sábado, 27 de octubre de 2012

Ángel de alas rotas. Parte 4


Su piel era suave y tersa como el algodón mismo. Sus besos paseaban por los míos descubriendo cosas nuevas y sintiendo como su frío traspasaba las sabanas que eran las intrusas en sus piernas que se enredaban en las mías. Sus manos dejaron mis dedos y empezaron a explorar mi cabellera lentamente; su aliento tibio recorría mi cuello y mi pecho estremeciendo mi piel y dejándome sin frío alguno.

La noche no decía nada y solo observaba de cada uno de nuestros movimientos llenos de pasión y perversión. Todo era silencio y el tiempo se detenía por cada latido que mi corazón daba, estaba excitado y no dejaba de explorar su cuerpo con mis sensibles manos y solo su cuello con mis ahora fríos labios.

Ella estaba sobre mí como una depredadora come a su presa. Su cadera estaba sobre la mía, su cabello enredado a mi cuello y sus manos aferradas a mis hombros impidiéndome que me levantara. Me jalo hacia su cuerpo y me senté haciendo que sus piernas se sujetaran a mi cadera.

Sus blancos y delgados dedos pasaron de mis tibios hombros a mi amplia espalda y sus labios dejaron por primera vez a los míos y pasaron a expulsar aire a mi oreja. Y toque como a la porcelana su cuello que se abría paso a mis labios. Era algo delicioso y se saboreaba lentamente.

Se aferraba a mi espalda con fuerza y exhalaba aire caliente con más frecuencia.  Mordisquee su piel de porcelana y sentí como abría la boca de encanto tratando de decir algo. Me aferre a su espalda abrazándola con fuerza  cuando ella retrocedió y volvió a mis labios con más fuerza que al principio, no dejaba de moverse y de encantarme cada vez más. Sus manos tomaron mis hombros por detrás y sus uñas se enterraron.

Sentí  como si fueran ocho agujas enterrándose simultáneamente y bajar lentamente por mi espalda. Solo abrí un poco más la boca y trate de por lo menos gemir pero solo lo hice dentro de su perfecta boca, tan dulce, tan perfecta. Mis manos se aferraron aun más a su espalda y cuando sus dedos dejaron mi espalda yo deje sus labios y me empujo acostándome de nuevo a mi cama.

No podía abrir los ojos ni poder poner mi espalda en la cama porque me ardía como nunca. Con los ojos cerrados sentí como sus manos tocaban mi pecho hasta detenerse en mi vientre y regresar a mi pecho deteniéndose donde estaba mi corazón. Ella sentía a todo lo que palpitaba mi corazón; tomo mi mano y la puso entre sus pechos, donde se siente al máximo el corazón de una mujer… pero no sentí nada, solo su fría piel de porcelana; ahí fue donde abrí los ojos y enfrente de mi estaban los suyos como antes de caer en la lujuria y en la pasión. Parpadeo una vez y sonrió ligeramente dándome una mirada que encanta y enamora.

Se quito de encima de mí, tomo la sabana y de metió a mi cama. Tomo mi brazo y lo metió detrás de su cuello para abrazarla y su mano la puso en mi pecho para seguir sintiéndome a mil revoluciones por segundo.

Cerró sus hermosos ojos y callo dormida a un lado mío y yo viéndola por última vez cerré los míos para también descansar con un ángel que había encogido sus alas y había tomado su forma humana en un momento que no me había dado cuenta. Era un ángel que ahora entendía que era real y no me importaba como es que eso era posible. 

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