problemas, tus malas acciones y todo lo que te avergüenza. No dejas
nada a relucir ya que lo vives y sufres viendo una y otra y otra vez todo eso.
Despiertas bajo la humedad de tu sudor y agradeces el poder dejar ese mundo de
tu cabeza.
Miras la noche, el vació la nada y eso es lo que ves. El vació dentro de ti, la tristeza en tu corazón y tu cabeza es tu verdugo lastimándote
con todos tus pensamientos.
Escribes textos de todo lo que pasa por tu cabeza
evidenciando tu estado emocional sin importarte lo que piensen las personas.
Solo lo haces.
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