domingo, 6 de enero de 2013

El 23. Salvado.


Estaba sobre una cama, dormido y soñando creo por mi cara de tranquilidad. Una mano paso por mi hombro y después roso mi rostro lentamente. Despertaba y sentía la suavidad y la calidez de la piel; un ahora llegaba a mi nariz y reconocía esa sensación, esa calidez, esa suavidad y ese olor. Sonreía ante saber con quién estaba acostado. El cuarto estaba oscuro y solo escuchaba una respiración pausada en mi nuca, me decía “voltéate y veme a los ojos” y así lo hacía pero no la veía a ella sino a una mujer muerta con sangre saliendo de su boca cerrada, con los ojos rojos e irritados, con la piel rasgada entre costras y heridas vivas. No decía una palabra y solo la observaba a los ojos, estaba atónito; después abría la boca rápidamente y me mordía el rostro.


Despertaba sudoroso en un cuarto poco alumbrado lleno de hombre y mujeres de diferentes edades que me observaban asustados como si los fuera a atacar. Una mano me tomaba del hombro y me volvía a acostar; era un hombre ya mayor el que estaba sobre mis hombros, era él el que tomaba un trapo mojado y me lo colocaba en la frente diciendo que me relajara, que solo había sido una pesadilla y que todo iba a estar bien.

No podía cerrar los ojos y me volvía a incorporar pero ahora más lento. Era una habitación con las ventanas rotas, sin muebles y con bastante gente en él; estaban sentados en bancos, en el piso sucio, en sillas y en un sillón viejo; su ropa estaba sucia y todos tenían un aspecto de cansancio; había niños escondidos entre los brazos de sus padres; un perro y demasiados paquetes cerrados de comida por todos lados. Eran sobrevivientes de la catástrofe.

Me ponía de pie seguido por todas las miradas y preguntaba dónde estaba la salida, de inmediato en viejo se levantaba y me tomaba del brazo explicándome que había perdido demasiada sangre y que debía descansar y quedarme con ellos, que era la única manera de sobrevivir. Le quitaba mi brazo de entre sus manos y le empecé a explicar cómo había llegado a ese lugar desde que supe por última vez de mi amada y que ella me estaba esperando. Él me explicaba que había dormido por un día y que no era por molestarme pero lo más seguro era que… era lo peor, que hace ya varios días no veía a más gente viva y que probablemente eran los únicos de esa zona; pero no me importaba yo tenía que averiguarlo.

-¿Es la chica que tienes escrito en tu brazo acaso por la que vas y por la que casi mueres allá abajo? No lo vale, hijo. Quédate con nosotros y podremos salvarnos de este calvario que ha caído- Me decía el hombre.

-Para mí lo vale y si ha pasado lo peor quiero verlo con mis propios ojos; pero la seguiré buscando hasta encontrarla, no importa cuánta sangre tenga que derramar por ella ni cuántas vidas tenga que tener para volverla a ver por lo menos una vez más. No espero que me entiendan, ninguno de ustedes pero no pienso quedarme aquí y esperar; quiero intentarlo porque… la amo y eso es lo que me mantiene con vida-

Me acercaba a una de las ventanas y la gente se alejaba de mí como un leproso, escuchaba susurros y distintas opiniones de lo que había dicho pero ninguna me importaba. Estábamos en un primer piso y era fácil bajar por el techo de un camión, llegar a la calle y subirme a mi auto que no estaba lejos. Espere a que el lugar estuviera sin peligro y sin mirar atrás baje hasta la calle; caminando en ella escuche el grito del viejo y me aventaba un objeto cubierto por una tela, me decía que tuviera cuidado y que me deseaba lo mejor, yo le respondía lo mismo para su gente.

Ya en el auto, lo encendía y descubría que era lo que me habían aventado, era una pistola no muy grande pero si pesada; nunca en mi vida pensé tener una y mucho menos tener muy presente que la iba a utilizar en algún momento cercano.

La ponía en el asiento del copiloto y comenzaba a moverme de nuevo por la ciudad, pero ahora estaba cerca de mi destino. Veía mis brazos con vendados mugroso y ensangrentados pero bien hechos y una duda entraba a mi mente “¿En serio tengo que esperar lo peor?” y cerrando los ojos por un momento veía el rostro de mi novia sonriendo y diciéndome que me amaba. Abría los ojos y sonreía; una gota corría por mi mejilla y en voz alta me decía “Nada me va a detener para volverla a ver”.

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