miércoles, 2 de enero de 2013

El 23. Turista muerto.


Durante tres días desee estar muerto, de no haber tomado la decisión de salir de mi hogar, de estar solo en este mundo para no tener que pensar que todas las personas que conocía, quería y estimaba ahora eran humanos sin sentimientos, sin corazón, sin mente y sin vida; durante tres días estuve atrapado en mi auto tratando de llegar a la ciudad, 36 horas me tomo llegar a un lugar al que bajo circunstancias normales me tomaría llegar en cuarenta minutos, dos horas máximo.

Durante ese tiempo aprendí muchas cosas de los males que rondaban por todos lados. Una de ellas era que seguían siendo humanos, no veían bajo mucha oscuridad, necesitaban de comer y descansar, aunque esto último solo era cuestión de minutos y volvían a levantarse o a activarse. Otra cosa era que como todas las personas comunes no contaban con fuerza de convicción o tal vez era por falta de cerebro, de esto me di cuenta una vez que había una persona arriba de una casa y el carnívoro estaba en la calle viéndola y tratando de alcanzarla estirando sus brazos, al poco tiempo se canso y se fue.

Fueron dos noches y tres días en los que trate de conducir por la autopista tan rápido como pude pero siempre me encontraba bajo obstáculos como carros en medio de la calle, una acumulación de gente muerta caminando en mi dirección lo que me obligaba a esconderme en los asientos de atrás para evitar que me vieran y esperar a que pasaran, gente tirada en la acera de la pista sangrando y siendo comida y también hubieron obstáculos obvios como dormir lo cual me era casi imposible ya que cuando me lograba acomodar y ocultar en mi carro escuchaba en el silencio de la noche pasos cerca de mí  y de vez en cuando que volteaba a ver una ventana los veía pasar lentamente cerca de la puerta, en esos momentos deseaba no estar ahí, deseaba no tener que pasar eso y me preguntaba si valía la pena, bajo mi lento respirar para evitar mucho ruido y encogido en mi cuerpo tembloroso por las bajas temperaturas de la noche; no prendía la calefacción porque gastaría gasolina, batería y tal vez ellos sentiría calor y se juntarían, tampoco sabía cuánto me faltaba de viaje. No dormía o solo eran siestas de media hora porque no podía más.

Otra dificultad era la de comer, lo cual nunca pude disfrutar y solo añoraba aquellos tiempos en los que podía hacerlo en paz. Eran frituras y algo de fruta, botellas de agua y refrescos; siempre en mi auto siempre nervioso ya que estaba algo indispuesto en esos momentos para poder reaccionar a tiempo bajo algo que apareciera.

Pero la peor de todos, ya saben, las necesidades de todos el uno y el dos. Tomaba agua por los nervios y la sed que esto provocaba; pero no quería hacerlo en una botella; me arriesgaba a salir después de mirar a todos los lados y en lugares abiertos. El dos, muy poco pero igual; estaba a la deriva de todo.

En todo mi viaje no vi a nadie normal, a nadie caminar o andar igual en su auto tratando de pasar. En esos momentos me preguntaba si acaso era el único que lo intentaba o hasta el único vivo en esa zona. Siempre me detenía y comenzaba a pensar que debería volver pero no podía, aun en la soledad quería hacerlo, quería intentarlo por lo menos; pero en otros quería salir corriendo de mi auto y esperar a ser atrapado. Al final volvía a arrancar el auto y a seguir mi camino.

Trataba de recordar cómo se sentían sus labios al besarlos, sus manos tocando mi cuerpo, su piel siendo víctima de mis actos, de recordar cómo eran sus ojos, de volver a escuchar su corazón latir y de oír su voz una vez más. La vida nunca había sido ni fácil ni buena, ¿por qué tenía que serlo ahora? Me preguntaba como estaba, si estaba viva, si aun me quería, si aun ansiaba verme, si la vería por última vez, si estaría con alguien más. Me odiaba en esos momentos y a ella también pero lo único que hacía era acelerar el auto como el flujo de mis lágrimas llorando por ella.

Al fin llegaba a la ciudad. Estaba en ruinas, destruida, incendiada, solitaria, muerta por completo. Ahora estaba más que desilusionado pero aun tenía algo de fe sin saber que esperar en la siguiente calle.

 Recuerdo que moría de hambre y deseaba salir de ese auto después de tantas horas encerrado, escondiéndome y estando solo. Encontré una solitaria tienda de autoservicio muy conocida en la que las letras “o” y “x” se repetían y recordaba que hace mucho tiempo se decía que la gente tenía sexo en el…
Tres de sus cuatro paredes era de cristal lo que facilitaba que viera en su interior y notara que estaba vacía. 

Tras varias vueltas en sus alrededores deje el auto en la entrada y me encerré en su interior. Los focos del techo estaban hechos pedazos en el suelo al igual que algo del producto de la estantería. Aun los refrigeradores trabajaban y sin preguntarme porque abrí uno de ellos, tome una bebida con alta cantidad de azúcar, la abrí y bebí de ella sin parar, sabia a gloria. Di la vuelta y tome unos panques que disfrute tanto que me senté en el piso de la tienda y dejando de ver las paredes de cristal cerré los ojos tratando de gozar ese pequeño momento, hace mucho no tenía uno así pero me duro poco el gusto.

Cuando volví a abrir los ojos fue de un golpe a un vidrio, me había quedado dormido. Me levante del suelo y vi que estaba rodeado y que estaban a punto de entrar, los cristales estaban casi rotos por completo.

No había a donde ir ni por donde ver sin tener que observar personas ensangrentadas ansiosas de comer. El pánico me invadió y no pude hacer más que solo pensar en todo lo que había pasado para llegar, en todo lo que había dejado, en mi vida anterior a todo eso, en mi familia, en mis amigos, en mi novia, en todos los planes que tenía, etc. Empecé a maldecir a la persona o a la cosa que había provocado eso, me empecé a maldecir por haberme dormido, por haber salido de mi casa, por querer ir a buscar a alguien, por incluso tener la necesidad de comer. Después el llanto me invadió, no sabía qué hacer y ahora si estaba más solo que nunca.

Golpeaban sus cabezas, sus manos, piernas y todo su cuerpo contra el vidrio tratando de entrar. Estaba ya muerto en ese momento, no pensaba en otra cosa; las lagrimas brotaban contra mi cara, los gritos salían de mi boca sin tener algún sentido; y todo eso hasta que en el suelo vi un gran pedazo de vidrio de un foco y pensé en toda mi vida, en todo lo que había hecho y lo que me faltaba por hacer. Cerré los ojos y sin dudarlo preferí morir en ese lugar que en algún momento alguien que me conociera me viera deambular desecho físicamente y hasta matar a alguien más en mi posición.

Abrí los ojos y sonreí al final, tome el cristal y lo empecé a clavar contra mi piel era más el dolor mental que el físico. Había hecho lo que primero quería en mis brazos había escrito:

“Te amo” en el derecho y “Pame” en el izquierdo.

Aun lloraba de lo que había dejado y odiaba haber conocido a alguien en mi vida. Odiaba a mi familia, a mis amigos, a mi novia; odiaba la vida que solo era cosa de arrebatarse en cuestión de segundos. Odie estar vivo.

Ya estaba hincado sobre un charco de sangre cuando le grite a los visitantes de afuera que nunca me tendría vivo y aun siendo que reviviera lo abría intentado. Tome con fuerza el cristal y cerrando de nuevo los ojos  cuando sentí el frío del vidrio contra mi piel ya maltratada sentí un fuerte golpe en la cabeza, lo que me entumió las piernas y me tiro por completo al suelo, solo viendo borroso y con mi último vaho de aliento dije:

“Así que así se siente suicidarse y morir, no fue tan difícil. Perdón a todos y gracias a todos. Los amo. No cumplí mi promesa Pa...”

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