domingo, 12 de abril de 2015

Media Naranja. Parte 1

-Ya no recuerdo tu nombre ¿Cómo era?- Le preguntaba mientras reclinaba mi asiento en el auto detrás del volante y me empecinaba a dormitar mientras escuchaba como las gotas chocaban contra el techo de acero.

-¿Y porque de pronto te empezó a importar? ¿Es eso en lo que estás pensando ahora? Por qué yo me preguntaba si aún existían los demonios de Tasmania ¿sabes si aún existen?- Respondía con tranquilidad mientras se limaba las uñas de las manos a un lado mío.

Un rayo cayó del cielo iluminando toda la calle y el interior del auto haciendo una fotografía instantánea; inmortalizando el momento conmigo con los ojos cerrados y las manos en el vientre y ella viendo sus uñas.

-Aún viven, vi uno una vez. No son como la caricatura y quede decepcionado; son más pequeños pero, no te preocupes; aún existen- Ya estaba más inmerso en el sueño que en la realidad.

-Qué bueno, me da gusto. Quiero uno ¿me consigues uno?- Ella dejo sus uñas y me tomo del hombro más cercano a ella.

-Primero dime tu nombre y ahorita vemos ¿vale?- Abrí los ojos, comencé a ver el techo y empecé a recordar donde es que había visto a ese animal tan exótico.

-Nunca tengo lo que quiero contigo, no se vale- Había dejado de tocarme y ahora está de brazos cruzados con cara de berrinche pero de inmediato cambio su postura y se abalanzo sobre mi tomándome de los hombros con sus dos manos y poniendo su rostro enfrente del mío; con nuestras narices tocándose y los ojos bien abiertos. –Me llamo Marta-

-Marta… es cierto y dime Marta ¿qué haces por aquí?- Hablábamos mirándonos a los ojos.

-Pues estoy aquí, sobre un hombre, dentro de un auto apagado, bajo la lluvia, esperando a que sea más noche para ver los juegos espectaculares y eso es todo ¿Tú cuál es tu motivación para estar aquí?-

-¿Yo? Creo que estoy en la misma situación que tú ¿qué coincidencia, no?- La tome del rostro quitándole un mechón de pelo de la frente y llevándoselo detrás de la oreja.

Quedamos en silencio en la misma posición cuando la alarma de mi celular sonó haciendo alusión a un asunto en el calendario que debía ser realizado.

-Creo que es hora querida así que quítate de encima de mi ¿quieres?- Le dije tomándola de los hombros.

-No, no quiero; para eso primero debes de hablarme bonito y luego, vemos- Me contesto poniendo su mano izquierda en mi mejilla acariciándola.

Di un suspiro y:

-Mi amor, preciosa ¿me harías un favor?- Dije tiernamente igualmente acariciando su mejilla.

-Dime osito- “Osito” como odiaba eso y tuve que contenerme y dar otro suspiro pero ahora más fuerte.

-¿Podrías sentarte correctamente en el asiento del pasajero para que podamos empezar los juegos artificiales que la gente del autobús nos pidió que hiciéramos en estos momentos?- Los hombres y mujeres del autobús habían dicho números a la zar y eso había dado la hora en que empezaran las actividades.

-Primero, bésame; bésame como esa primera vez en la orilla de la alberca esa noche mientras quedaba cubierto de agua el auto con la familia rica dentro- Vaya recuerdo esa noche. Piñas coladas preparadas por nosotros mismos, la alberca llenándose, los quejidos de la familia amarrada a los asientos del auto hasta que la alberca quedara totalmente cubierta de agua, viendo las burbujas emerger hasta que lo dejaron de hacer y haciéndose el silencio. Muy buena noche.

-Te besare cuando hayamos acabado y después ¿qué te parece si te compro un helado? Pero acabando esto ¿sí?- Eso nunca fallaba.

-Bien, pero que sea doble- Se quitó y se sentó en su lugar colocándose el cinturón de seguridad.

-Bien, será doble para mi cosita- Coloque mi asiento correctamente, me puse el cinturón y tome un control del portavasos del carro. Alce la cara y vi el camión estacionado de forma perpendicular a nosotros con la gente de la que hablábamos hace un momento, estaban empezando a despertar y a darse cuenta de que estaban amarrados.

Comenzaban las réplicas de ayuda, los gritos de desesperación y las preguntas de que era lo que estaba sucediendo.  

 Prendí las luces del auto e ilumine la mitad del camión. Ellos no nos veían por el reflejo pero nosotros veíamos rostros angustiados, enojados, preocupados, tristes, alterados y llorosos de hombres y mujeres que trataban de desamarrarse.

Fue poco lo que duró.

Presione un botón del control, el único botón del control y el único botón que decía la palabra “boom” sobre él.

Decenas de luces salieron de donde estaba el camión, una gran llama de fuego se elevaba en el cielo y el ruido del acero y la carne rostizándose ante la explosión. El estruendo fue ensordecedor pero el silencio que ocurrió después fue aún más siniestro.

Baje la ventanilla del auto y una onda de calor se metió al auto haciéndonos incomodar. Saque la mano donde tenía el control remoto y lo deje caer.

Subiendo la ventana dijo:

-Ahora quiero dos helados dobles- Su mirada estaba fija en el fuego hasta que volteó a verme y sonrió.


-Pensándolo bien, yo también quiero uno. Vámonos antes de que cierren la heladería- Arranque el motor, puse reversa, luego marcha y nos fuimos por esa misma calle dejando atrás el camión envuelto en llamas y el insoportable calor. 

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