Durante tres días desee estar muerto, de no haber tomado la decisión
de salir de mi hogar, de estar solo en este mundo para no tener que pensar que
todas las personas que conocía, quería y estimaba ahora eran humanos sin
sentimientos, sin corazón, sin mente y sin vida; durante tres días estuve atrapado
en mi auto tratando de llegar a la ciudad, 36 horas me tomo llegar a un lugar al
que bajo circunstancias normales me tomaría llegar en cuarenta minutos, dos
horas máximo.
Durante ese tiempo aprendí muchas cosas de los males que
rondaban por todos lados. Una de ellas era que seguían siendo humanos, no veían
bajo mucha oscuridad, necesitaban de comer y descansar, aunque esto último solo
era cuestión de minutos y volvían a levantarse o a activarse. Otra cosa era que
como todas las personas comunes no contaban con fuerza de convicción o tal vez
era por falta de cerebro, de esto me di cuenta una vez que había una persona
arriba de una casa y el carnívoro estaba en la calle viéndola y tratando de
alcanzarla estirando sus brazos, al poco tiempo se canso y se fue.
Fueron dos noches y tres días en los que trate de conducir
por la autopista tan rápido como pude pero siempre me encontraba bajo obstáculos
como carros en medio de la calle, una acumulación de gente muerta caminando en
mi dirección lo que me obligaba a esconderme en los asientos de atrás para
evitar que me vieran y esperar a que pasaran, gente tirada en la acera de la
pista sangrando y siendo comida y también hubieron obstáculos obvios como
dormir lo cual me era casi imposible ya que cuando me lograba acomodar y
ocultar en mi carro escuchaba en el silencio de la noche pasos cerca de mí y de vez en cuando que volteaba a ver una ventana
los veía pasar lentamente cerca de la puerta, en esos momentos deseaba no estar
ahí, deseaba no tener que pasar eso y me preguntaba si valía la pena, bajo mi lento
respirar para evitar mucho ruido y encogido en mi cuerpo tembloroso por las bajas
temperaturas de la noche; no prendía la calefacción porque gastaría gasolina, batería
y tal vez ellos sentiría calor y se juntarían, tampoco sabía cuánto me faltaba
de viaje. No dormía o solo eran siestas de media hora porque no podía más.
Otra dificultad era la de comer, lo cual nunca pude
disfrutar y solo añoraba aquellos tiempos en los que podía hacerlo en paz. Eran
frituras y algo de fruta, botellas de agua y refrescos; siempre en mi auto
siempre nervioso ya que estaba algo indispuesto en esos momentos para poder
reaccionar a tiempo bajo algo que apareciera.
Pero la peor de todos, ya saben, las necesidades de todos el
uno y el dos. Tomaba agua por los nervios y la sed que esto provocaba; pero no quería
hacerlo en una botella; me arriesgaba a salir después de mirar a todos los
lados y en lugares abiertos. El dos, muy poco pero igual; estaba a la deriva de
todo.
En todo mi viaje no vi a nadie normal, a nadie caminar o
andar igual en su auto tratando de pasar. En esos momentos me preguntaba si
acaso era el único que lo intentaba o hasta el único vivo en esa zona. Siempre
me detenía y comenzaba a pensar que debería volver pero no podía, aun en la
soledad quería hacerlo, quería intentarlo por lo menos; pero en otros quería
salir corriendo de mi auto y esperar a ser atrapado. Al final volvía a arrancar
el auto y a seguir mi camino.
Trataba de recordar cómo se sentían sus labios al besarlos,
sus manos tocando mi cuerpo, su piel siendo víctima de mis actos, de recordar
cómo eran sus ojos, de volver a escuchar su corazón latir y de oír su voz una
vez más. La vida nunca había sido ni fácil ni buena, ¿por qué tenía que serlo
ahora? Me preguntaba como estaba, si
estaba viva, si aun me quería, si aun ansiaba verme, si la vería por última
vez, si estaría con alguien más. Me odiaba en esos momentos y a ella también pero
lo único que hacía era acelerar el auto como el flujo de mis lágrimas llorando
por ella.
Al fin llegaba a la ciudad. Estaba en ruinas, destruida,
incendiada, solitaria, muerta por completo. Ahora estaba más que desilusionado pero
aun tenía algo de fe sin saber que esperar en la siguiente calle.
Recuerdo que moría de
hambre y deseaba salir de ese auto después de tantas horas encerrado, escondiéndome
y estando solo. Encontré una solitaria tienda de autoservicio muy conocida en
la que las letras “o” y “x” se repetían y recordaba que hace mucho tiempo se decía
que la gente tenía sexo en el…
Tres de sus cuatro paredes era de cristal lo que facilitaba
que viera en su interior y notara que estaba vacía.
Tras varias vueltas en sus
alrededores deje el auto en la entrada y me encerré en su interior. Los focos
del techo estaban hechos pedazos en el suelo al igual que algo del producto de
la estantería. Aun los refrigeradores trabajaban y sin preguntarme porque abrí
uno de ellos, tome una bebida con alta cantidad de azúcar, la abrí y bebí de
ella sin parar, sabia a gloria. Di la vuelta y tome unos panques que disfrute
tanto que me senté en el piso de la tienda y dejando de ver las paredes de
cristal cerré los ojos tratando de gozar ese pequeño momento, hace mucho no
tenía uno así pero me duro poco el gusto.
Cuando volví a abrir los ojos fue de un golpe a un vidrio,
me había quedado dormido. Me levante del suelo y vi que estaba rodeado y que
estaban a punto de entrar, los cristales estaban casi rotos por completo.
No había a donde ir ni por donde ver sin tener que observar
personas ensangrentadas ansiosas de comer. El pánico me invadió y no pude hacer
más que solo pensar en todo lo que había pasado para llegar, en todo lo que había
dejado, en mi vida anterior a todo eso, en mi familia, en mis amigos, en mi
novia, en todos los planes que tenía, etc. Empecé a maldecir a la persona o a
la cosa que había provocado eso, me empecé a maldecir por haberme dormido, por
haber salido de mi casa, por querer ir a buscar a alguien, por incluso tener la
necesidad de comer. Después el llanto me invadió, no sabía qué hacer y ahora si
estaba más solo que nunca.
Golpeaban sus cabezas, sus manos, piernas y todo su cuerpo
contra el vidrio tratando de entrar. Estaba ya muerto en ese momento, no
pensaba en otra cosa; las lagrimas brotaban contra mi cara, los gritos salían
de mi boca sin tener algún sentido; y todo eso hasta que en el suelo vi un gran
pedazo de vidrio de un foco y pensé en toda mi vida, en todo lo que había hecho
y lo que me faltaba por hacer. Cerré los ojos y sin dudarlo preferí morir en
ese lugar que en algún momento alguien que me conociera me viera deambular
desecho físicamente y hasta matar a alguien más en mi posición.
Abrí los ojos y sonreí al final, tome el cristal y lo empecé
a clavar contra mi piel era más el dolor mental que el físico. Había hecho lo
que primero quería en mis brazos había escrito:
“Te amo” en el derecho y “Pame” en el izquierdo.
Aun lloraba de lo que había dejado y odiaba haber conocido a
alguien en mi vida. Odiaba a mi familia, a mis amigos, a mi novia; odiaba la
vida que solo era cosa de arrebatarse en cuestión de segundos. Odie estar vivo.
Ya estaba hincado sobre un charco de sangre cuando le grite
a los visitantes de afuera que nunca me tendría vivo y aun siendo que reviviera
lo abría intentado. Tome con fuerza el cristal y cerrando de nuevo los
ojos cuando sentí el frío del vidrio
contra mi piel ya maltratada sentí un fuerte golpe en la cabeza, lo que me entumió
las piernas y me tiro por completo al suelo, solo viendo borroso y con mi último
vaho de aliento dije:
“Así que así se siente suicidarse y morir, no fue tan difícil.
Perdón a todos y gracias a todos. Los amo. No cumplí mi promesa Pa...”
No hay comentarios:
Publicar un comentario