domingo, 9 de octubre de 2016

Días del Futuro. Parte 3.0

Cruce la calle sin importar que estuviera lloviendo o que la gente viera que iba directo a un lugar donde se ve lujuria, se respira sexo, se sienten adicciones, se escucha violencia y se siente sucio. 
Nadie está en esa situación voluntariamente pero en la actualidad, en la maldita actualidad; nadie tiene opción.

Tocas una puerta hueca y se abre una rendija por donde te ven unos ojos oscuros y penetrantes que te analizan y tras unos segundos escuchas como se quitan los seguros del otro lado del metal y se abren las puertas del infierno.

Sale humo del interior y se comienza a escuchar música al fondo del pasillo que está poco alumbrado. Das los primeros pasos y una gran mano te toma del pecho impidiéndote seguir adelante mientras la puerta se cierra detrás de ti con un molesto rechinido, ya hecho; todo es oscuridad unos segundos pero te das cuenta que desde tus pies está subiendo un láser que escanea tu cuerpo. Uno pensaría que es para ver si traes armas o cosas peligrosas pero no, es para ver si traes dinero y a cuanto es esa cantidad, todo al final es negocio y si entras con las manos vacías; sales con algo más que tu presencia, golpeado y amenazado de muerte.

La luz roja termina de examinar tu cuerpo hasta la punta más alta de tu cabello y se apaga. Después de eso se alumbra el pasillo con luces como pista de avión en el aeropuerto y la música sube de tonalidad, igual aparecen unas luces pegadas en la pared que te mostraran lo que hay de promoción en el día o en la noche.

Comencé a caminar y debajo de las ya antes mencionadas luces se ven mujeres bailando eróticamente detrás de un vidrio blindado. No están en un cuadro mayor a de dos metros cuadrados ni dos metros de alto, están forrados de tela negra y en el suelo hay luces parpadeantes que las hacen resaltar.  

Vez sus rostros y aunque tratan de sonreír por orden del jefe puedes ver sus ojos de dolor y pena, sus cuerpos llenos de moretones y golpes que tratan de ocultar con maquillaje y sus movimientos cansados después de estar en un habitación donde no te puedes sentar cómodamente. Son pocas las que son “sanas” y son aún menos las que antes de entrar a trabajar son drogadas y sometidas por los hombres y mujeres de su mundo laboral por solo unos dólares más.

Había mujeres de ambos lados del pasillo y todas se movían al ritmo de la música de fondo excepto una que estaba inmóvil sobre el piso de su cuadro, recargada en una pared y con los ojos volteados. Uno habría pensado que estaba muerta pero su vientre se movía suavemente entre sus pequeños senos solo tapados por pezoneras y una tanga sucia y verde limón.

Lentamente me acerque al vidrio y con mi mano lo toque, al instante se prendió una luz verde alrededor del cuadro y eso solo eran malas noticias. Era la manera en que los clientes mostraban su interés por alguien y tras el escáner, si podías pagarla se enmarcaba de verde su ventanal y si era rojo; no podías ser acreedor de sus servicios y tenías que seguir buscando. Y al parecer, había ya pagado por una hora con estar con ella y yo ser su dueño.

La mujer estaba de frente a mí y tras la luz no había reaccionado, la pared en la que estaba recargada se abrió y entro un señor con guantes de plástico, traje negro y una máscara blanca de esas que ocupan los pintores para no estar respirando las toxinas de los líquidos tóxicos.

La tomo de las axilas antes de que cayera por completo en el suelo y me observo dándome una señal de afirmación con su cara. Minutos después desaparecieron de mi vista y entro otra chica sustituyéndola. Se cerró la puerta y comenzó a bailar.


Mira al otro lado del pasillo al que me había ya acercado y observe unas escaleras que descendían a una puerta por donde salía todo el humo, luces y la música. Cada vez estaba más cerca del infierno. 

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