lunes, 4 de febrero de 2013

La primera estrella en el cielo.

¿Cómo empezar a explicar algo que conmociono a toda mi familia? ¿Cómo describir acerca la partida de uno de los ejes de mi familia? ¿Cómo explicar los sentimientos, emociones y sensaciones del antes, después y durante? Simplemente es complicado, no imposible pero si se necesita un esfuerzo mayor para algo de esa magnitud.

Por donde se puede empezar es agradeciendo a todas esas personas que ajenas a mi abuelo o sin un lazo tan fuerte estuvieron presentes dando un hombro en el que podíamos llorar, un oído que escuchara nuestro dolor y un abrazo que nos recubriera en la oscuridad que nos acobijaba. Gracias a todos aquellos que nos tomaron del hombro y nos dieron su más sentido pésame, gracias a por los que por distintos medios nos dijeron palabras que tal vez nos hicieron llorar más y sentir la pérdida más fuerte pero al final de cuentas fueron palabras de soporte.

Fue la primera estrella que apareció en la noche, brillante, imponiendo respeto, diciendo más de mil palabras con su silencio, mirándonos desde la lejanía dándonos su más fuerte apoyo; así era mi abuelo.

Fue un hijo ambicioso que una vez me dijo que huyo de su casa porque sabía que no iba a superarse donde estaba, fue un joven trabajador por un futuro sin necesidades y sin escases, fue un padre que educo a cada uno de sus hijos y de los cuales él se sentía orgulloso, fue un amigo de muchas generaciones y una persona muy generosa; muy humana. Fue un abuelo que dio lo mejor a sus nietos y que también enseño más de una cosa sin que nosotros lo supiéramos.

Fue un hombre sencillo, generoso, respetado y respetuoso, aferrado y ambicioso en una vida que la vivió como quiso y haciendo lo que más le gustaba como viajar, conocer gente, comer, beber de las más finas bebidas del país y hasta del planeta, caminar, platicar, bromear y jugar. Así es como yo recordare a ese hombre que hablaba de la vida y la muerte como si fueran pasajeras, siempre con dinero en los bolsillos hasta cuando traía el pijama puesto, bromeando acerca de todas las personas que conocía y hasta de las que no, caminando silencioso mientras veía los paisajes y comiendo rápidamente degustando cada bocado.

Una vez lo dieron por muerto en territorio comunista mientras viajaba con mi abuela, nunca pensaron que ese hombre llegaría  a hacer cosas impresionantes después de corregir su error y verlo caminar entre la  multitud como si nada hubiera pasado, que ese hombre llegaría a una edad a la que pocos gozan y tienen el privilegio pleno, sonriente, feliz; pero siempre siendo él mismo, un comerciante que empezó con un peso y termino teniendo terrenos, una fabrica, viajes al por mayor y cosas que muy pocos piensan; pero sobre todo teniendo una familia trabajadora, una esposa que lo amaría hasta el final y haría lo que fuera por él, unos hijos que lo respetaban y lo querían sin dudarlo, unos nietos que aprendían mucho de él a cada momento, que vivieron junto a él momentos tan divertidos que ahora que los recuerdo sonrío aun teniendo una lagrima en la mejilla. Fuimos dichosos de conocerlo y de ser parte de su familia, de lo que sembró y vio crecer.

Lo que vimos quedara en nuestros corazones y en nuestra mente como un recuerdo imborrable.

94 años tenía y para llegar a algo así se tiene que pintar ojos y boca a los muñecos de cerámica de su esposa, se tiene que viajar por el mundo, se tiene que invitar a tomar un trago hasta a un menor de edad, se tiene que inventar apodos que durarían años a familiares, de tiene que insinuar a las novias de sus nietos a la boda, se tiene que tiene que sonreír eternamente, se tiene que tomar un trago de alcohol cada domingo con la familia, se tiene que cuestionar a la autoridad, se tiene que amar lo que hace, se tiene que tener sueños y planes todo el tiempo, se tiene que comer con gusto, se tiene que vivir y festejar cada momento.

Yo estaba ansioso de que mi novia conociera a mi abuelo, le decía “tienes que conocerlo, es genial” siempre con una sonrisa, quería que riera con él y que él la conociera; lo alcanzo a hacer.

Gabriel González Ramírez 1919-2013, un hombre que vivió hasta el final todos los momentos de su vida.

Un día yo les diré a mis hijos y nietos “Mi abuelo comía gato”.


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