jueves, 10 de noviembre de 2016

Días del Futuro. Parte 5.0

La puerta se cerraba frente a mí, justo en mi nariz mientras aquella mujer desaparecía de mi vista con una bella y aterradora sonrisa en su rostro. Lo único que fui capaz de hacer al escuchar el seguro ponerse fue recargar mi cabeza en la madera de la puerta y suspirar esperando que todo esto se acabara pronto.

Sabía que no debía de estar en ese lugar, que había sido una pésima decisión el haberme levantado del suelo mientras sentía la necesidad de algo, de lo más cercano a estar vivo o de sentir algo de calor; la soledad puede irte matando poco a poco pero al final eres tu quien jala del gatillo. Maldita noche y maldita vida que me había llevado hasta ese punto.

-¿Te piensas quedar ahí toda la noche?- Una voz cortada, una voz femenina, una voz que tenía que d-e-s-t-r-o-z-a-r.

-Te aseguro que no quieres que me dé la vuelta y haga lo que tengo que hacer- Mantenía los ojos cerrados y dándole la espalda.

-Sé que no voy a durar mucho en este negocio y que cada noche cuenta pero también estoy lista para lo que tenga que venir- Y su voz no negaba lo que comentaba.

-Pareces estar muy segura de lo dices pero yo no soy el indicado, no debería estar aquí- Levante la vista y abrí los ojos, aún seguía la puerta cerrada.

-Nadie debería estar aquí pero hay cosas que no puedes cambiar ni hoy ni nunca. Anda, date la vuelta y aunque sea dame la satisfacción de ver el rostro del hombre que se interesó en mi cuando estaba muriendo en aquella jaula de vidrio y que, de no ser por el ya estaría muerta y talvez aun siendo el espectáculo de hombres que buscan descargar su ira y que solo Dios sabe que habrían hecho con mi cuerpo; profanarlo aún muerto hubiera sido poco- Dios… dios no existe en este mundo.

Me di la vuelta temor, como si fuera yo quien fuera a ser abusado; quien estuviera metido en el infierno mismo y ahí fue cuando la vi, cuando aquella mujer ya respiraba con facilidad, que tenía los ojos abiertos y que no temblaba ni se desvanecía en una habitación solitaria. Ahí estaba yo para hacer su muerte más… acompañada.

-No estas mal a decir verdad, un poco jodido y con marcas de que eres un pobre diablo; pero nada mal- Mis ojeras, marcas en la cara, cabello desatendido, manos de obrero, ropa sucia y pose jorobada no ayudaban mucho; sin nombrar las marcas de inyecciones en la parte interna de mis codos ni de los tatuajes de mi cuerpo, pero ella decía que no estaba mal… que dulce.

Tacones negros, ligero “blanco”, tanga negra, corsé gris y sostén negro eran sus prendas. Uñas de los pies y manos pintadas de rojo al igual que sus labios y un cabello, que claramente era una peluca, de color azul que llamaba demasiado la atención; me mostraban a aquella mujer joven sentada con las piernas cruzadas en un sillón en forma de C que se me veía con esos ojos adornados con sombras y diamantina que me costaba descifrar por el momento su color. Nada mal.


-¿Y? ¿Te gustó guapo?- inclinaba su rostro a un lado y sonreía, una sonrisa que me hubiera creído en otra época pero no hoy, no ahora en esta habitación con una mesa de vidrio redonda, una cama matrimonial con millones de rastros de otras personas,  un baño sucio con una gotera en el lavamanos, un ventilador que giraba lentamente, luces en las paredes de neón y un teléfono para pedir hasta los más peligrosos objetos existentes con la simple razón de causar placer. Había gente muy enferma en este mundo y ahora yo estaba entre los primeros lugares. 

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